PAN Y FÚTBOL
DEJAREMOS descansar esta semana a los fanáticos analfabetos que insultan, enmascarados, a los que osan disentir de las políticas de los que están en el poder –ayer las de Franco, hoy las de Sánchez– mirando el panorama de la actualidad, cuyos problemas reales pueden ocultarse con la vieja fórmula utilizada por los dirigentes de la antigüedad y los actuales ofreciendo al pueblo entretenimientos capaces de hacerles soportar los problemas reales. Pan y circo era el recurso de los césares del imperio romano, pan y toros fue frecuente en la España de ayer. En estos días, muchos dirigentes, en España y fuera de ella, confían en el Mundial de fútbol que se celebra en Qatar, con vergonzosas concesiones a un país capaz de acallar con el poder del dinero, las bocas occidentales de organismos y dirigentes de la FIFA que, incluso, han defendido esas políticas y han prohibido a jugadores llevar brazaletes en defensa de esos derechos. El llamado mundo occidental alardea de ser valedor de los derechos humanos, en todas sus variantes. Acallarlos con la mordaza de los billetes es una vergüenza, incluso para algo secundario como puede ser el fútbol.
Secundario, digo, pero frecuentemente utilizado casi como una religión –opio del pueblo, diría Marx–. No es de ayer. Una ministra de trabajo argentina preguntada si a los ciudadanos les preocupaba más el posible triunfo del equipo de Messi en Qatar que la galopante inflación, contestó favorablemente al primer asunto. Y quizá lleve razón. Buena parte de Argentina ha llorado el fiasco inicial de su selección, humillada en su debut por la de Arabia Saudí. Aquí, el debut oficial de España, venciendo por un 7 a 0 a Costa Rica ha sido calificado de “histórico”. Si se perpetua, puede hace olvidar, por ejemplo, que, una vez más, el presidente Sánchez haya hincado la rodilla, aceptando todo lo que le pidan socios tan impresentables como los independentistas catalanes, los filoetarras vascos, etc. para aprobar los presupuestos generales del Estado y, de paso, asegurarse su inquilinato en La Moncloa. Vendría bien al presidente que Luis Enrique consiga mantener a la selección en candelero para poder colar la abolición de delitos de sedición, aminorar los de malversación, como se ha disminuido, por esa chapucera ley del ‘Solo el sí es sí’ de Irene Montero, las penas de algunos execrables delitos de violencia sexual contra las mujeres, en nombre precisamente del feminismo.
La estabilidad política y social del país no depende de Sánchez, Feijóo, ni siquiera de un Parlamento donde se escuchan sólo insultos, soflamas, producto, en muchos casos, de la mala educación y falta de preparación e ingenio de sus señorías, sino de Luis Enrique que nos puede salvar de la galopante frustración nacional
La actual frustración nacional no la salvará Sánchez, Feijóo ni el Parlamento, sino Luis Enrique