Granada Hoy

PAN Y FÚTBOL

- JUAN JOSÉ RUIZ MOLINERO

DEJAREMOS descansar esta semana a los fanáticos analfabeto­s que insultan, enmascarad­os, a los que osan disentir de las políticas de los que están en el poder –ayer las de Franco, hoy las de Sánchez– mirando el panorama de la actualidad, cuyos problemas reales pueden ocultarse con la vieja fórmula utilizada por los dirigentes de la antigüedad y los actuales ofreciendo al pueblo entretenim­ientos capaces de hacerles soportar los problemas reales. Pan y circo era el recurso de los césares del imperio romano, pan y toros fue frecuente en la España de ayer. En estos días, muchos dirigentes, en España y fuera de ella, confían en el Mundial de fútbol que se celebra en Qatar, con vergonzosa­s concesione­s a un país capaz de acallar con el poder del dinero, las bocas occidental­es de organismos y dirigentes de la FIFA que, incluso, han defendido esas políticas y han prohibido a jugadores llevar brazaletes en defensa de esos derechos. El llamado mundo occidental alardea de ser valedor de los derechos humanos, en todas sus variantes. Acallarlos con la mordaza de los billetes es una vergüenza, incluso para algo secundario como puede ser el fútbol.

Secundario, digo, pero frecuentem­ente utilizado casi como una religión –opio del pueblo, diría Marx–. No es de ayer. Una ministra de trabajo argentina preguntada si a los ciudadanos les preocupaba más el posible triunfo del equipo de Messi en Qatar que la galopante inflación, contestó favorablem­ente al primer asunto. Y quizá lleve razón. Buena parte de Argentina ha llorado el fiasco inicial de su selección, humillada en su debut por la de Arabia Saudí. Aquí, el debut oficial de España, venciendo por un 7 a 0 a Costa Rica ha sido calificado de “histórico”. Si se perpetua, puede hace olvidar, por ejemplo, que, una vez más, el presidente Sánchez haya hincado la rodilla, aceptando todo lo que le pidan socios tan impresenta­bles como los independen­tistas catalanes, los filoetarra­s vascos, etc. para aprobar los presupuest­os generales del Estado y, de paso, asegurarse su inquilinat­o en La Moncloa. Vendría bien al presidente que Luis Enrique consiga mantener a la selección en candelero para poder colar la abolición de delitos de sedición, aminorar los de malversaci­ón, como se ha disminuido, por esa chapucera ley del ‘Solo el sí es sí’ de Irene Montero, las penas de algunos execrables delitos de violencia sexual contra las mujeres, en nombre precisamen­te del feminismo.

La estabilida­d política y social del país no depende de Sánchez, Feijóo, ni siquiera de un Parlamento donde se escuchan sólo insultos, soflamas, producto, en muchos casos, de la mala educación y falta de preparació­n e ingenio de sus señorías, sino de Luis Enrique que nos puede salvar de la galopante frustració­n nacional

La actual frustració­n nacional no la salvará Sánchez, Feijóo ni el Parlamento, sino Luis Enrique

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