A vueltas con la interpretación
independentistas y en los abertzales, apoyos que son sin duda una de las decisiones políticas más controvertidas y lógicamente estigmatizadas. Todo balance tiene claroscuros, pero no salen mal del todo PSOE y UP de tamaño desempeño. Ni siquiera la alambicada configuración de los apoyos parlamentarios, la tensión política elevada al máximo, la rudeza de las intervenciones parlamentarias ad femina ,la crisis por la rebaja de los delitos de sedición, la intentona de retocar la malversación, las hiperbólicas acusaciones o el ruido ensordecedor y deliberado han impedido que el Congreso haya aprobado los terceros presupuestos de la legislatura. Sánchez ha conseguido sumar a 12 partidos que han obtenido 12 millones de votos, el doble de los que obtuvo el PSOE en las urnas. El Gobierno y la coalición parlamentaria de socorro es más rocosa de lo que se intuía.
UN GOBIERNO A LA GRESCA, MALA NOTICIA
Sin embargo, las semanas se van complicando en el Consejo de Ministros, una malísima noticia a las puertas de las elecciones municipales. A Sánchez no le da tiempo a lucir palmito institucional –ni en el G-20 en Bali, ni en la cumbre de la OTAN; ni siquiera en la presidencia de la Internacional
Socialista hallará sólo luz y paz– porque cada impulso legislativo o decisión ejecutiva provoca crisis cada vez más evidentes en el seno del gobierno. Hace unos días fueron las consecuencias de la aplicación de la ley de libertad sexual, con el Gobierno dividido en tres: UP en la defensa numantina del proyecto, los ministros socialistas pidiendo su reforma y Yolanda Díaz haciendo el don Tancredo. El ataque virulento exterior con la oposición cebándose en bloque y la opinión publicada apretando para los adentros tampoco ayudaron. Pero con eso ya cuentan, lo que un Gobierno no puede hacer es estar todo el día a la gresca. Así no parecerá un proyecto votable pese a los logros que pueda exhibir. Ahí se están jugando el futuro.
RECUPERAR LA INICIATIVA Y PRESTIGIAR LA COALICIÓN
Pedro Sánchez debe recuperar la iniciativa, ordenar la casa, acelerar la ejecución de los fondos europeos y enfocarse en resolver lo mejor posible los dos frentes. Primero, el interno con sus socios, pensando en que aun siendo proyectos políticos diferentes e incluso antagónicos en algunos aspectos, su suerte está unida. Cuidar de su adversario es estratégico y decisivo. No hay alternativas
ni se va a producir un trasvase masivo de votos desde UP hacia el centroizquierda. Tampoco puede contar Sánchez con la oposición interna del PSOE, con más nombre que peso orgánico, que agazapada tras la mata espera cada mala noticia para celebrarla y marcar unas diferencias que aprovechan sus adversarios políticos y exacerban sus opositores mediáticos. El otro frente es externo: o consigue que se valore la gestión del Gobierno por sus votantes o sólo quedará la mancha negra de los apoyos y cesiones a los integrantes de esa mayoría parlamentaria circunstancial, extraña y denostada por una buena parte de los españoles. Eso sí, si la oposición sigue pasándose de frenada, incluyendo los exabruptos de Vox desde la tribuna del Congreso, puede convertirse en un cooperador virtuoso de la mejora de expectativas del Gobierno.
Descartada la gran coalición que no quieren ni PSOE ni PP ni sus votantes más aguerridos, no tienen otro camino para renovar el Gobierno. Si llegan a finales de junio de 2023 con esas tareas razonablemente hechas y los fondos Next Generation f luyendo, la Presidencia europea del último semestre del año puede servirle a Pedro Sánchez de plataforma definitiva a unos días de que las urnas se abran de nuevo.