Granada Hoy

Recuerdos de mi niñez

- e-mail: cartas@granadahoy.com Correo: Calle Luis Amador, 26

Hay una etapa en la vida de las personas en las que los recuerdos de la niñez priman más que los hechos recientes y es precisamen­te en esa etapa, como decía Neruda, que “el niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta”. En aquel tiempo de la niñez, cuando las decisiones importante­s se tomaban mediante un práctico Pito-pito gorgorito... ¿dónde vas tu tan bonito?... A la era verdadera... ¡pim pom fuera! Esa etapa de la vida en la que los errores se arreglaban diciendo simplement­e “empezamos otra vez” y donde el peor castigo que te podía poner Doña Nati era que te hiciera escribir cien veces: “Eso no se dice o eso no se hace”; cuando tener unas perras gordas o alguna peseta muy de tarde en tarde solo significab­a poder comprarte una bolsa de pipas o una bola de chicle en aquella máquina que tenía Paquito Franco colgada en la pared en su tienda de la Calle Cristo.

No había en aquella época, nada más prohibido que fumar el primer pitillo Celtas a escondidas y jugar con el fuego. ¡Tonto el último! Era lo único que nos hacía correr como locos hasta que sentíamos que el corazón se nos salía del pecho y parecía que no llegaríamo­s nunca a la meta ficticia.

Cuando caía la tarde, jugar al escondite era lo más divertido. Nos escondíamo­s entre los pocos coches aparcados en la calle, entre montones de piedras, en las puertas de la casas, siempre abiertas de par en par, o en los montones de arena de alguna obra.

Cuando tu mayor desilusión era solo haber sido elegido último para el equipo del colegio, si bien con la edad ya vinieron otras más grandes.

Aquella leche en polvo que repartían en la escuela y que se pegaba al cielo de la boca sin posibilida­d de despegar. Quitar las ruedas pequeñas a la bici significab­a un gran paso en tu vida... para aquellos que tuvieron la suerte de tener una bici.

Aquellas coleccione­s de cromos, de futbolista­s, de ciclistas, de Marisol, de Rocío Dúrcal; el mayor negocio del siglo era conseguir cambiar los diez cromos repetidos por el que hacía tanto tiempo que buscabas.

Todas estas simples cosas nos hacían felices. No necesitába­mos nada más que un balón, una comba, un aro, unas tabas, un trompo, unas gomas, etc. y dos amigos con los que poder compartir juegos e ilusiones de niñez.

Pues bien, ahora unos desalmados quieren quitarnos esos recuerdos y tantas cosas por las que hemos luchado, solamente argumentan que esta tierra Al Ándalus es suya, pero juro y perjuro que nunca dejaré que me quiten mis recuerdos, mi vida pasada, presente y futura. Antonio Luis Gallardo Medina.

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