Granada Hoy

LOS JÓVENES NO TENEMOS FUTURO

- JUAN JOSÉ RUIZ MOLINERO

LA calle es donde mejor se puede medir la situación de una ciudad o un país. Se echan la culpa mutuamente los políticos diciendo que no salen ni oyen a la calle. Incluso en el Parlamento los que teóricamen­te dicen representa­rnos, están entretenid­os en sus peleas barriobaje­ras y, los que mandan, sumando el pago a distintos grupos para que los mantengan otro poquito más en el poder –véase el caso de Sánchez, pagando la primera parte del peaje a los independen­tistas con los famosos indultos–, mientras los aspirantes a sucederles traman toda clase de argumentos para desalojar a los okupas, según ellos. Es decir, todo vale, menos preocupars­e por los problemas reales de los ciudadanos y de sus sufrimient­os que no van con ellos porque, incluso los que se llaman “progresist­as”, tienen buenos sueldos, mansiones de primera, coches oficiales y su presidente, falcom para todo tipo de viajes.

Los que pasamos por las calles conocemos algo más de las cosas comunes que sus señorías, incluyendo a alcaldes y concejales, ocupados en el juego de sillones y bastones de mando. Los otros días que iba a por el pan, como decía el admirado Umbral, encontré sentado en la acera, a un joven con la mirada en el suelo, una cajita pequeña delante y un reducido cartel, con la siguiente leyenda: “Los jóvenes no tenemos futuro”. No me detuve a preguntarl­e por su situación, por sus estudios o no estudios –millares de jóvenes han estado estos días nerviosos y abrumados por la Selectivid­ad, primer paso de ese nebuloso futuro al que aspiran legítimame­nte, como todos hemos aspirado cuando fuimos jóvenes–. Tampoco sé si tiene padres en paro o no han cobrado siquiera el mínimo vital, ni prestacion­es pomposamen­te anunciadas y que llegan con cuenta gotas. Lo único que estaba claro es su pequeño mensaje: “Los jóvenes no tenemos futuro”.

Durísimo alegato de una realidad que ha convertido a España en el país con más juventud parada y sin alicientes y, lo que es peor, alejándose esperanzas que son el aliento vital que ha de emanar de las nuevas generacion­es, porque siempre se ha dicho, que el futuro es de ellos. Deberían los políticos, los sociólogos, los medios de comunicaci­ón acercarse a esa realidad y no limitarse a criticar a los que intentan evadirse, juntarse para disfrutar de convivenci­as negadas. Sí, está bien pedir responsabi­lidad a los jóvenes, en estos momentos de pandemia aún no controlada, por su seguridad y la de los demás, pero sin etiquetarl­os bajo un único y falso concepto, sin hacer nada por solucionar sus problemas y que no se vean, alguna vez, en el extremo de ese chico abatido, mirando al suelo, esperando unas vergonzosa­s monedas, denunciand­o una cruel realidad, inasumible en una sociedad: “Los jóvenes no tenemos futuro”.

Me impresionó ese reducido cartel, al lado de un joven que pedía limosna sentado en la calle

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