GQ (Spain)

LAS PERSONAS NO COMPRAN

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productos, sino las historias que estos productos representa­n; así como tampoco compran marcas, sino los mitos y arquetipos que esas marcas simbolizan". Esto es lo que cuenta el experto en marketing Ashraf Ramzy en uno de sus celebrados artículos. Una idea que, aplicada a la moda, pasa inevitable­mente por destacar valores como la diversidad o la sostenibil­idad. De hecho, en el siglo XXI pocos se atreven a concebir un proyecto empresaria­l que no se apoye en un relato con esos valores. La sostenibil­idad, es decir, la idea de que algo se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente, es una de las piezas esenciales de la era del Hay marcas de moda que conciben lo sostenible como un fin, pero la mayoría de ellas ha integrado este valor en sus procesos. Gucci, por ejemplo, presentará de ahora en adelante sólo dos coleccione­s al año (hasta ahora eran cinco). Su director artístico, Alessandro Michele, aseguró este verano "que la ropa debería tener una vida más larga". Lo cierto es que los consumidor­es reclaman hechos en favor de un cambio con propósito. Incluso los que todavía no tienen dinero: la franja más joven de la Generación Z, los CARLY (en inglés, Can’t Afford Real Life Yet), condiciona­n el devenir de muchas marcas con los contenidos que suben a las redes sociales.

MODA ‘UPCYCLING’ Y POLÍTICA

En la era del post-coronaviru­s la práctica del es el último grito sostenible. También conocida como reutilizac­ión creativa, se trata del aprovecham­iento de productos, materiales de desecho o residuos para fabricar nuevos materiales o de mejor calidad. Las precursora­s del en la moda de lujo son Marine Serre y Emily Adams Bode, que desde hace un par de años convierten auténticos desperdici­os en productos . Virgil Abloh también es un defensor del su colección de primavera / verano 2021 para Louis Vuitton estará conformada en su mayoría por materiales reciclados de coleccione­s anteriores. En el último año, los grandes actores del lujo han pasado de las palabras a los hechos. En la cumbre del G-7 que tuvo lugar en Biarritz en agosto de 2019, empresas como Kering, Adidas, Chanel, Inditex, El Corte Inglés o Armani secundaron el Fashion Pact, el primer gran movimiento global de la moda para afrontar la crisis climática. Meses después, la Conferenci­a de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático que tuvo lugar en Madrid acogió la firma de la Hoja de Ruta para la Acción Climática de la Industria de la Moda (FICCA, en sus siglas en inglés). Ediciones Condé Nast, empresa editora de GQ, fue el primer gran grupo mediático en sumarse a esa iniciativa. Decía el médico y político francés Georges Clemenceau que "el hombre absurdo es el que no cambia nunca". Y nosotros queremos cambiar, y mucho. No olvidemos que, según la ONU, la industria de la moda es la segunda más contaminan­te del planeta, justo después de la del petróleo.

La práctica del ‘upcycling’ es el último grito sostenible: se trata del aprovecham­iento de productos, materiales de desecho o residuos para fabricar nuevos materiales.

abría fuego hace un par de meses el crítico de moda Alexander Fury en el diario� ���������� ������ "¿Están los hombres listos para abandonar por completo la sastrería tradiciona­l?". A pesar de que la moda urbana y el ���������� han acaparado los últimos capítulos de la historia de la moda, el traje sigue siendo a día de hoy el uniforme del hombre por excelencia: lo llevamos en la oficina y en las ocasiones formales. Y a menudo lo vestimos con su inseparabl­e amiga la corbata. Sin embargo, en la última década hemos asistido al declive del ejecutivo agresivo en favor del emprendedo­r y el hombre complejo. Esa nueva masculinid­ad, libre de prejuicios, se ha visto reflejada en la moda, en la sociedad y también en las organizaci­ones empresaria­les.

BANCOS Y DESPACHOS

DE ABOGADOS

Hace un año Goldman Sachs, uno de los grupos de banca de inversión más grande del mundo, anunció que iba a relajar su ������ ���� de oficina sin especifica­r en qué consistía ese cambio: "A partir de ahora nuestros empleados vestirán acorde con lo que sus clientes esperan de ellos". Lo cierto es que eso se tradujo en la adopción del ������ ������� como moneda común. Esta decisión, por cierto, ya la había tomado el gigante JP Morgan años atrás. En junio de 2019, el diario económico ������ ���� se hizo eco de una encuesta elaborada por la consultora The Remsen Group que aseguraba que tan sólo el 23% de los abogados usaba traje a diario. En España, siempre según la misma publicació­n, los despachos Cuatrecasa­s, DLA Piper, Gómez-acebo y Pombo, Deloitte Legal o EY Abogados, entre otros, invitan a sus empleados a vestir traje y corbata. No obstante, muchos de ellos cuentan con iniciativa­s como el ������� ������ o la relajación de los códigos en verano. Si bien el traje todavía sigue siendo una opción más que válida en ciertos entornos profesiona­les, el uso de la corbata ha sufrido un fuerte desgaste. Además, no se puede ignorar que el confinamie­nto de 2020 ha borrado de un plumazo las reuniones presencial­es, las comidas y otras prácticas del microcosmo­s profesiona­l.

¿CAMBIO DE PARADIGMA?

Lo cierto es que el �������������es un concepto que las empresas de Silicon Valley llevan años practicand­o. Este ������ ���� hace hincapié en el lado ������ que es el más elegante: es mejor pasarse que quedarse corto, es decir, la idea es comenzar con un traje como base y a partir de ahí vestir una camisa azul o blanca (o camiseta, depende del trabajo). Entonces, ¿cómo será el futuro? ¿Vestiremos con traje y corbata? A juzgar por los gustos de las nuevas generacion­es, el asunto es incierto. El estudio ���� ����� ������ ����� ������� elaborado recienteme­nte por We are testers y Dockers, demuestra que solo 1 de cada 4 trabajador­es ������� ����� elegiría el traje para ir a la oficina. ¿Nuestro vaticinio para el medio plazo? Puede que la corbata haya iniciado un inexorable declive, pero el traje todavía goza de buena salud.

El traje todavía sigue siendo una opción válida en ciertos entornos profesiona­les, pero la corbata ha sufrido un fuerte desgaste debido a la desaparici­ón de las reuniones presencial­es y las comidas con clientes.

la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no hay que afligirse, porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo". Leí a William Wordsworth la segunda semana de marzo, en un avión, de vuelta a casa, y una suave sensación pasada flotó como una pluma en el aire. El interior de la maleta era un jardín secreto y brillante de libros, revistas y películas. Tras la intimidad del confinamie­nto, me di cuenta de que en realidad esa maleta llevaba mis mejores trajes. El estilo no es una forma de vestir, sino una forma de ser. Cuando te adentras en ti mismo es como si entraras en un ascensor de cristal y cortaran el cable. Sobre esa oscuridad perlada, todo lo que compone tu estilo se despliega como un acordeón: aquel otoño en París, la textura de tu camisa favorita, el sonido de sus tacones, lo que no ocurrió, el poema de Rimbaud, las noches en su portal, el rumor de las olas, la herida que cerraste, la canción que suena cuando llueve, el olor de tu madre…; y, cuando caes, despiertas. La sensación que tienes cuando tus pies tocan el suelo cada mañana; o, mejor aún, la sensación que tienes justo antes de que tus pies toquen el suelo. Esa es la sensación que realmente te viste. Y siempre te acompaña. Es tu estela, lo que llega antes que tú y permanece cuando te marchas. La camiseta blanca de James Dean era tan especial por todo lo que llevaba dentro. Ese mágico estampado se ve, aunque sea invisible. Por eso, incluso cuando no hay más secretos, la moda recuerda un misterio. Los días encerrados en casa, medio desnudos, o medio vestidos, han servido para crecer hacia dentro, viajar por uno mismo y reencontra­r el estilo. El mundo ya no es un lugar lejano al que no se pueda regresar. Es hora de vestirse con el mejor traje. "El bosque es hermoso, oscuro y profundo. Pero tengo promesas que cumplir, y andar mucho camino sin dormir, y andar mucho camino sin dormir". Leí a Robert Frost la segunda semana de junio, en un avión, de vuelta al mundo, y fue como si una brisa nueva entrara por la ventana.

“El estilo no es una forma de vestir, sino una forma de ser. Cuando te adentras en ti mismo es como si entraras en un ascensor de cristal y cortaran el cable”.

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