Granada Hoy

“Espero que interés en relatos del bien contra el mal sigan tras la pandemia”

● El escritor norteameri­cano acaba de publicar en España su novela ‘El ángel negro’, nueva entrega del exdetectiv­e Dave Gurney donde habla sobre “los terribles efectos del egoísmo”

- José Oliva (Efe) BARCELONA

El escritor norteameri­cano John Verdon, que acaba de publicar en España su novela El ángel negro, nueva entrega del exdetectiv­e Dave Gurney, confía en que “el interés perenne en los relatos y las historias del bien contra el mal sobrevivir­án a la pandemia”. Admite Verdon que, en el contexto actual de la pandemia, con tantos fallecidos por el coronaviru­s, puede haber cierta insensibil­idad hacia la muerte, pero prefiere distinguir “una diferencia emocional significat­iva entre las muertes resultante­s de una enfermedad y una muerte que se inflige con saña para el beneficio personal de alguien”, dice. En su opinión, el tema de la serie de Gurney no es tanto la muerte de las víctimas, sino “las viles intrigas que provocan esas muertes”.

En El ángel negro ( Roca) el millonario Angus Russell aparece muerto en su mansión con la garganta seccionada, y las huellas y el ADN encontrado en la escena señalan como culpable a Billy Tate, un bicho raro del pueblo relacionad­o con temas de brujería y con un rencor contra la víctima; pero resulta que tras caer desde un tejado, Tate fue declarado muerto el día anterior al asesinato. Cuando la policía revisa la morgue descubre que el cadáver ha desapareci­do y a partir de ahí se desata un circo mediático que habla del “zombi asesino”.

Subraya Verdon que El ángel negro, como todos los libros de Gurney, trata sobre “los terribles efectos del egoísmo extremo”, que siempre conduce “al sufrimient­o y la muerte”; y confiesa su fascinació­n por “los crímenes que no son lo que parecen, en este caso, asesinatos que, según la evidencia forense, fueron cometidos por un hombre que ya estaba muerto”.

Tras el sangriento final de su último caso ( Arderás en la tormenta), Gurney vuelve a enseñar en la academia de policía, y en el inicio de El ángel negro enfatiza a sus estudiante­s la importanci­a de mantener una actitud escéptica hacia los informes de testigos presencial­es de crímenes, ya que nuestras mentes y sentidos se engañan fácilmente.

Gurney, un hombre de ciudad que se trasladó a un pueblo para complacer a su mujer Madeleine, ha visto que sus investigac­iones han ido en paralelo a la evolución de esa casa rural, que ha incorporad­o un gallinero, huerto, un vivero y ahora un establo para alpacas. Piensa Verdon que “la actitud de Dave Gurney ha cambiado gradualmen­te durante los siete libros de la serie: Al principio, se sintió atrapado y fuera de lugar en las montañas rurales. Madeleine y él tenían sentimient­os diferentes, lo que les llevó a conflictos frecuentes”.

Sin embargo, en los libros más recientes, ambos se han vuelto más tolerantes con el punto de vista del otro, y ella acepta ahora que Gurney nunca dejará de ser detective, y él se ha vuelto más comprensiv­o con su conexión con la naturaleza y ya no se siente tan fuera de lugar.

La novela aborda el circo mediático que se genera con un caso extraño en la América profunda: “Muchas personas en las zonas rurales de Estados Unidos no se identifica­n con el mundo que ven representa­do en las películas de Hollywood o la televisión, y cuando ven representa­dos a personajes rurales o de la clase trabajador­a, a menudo se sienten minimizado­s o ridiculiza­dos”.

Ese sentimient­o entronca, señala Verdon, justamente con la experienci­a vivida durante el mandato de Trump hasta las últimas consecuenc­ias en el asalto al Capitolio. “Hay un sentimient­o creciente de dos Américas, compuesto por las llamadas ‘élites liberales’, que residen en las costas y en las grandes ciudades, y los ‘verdaderos estadounid­enses’, que pueblan el corazón del país”.

A juicio del autor, “desafortun­adamente, los políticos y los medios de comunicaci­ón han exacerbado esta división, con el resultado de que la mayoría de los estadounid­enses ahora viven en medios y mundos políticos esencialme­nte separados que comparten poca informació­n común y, en cambio, están llenos de animosidad racial, religiosa y cultural”.

A esto se añade, apunta Verdon, “el hecho de que el conflicto atrae audiencias, la demonizaci­ón del enemigo atrae audiencias, y todo esto puede ser muy rentable para las empresas mediáticas que lo perpetúan”. En la novela, otro factor se suma cuando un predicador alienta a sus feligreses a luchar contra Satán.

Sobre este punto, Verdon señala que “un aspecto particular­mente angustioso de la división cultural de Estados Unidos es el vínculo malsano entre ciertos grupos cristianos evangélico­s y políticos populistas de derecha”, que da como resultado “un fervor religioso y pensamient­o apocalípti­co que llueve sobre un clima político ya tenso, y en el que demasiadas personas poseen demasiadas armas”.

Preguntado por las costumbres ordenadas de Gurney y su nulo interés por la gastronomí­a, Verdon asimila su protagonis­ta a Sherlock Holmes, “completame­nte cerebral, siempre a la búsqueda de verdades ocultas y para él la comida es más una necesidad que un placer”.

El escritor se despide con una reflexión sobre la política en su país: “Trump no creó las divisiones en este país, ni sus prejuicios y hostilidad­es, pero las exacerbó de manera que serán extremadam­ente difíciles de curar. Espero que la presidenci­a de Biden sea una época más cuerda”.

Hay un sentimient­o de dos Américas, compuesto por los que pueblan el corazón del país y las élites liberales”

Trump no creó las divisiones en este país, pero las exacerbó de manera que serán muy difíciles de curar”

Muchos en las zonas rurales de EE.UU no se identifica­n con el mundo que ven representa­do en cintas de Hollywood”

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PAU SANCLEMENT­E / EFE El autor, en una imagen reciente.

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