EL PP INICIA HOY SU ETAPA MÁS ESCARPADA
EL PP se acostó roto. Y si el día tiene ojos, la noche tiene oídos. Dos bandos en vela que han plagado la oscuridad de cantos a los compromisarios, el más maleable de los cuerpos electorales. ¡Quién lo hubiera dicho hace sólo unas semanas! Como ocurriera en La casa de los espíritus, de Isabel Allende, en pocas horas, tras la deserción del último líder, el partido “se dividió en dos bandos irreconciliables y la división comenzó a extenderse entre todas las familias”. Gane quien gane hoy, Soraya Sáenz de Santamaría o Pablo Casado, el jadeante congreso de los populares arrojará un vencedor doliente y un perdedor sin destino, acompañados ambos por una corte de espadas untadas en feroces rencillas. Más aún si cayera derrotado el bando que encabeza el joven aspirante amamantado en la doctrina de la FAES, en el que lucen galones encarnizados adversarios de la ex vicepresidenta.
Las palabras de despedida de Mariano Rajoy están impregnadas de emotivo cinismo. Lástima. Se empeñó en tener un entierro político distinto del que habría merecido. Su tardío haraquiri, su tancredismo ante la corrupción y en el proceso secesionista catalán y la forma en que dirigió el partido conllevaron la fractura del PP. No puede reclamar integración quien, a sabiendas, se apoyó en una bicefalia que horadaba túneles de dis- cordia bajo sus pies. Y ahí, probablemente, se fundamenta su loable renuncia a nombrar sucesor y abrir el PP a unas primarias que, aunque envenenadas, inyectarán savia democrática en un partido jerarquizado y presidencialista. Rajoy pudo prolongar la estancia de los suyos en el poder y no lo hizo. Permitió que el hasta entonces abatido líder socialista, Pedro Sánchez, fuera investido presidente del Gobierno con el apoyo de for- maciones antisistema y grupos independentistas. Tal vez nunca explique la causa, pero en política, como decía Konrad Adenauer, lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno. Queda la que le otorgue la historia.
El PP iniciará su etapa más escarpada cuando el elegido esboce hoy sus intenciones y ofrezca a sus rivales internos un lugar bajo el nuevo sol. Pero toda renovación requiere de un tiempo de caos y de tumbas. Casado ha reiterado con lengua de yunque su rechazo al particular proyecto de Sáenz de Santamaría y dirigentes de peso y pujanza, como María Dolores de Cospedal, la gran derrotada en la primera fase de las primarias, o el beligerante García-Margallo, han hecho todo lo posible para impedir que dirija el partido la ex número dos del Gobierno. De inicio, Sáenz de Santamaría encarna el marianismo y Casado el resurgido aznarismo, las dos corrientes que fragmentan el PP y que, de una manera u otra, barrenan la reanimación del electorado de centro derecha.
Un ex alto cargo en la sede de Génova comentaba entre bastidores que “gane quien gane estará obligado al parricidio”. Las herencias de Aznar y de Rajoy son un semillero de expectativas políticamente contaminadas. Y Ciudadanos vela armas.