ARDE GRANADA
GRANADA ha sufrido esta semana una serie de actos vandálicos –copia de los celebrados en Barcelona, Madrid, Valencia y otras ciudades– que pueden ser considerados como terrorismo urbano, con quemas de contenedores, destrozos de mobiliario, rotura de escaparates, saqueos y otras acciones violentas que difícilmente pueden justificarse como libres muestras de apoyo al rapero catalán Pablo Hasel que ha entrado en la cárcel por injurias, exaltación del terrorismo etarra o yihadista, estimulando el asesinato de magistrados, políticos y periodistas, amén de sus tuit congratulándose por la muerte de un torero. Su encarcelamiento puede ser más o menos polémico, pero comparar esas actitudes con un adalid de la libertad de expresión es una patada a esas libertades democráticos que la inmensa mayoría hemos defendió en ocasiones difíciles y hasta arriesgadas.
Pero una cosa es manifestarse pacíficamente por causas más o menos justas o disparatadas y otra muy distinta incendiar ciudades, destrozar lo que encuentren a su paso, romper escaparates, saquear comercios, enfrentarse a las fuerzas del orden y crear un clima de terror e inquietud en una ciudad pacífica, en manos de estos energúmenos organizados que no se reúnen espontáneamente, sino que obedecen a llamamientos concretos. No podría comprenderse de otra forma la importancia que le da la juventud granadina, por ejemplo, a un rapero catalán que la mayoría de la ciudadanía desconoce.
Pero si son execrables esas actitudes alejadas de cualquier manifestación pacífica, sea del signo que sea, es más grave que el portavoz de un partido gubernamental, como es Podemos, el señor Echenique, salga estimulando esas acciones de ‘jóvenes antifascistas’ que hasta la vicepresidenta primera Carmen Calvo ha censurado, porque no parece de recibo que un partido que está en el Gobierno apueste por el caos, el desorden y la violencia callejera, es decir, el terrorismo urbano, imitando a lo hecho por el presidente de la Generalitar, Quim Torra, cuando esas multitudes incendiaban ciudades catalanas, cortaban el tráfico de vías importante, asediaban el aeropuerto y creaban una situación de terror, en defensa, decían, de las libertades de delincuentes separatistas o por la independencia de la región –o nación como quieren llamarla– catalana. Eso sí que es fascismo puro y duro, aunque se enmascare de falso progresismo. Es lo que nos quedaba por ver.
Espero que los que manejan a diversos grupos ref lexionen y pongan coto a los desmanes que cometen una minoría, amparada en las consignas y el clima creado por los irresponsables de la política que pervierten la noble defensa de la libertad de expresión, que en el fondo detestan, de la que los periodistas sabemos algo.
Lo que nos quedaba por ver es que un partido del Gobierno aliente el terrorismo urbano