FALSOS AUTÓNOMOS EN UK
LA reciente sentencia producida en el Reino Unido por la que su Tribunal Supremo rechaza que los conductores de Uber sean trabajadores autónomos, es de una gran trascendencia para ese país pero, también, para el ámbito de la Unión Europea.
La sentencia señala que la compañía habría podido intentar esquivar la legislación laboral, lo que en el fondo se podría interpretar como una forma de eludir los costes laborales que podrían derivarse de una real relación laboral en la que los trabajadores pudieran ser considerados personal de Uber, con las obligaciones fiscales y laborales pertinentes.
La llamada economía colaborativa supone (según la sentencia) una situación en la que en el caso de esta empresa los conductores de la compañía no serían trabajadores autónomos, sino trabajadores por cuenta ajena que estarían obligados a cumplir contratos de servicio con condiciones abusivas y leoninas.
Establece la sentencia que en realidad son trabajadores por cuenta ajena con derecho a acogerse a la legislación
Sindicatos y empresarios deben reinventarse y buscar nuevas fórmulas ante viejas prácticas de explotación laboral
laboral ordinaria con todas sus prestaciones (vacaciones, salario mínimo o superior, etc.). Es, sin duda, una sentencia de hondo calado.
Son muchas las empresas de la llamada economía colaborativa que pueden estar en la mente de todos, porque forman parte de la vida económica y social en muchos países. Forman parte de una realidad social a la que está resultando fácil acostumbrarse sin valorar que aportan una enorme precarización de la vida laboral de millones de trabajadores, en todo el mundo.
Es lamentable que todo esto suceda ante la incapacidad de actuar en clave de gobernanza global, mientras que es factible el crecimiento de este tipo de empresas gracias a la posibilidad de trabajar en el marco de una economía global; una globalidad que permite el acceso a cantidades inmensas de recursos económicos con ridículos costes asociados a la mano de obra necesaria.
Sindicatos y empresarios deben reinventarse y buscar nuevas fórmulas ante viejas prácticas de explotación laboral, renovadas ahora en el siglo XXI, para evitar pasos atrás en los derechos que, además, son pasos atrás en la sostenibilidad del bienestar colectivo. Esta es la tarea de los próximos años.