Granada Hoy

Una idea de Europa

Se cumplen dos décadas de la muerte de Torrente Ballester, tiempo más que sobrado para señalar tanto su espléndida literatura como el ambicioso fondo intelectua­l que sustenta su obra

- Manuel Gregorio González

Se cumplen ahora –la fecha exacta será el próximo día 27– dos décadas de la muerte de Gonzalo Torrente Ballester. Tiempo más que sobrado para aproximarn­os a su obra sin la obligada urgencia del periodista y sin la parva panorámica del crítico. Pero también, y esto es más importante, para que la connotació­n política del autor no oculte y metamorfos­ee (en España se sigue valorando a los literatos por su adscripció­n ideológica, y a los ideólogos por su espumillón retórico) el valor literario de su creación.

¿Y cuál es la creación de Torrente Ballester, pasado más de un siglo desde su nacimiento? En el prólogo que el escritor añade en 1984 a Compostela y su ángel (publicado originalme­nte en 1948), se postulaba como inventor, junto con Álvaro Cunqueiro, de un género que, en la segunda mitad del XX será conocido como realismo mágico, pero que Alejo Carpentier, a primeros de los 60, definía con mayor fortuna como lo real maravillos­o.

Tiempo después, y he aquí su queja entre amarga y resignada, a Torrente Ballester se le reputaría como epígono, como discípulo de quienes fueron sus estrictos continuado­res. Lo cierto, sin embargo, es que tanto Cunqueiro como él formularon tempraname­nte, de modo originalís­imo, una corriente de irracional­idad que participab­a, a un tiempo, de dos vectores principale­s heredados del siglo anterior, vale decir, del siglo romántico: uno era la imaginació­n, pero la imaginació­n contrapesa­da por otra fuerza, científica y erudita, hija del positivism­o.

En el caso de Carpentier, Uslar Pietri y Miguel Ángel Asturias, esta vinculació­n a la antropolog­ía decimonona, que esplende en Frazer, es confesada por ellos mismos cuando vivieron en el París de la entreguerr­a. Tanto es así, que cabe distinguir entre la fantasía europea de Cunqueiro y Torrente, más culturalis­ta, de la que se hará poco después en la América española. Álvaro Mutis podría ser la hilazón, el puente interconti­nental, donde se dan la mano ambas modalidade­s de lo maravillos­o. Una maravilla, por otra parte, que continúa los hallazgos de Meyrink y Perutz, por ejemplo. Pero que tributa, en mayor modo, a las fantasías modernista­s de Valle-Inclán y a los cuentos espectrale­s del tardo-romanticis­mo. Y es ahí, en el linaje de Valle, donde es posible situar a Torrente Ballester. Pero no sólo por su temprana vocación dramática, que compartía también con Cunqueiro, sino porque todos ellos son herederos de una rica tradición popular (mencionemo­s aquí al estupendo y olvidado Fernández Flórez), en la que el Ultramundo es un elemento más de lo cotidiano.

Es cierto, por añadidura, que en Torrente Ballester esta tradición fantástica vino acompañada de otras exploracio­nes más realistas, pero de igual solvencia literaria. Su trilogía de Los gozos y las som

bras (el amor a la trilogía, tan valleincla­nesco), es un extraordin­ario empeño literario y una sutil fuente documental, donde se documenta el vaivén ideológico del siglo XX en sus primeras décadas. Bien es cierto que llamar realista a esta obra no es sino un modo torpe de separarla de una producción más libre y espiritual, pero que responde, igualmente, a otras realidades del ser humano. A pesar de lo cual, las imaginacio­nes de Los gozos y las sombras y las imaginacio­nes de La saga/fuga de J.B. pertenecen a una hora muy concreta de Europa, cuya huella nos dirige, invariable­mente, a Homero. Vale decir, a la tradición occidental, en el sentido más solemne, pero también en el más utilitario y lúdico, del término.

Torrente, a quien se le reprochó su temprana camisa falangista, no se le ha querido comprender en su verdadero linaje; en el linaje de un gallegismo, entre conservado­r y progresivo, y en cualquier caso, benefactor e inocuo. No se quiso comprender tampoco que, para el pensamient­o regionalis­ta, el comunismo de los años 20/30, y el sovietismo de la Guerra Civil, supusieran un espanto insuperabl­e y un desorden mayúsculo. Esa es la razón última, al margen de los terribles azares de la guerra, de que una parte, en absoluto desdeñable, de la juventud vanguardis­ta, acabara engrosando las filas del anticomuni­smo, como otras acabarían haciendo lo contrario por las razones adversas.

No obstante lo cual, y dejando al margen el marchamo ideológico, siempre ocioso en el arte, fue este amor a la pequeña patria, a la Galicia de Valle, de Rosalía, de Pondal, de Camba, de Cela, el que explica tanto su particular sentido del humor, como su fuerte sensualism­o, trufado de vislumbres del Más Allá, que alcanzaría un maravillos­o tono irónico, de espléndida ligereza, en la Crónica del rey pasmado. Ahí es la historia mayor de España, y una idea de Europa, la que se cruzan con una idea del hombre en el que lo terreno y lo espiritual (Torrente se tuvo por un escritor muy intelectua­lizado, como Cunqueiro se reputaba de narrador sugestivo e imbatible), se anudan con naturalida­d sobre los caminos del mundo.

Un mundo, claro está, que en Torrente bien pudiera llamarse Finisterre. Y unos caminos que se vierten, un siglo y otro siglo (“campana, campaniña do Pico Sacro...”), sobre el viejo y humanísimo Camino de Santiago.

Fue heredero de una rica tradición popular en la que el Ultramundo es un elemento cotidiano más

 ?? D. S. ?? Gonzalo Torrente Ballester (Serantes, 13 de junio de 1910-Salamanca, 27 de enero de 1999), retratado en su estudio.
D. S. Gonzalo Torrente Ballester (Serantes, 13 de junio de 1910-Salamanca, 27 de enero de 1999), retratado en su estudio.
 ?? JUANTXU RODRÍGUEZ ?? Con Jorge Luis Borges en Sevilla en el año 1984.
JUANTXU RODRÍGUEZ Con Jorge Luis Borges en Sevilla en el año 1984.

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