BIENESTAR Y FUTURO
LA dificultad para asegurar la sostenibilidad del actual modelo de Estado de Bienestar es un asunto recurrente en los debates políticos, sociales y técnicos, ante la evolución demográfica de la sociedad actual que nos hace pronosticar un importante envejecimiento.
A ello se suma la irrupción de nuevas tecnologías que están contribuyendo a una modificación de los procesos productivos, automatizándolos y anunciando consecuencias en el ámbito laboral. Las máquinas y los robots sustituyen poco a poco la necesidad de mano de obra humana.
En al ámbito de las pensiones, sabemos que de no aplicar determinadas reformas en su modelo de financiación y en las condiciones y requisitos de acceso, serán insuficientes los fondos de la seguridad social que actualmente financian la mayor parte de la factura.
En el ámbito de los servicios sanitarios, el envejecimiento contribuye a tener que afrontar cada vez más casos de pacientes con enfermedades crónicas gracias también al efecto de una mayor disponibilidad de mejores capacidades diagnósticas y de tratamientos más eficaces. Junto a otros aspectos, es la cronicidad
Hay reformas con medidas que pueden hacer sostenible el bienestar, si se interpreta de la manera adecuada
una de las cuestiones que más nos obligan a tener que adecuar la respuesta asistencial con cambios en el modelo organizativo y con la incorporación de más profesionales e incluso nuevas profesiones.
Finalmente (y soy consciente que hay otras áreas sobre las que hablar), en el ámbito de los servicios sociales las necesidades actualmente insatisfechas y las necesidades a atender en los próximos años por efecto del envejecimiento, auguran la conveniencia de una reforma que fortalezca el sistema público de atención a la dependencia y la aportación de mas y mejores recursos.
Es así como surge y cobra actualidad el debate sobre la sostenibilidad del Bienestar en un contexto en el que prevalecen las miradas y las afirmaciones pesimistas y desmoralizantes. Y creo que, al contrario, lo que hay que hacer es trabajar para debatir primero e implantar después las soluciones potenciales.
Hay reformas posibles con medidas que pueden hacer sostenible el bienestar, siempre que éste se sepa reinterpretar de la manera adecuada y no se considere que los cambios sean posibles sólo con recortes. Es tiempo para que los mejores ayuden e influyan en la adopción de las decisiones adecuadas.