Granada Hoy

“Una arquitectu­ra sin puertas es una prisión”

● Docente, artista y ensayista, el autor plantea en ‘Umbrales’ una veintena de pórticos singulares

- A. Asensio GRANADA

Ediciones Siruela publica Umbrales, que se ofrece como una guía de viajes a través de la historia del arte, de la arquitectu­ra y de un elemento singular y evocador: las puertas. Monumental­es, legendaria­s, propias y apropiadas. Ejercen de entrada y salida y, en el imaginario del autor, Óscar Martínez (Almansa, 1977), un periplo personal. Hoy presenta su obra en el Festival Gravite. –Maneja los umbrales como elemento arquitectó­nico, artístico. También como puerta hacia dentro y hacia fuera. Los umbrales ponen el foco dentro... y fuera. –Intento que el libro hable de muchas cosas. El umbral puede ser símbolo de un tránsito, de un movimiento. Al final una puerta es un elemento arquitectó­nico estático, pero es el que más invita al movimiento, nos invita a cruzar. Es un rito de paso, un momento que invita a un cambio. Permite una cantidad de relatos

El umbral puede ser símbolo de tránsito, de movimiento, y que nos invita a cruzar”

Soy consciente de que soy un turista, Viajar es fundamenta­l, pero nada es gratis. Es lo que nos ha tocado”

muy rica y por eso la elegí como tema para el libro.

–Menga mira hacia fuera. En la Abadía de Conques, es hacia dentro.

–En el dolmen de Menga lo que más me interesa es la relación con el paisaje. Y para eso hay que ver el paisaje desde dentro del dolmen. Nos enfrentamo­s a las puertas desde el exterior y aquí quise que mirara el lector desde el interior. Para mí funciona y surge la magia.

–Por cómo habla de los umbrales, coloca a este elemento como una invención revolucion­aria, casi a la altura de la rueda o la escritura...

–La puerta es parte intrínseca y fundamenta­l de la arquitectu­ra, y creo que la arquitectu­ra es uno de los inventos de la civilizaci­ón más extraordin­arios. Puede estar ahí, con la rueda o la escritura. La arquitectu­ra está con nosotros desde hace miles de años y no hay arquitectu­ra sin puertas. Una arquitectu­ra sin puertas sería una prisión, de la que no se podría ni entrar ni salir. Puede haber arquitectu­ra sin ventanas, pero es casi imposible la arquitectu­ra sin puertas. –Socialment­e la puerta es un elemento que implica intimidad. ¿Todas las sociedades tienen la necesidad de separar, de cerrar la puerta?

–No puedo hablar de los sitios a los que no he viajado y no conozco. En otras culturas, cambia la noción de intimidad. Incluso en Occidente la intimidad es un concepto relativame­nte moderno. Durante siglos convivían en las casas varias familias. El tener habitación propia es algo contemporá­neo, de hace 200 o 300 años. Eso cambia y cambia en función de la cultura. Esas puertas interiores que hay en las viviendas pueden tener significad­os diferentes a los que tienen en el Occidente, en el momento que estamos viviendo ahora.

–Las puertas son elementos también de debilidad. Así lo indica en su libro. El punto por el que atacar a una fortaleza era la puerta.

–Pero tener puerta es algo imprescind­ible.

–También para la sociedad abrir la puerta es exponerse. –Tenemos que convivir con las puertas. Las murallas medievales necesitaba­n las puertas. Al ser el punto débil se fortificab­an más. Así está el ejemplo de las torres de Serranos y de Quart de Valencia. Las murallas podían tener cuatro metros de altura, y las puertas, quince. Desde el punto de vista simbólico no podemos cerrarnos al exterior. Las antiguas ciudades necesitaba­n también relacionar­se con el exterior. Por eso en el XIX muchas tiran sus murallas, porque impedían la relación con los suburbios. De ser imprescind­ibles pasan a ser un corsé.

–Reflexiona también sobre el cambio en los lugares de culto, de los bosques a los templos. –El ser humano ha creado sus dioses y ha evoluciona­do. El ser humano se emancipa de la naturaleza, y crea poco a poco dioses antropomor­fos y crea arquitectu­ra. Es una historia fascinante. –El libro se ofrece como una guía de viajes, pero deja claro su postura sobre el turismo de masas, el que se ve en la Alhambra, por ejemplo.

–Sí, pero siendo consciente de que yo soy turista. Intento buscar lugares en los que encontrarm­e relativame­nte solo, pero soy uno más. Lo critico. Quizá la pandemia cambie esta fiebre. Es una pena, pero también ha democratiz­ado la cultura, y eso es positivo. Hay una frase de San Agustín que dice que la vida es un libro y quien no viaja sólo lee la primera página. Viajar es fundamenta­l, pero nada es gratis. Es el tiempo que nos ha tocado vivir.

–Habla también de los libros leídos en la juventud, de su interés entonces por mitos y personajes como Federico II... ¿Qué ve ahora entre sus alumnos?

–Doy clase en ciclos formativos, a gente mayor de edad. Somos muy parecidos. Lo que ha cambiado es lo que nos rodea. Yo recuerdo cuando no existía Internet. Los impulsos y fuentes de atención que tienen ahora los jóvenes pueden ser excesivas, y puede que todavía no tengamos claros los códigos.

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G. H. El escritor Óscar Martínez

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