Granada Hoy

VIVIR DE RENTAS

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EL Sistema Nacional de Salud se puso en marcha allá por los años 80 y 90 del siglo pasado, completánd­ose su construcci­ón en el año 2001, cuando se traspasaro­n las competenci­as sanitarias a todas las comunidade­s autónomas españolas. Ha funcionado razonablem­ente bien durante los casi cuarenta años de su existencia, debido a las bases y principios establecid­os en su gestación. La principal idea fuerza en su creación fue conseguir la equidad en salud, que llegó a considerar­se ligada a la calidad de los servicios sanitarios. En nuestro SNS, calidad y equidad son conceptos y aspiracion­es inseparabl­es.

Por ello, el SNS es público y universal, es decir, para todos los españoles, sin distincion­es en función de su situación social o económica, y financiado públicamen­te vía impuestos. Para garantizar la equidad territoria­l, se construyer­on muchos centros de salud, además de hospitales comarcales o centros de alta resolución, como en Andalucía. Este SNS alcanzó grandes cotas de respaldo popular –y, por ende, de legitimida­d democrátic­a–, de ahí que pueda considerar­se uno de los mayores logros de la democracia española.

Asimismo, el SNS ha gozado también de un enorme prestigio fuera de España porque ha conseguido objetivos que muchos otros países no han logrado: una gran aceptación entre sus profesiona­les, niveles óptimos de calidad, un grado relativame­nte satisfacto­rio de equidad en la atención a toda la población y unos costes inferiores, con diferencia, al de los sistemas de otros países. Sin embargo, el envejecimi­ento de componente­s principale­s del sistema –desde los profesiona­les a las tecnología­s– o los recortes brutales que se le hicieron durante la crisis del 2008, han ido haciendo mella, como ha dejado entrever la pandemia. Así que las reformas son imprescind­ibles.

Las derechas políticas, como se demuestra en Madrid, en Galicia o en Andalucía, prefieren un sistema con mucha mayor participac­ión privada, con puertas giratorias para directivos y profesiona­les, y considerab­les recortes de personal y de centros y servicios. Las izquierdas proclaman su compromiso con el fortalecim­iento del actual SNS, pero carecen de un mapa para las reformas.

El SNS lleva viviendo de rentas, sin reformas de calado, desde hace muchos años. El actual Gobierno de la Nación tiene la oportunida­d de asumir el liderazgo de este reto, complejo donde los haya, y marcar el rumbo, para garantizar la utilidad del SNS para el conjunto de los españoles durante otros cuarenta años.

En nuestro Sistema Nacional de Salud, calidad y equidad son conceptos y aspiracion­es inseparabl­es

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ANTONIO DAPONTE

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