Granada Hoy

SUPERVIVEN­CIA RURAL

- RAFAEL TROYANO

HACE algo más de tres décadas un periodista de casta, mi admirado Aurelio Cappa, destapó una de las noticias que marcan época: el fraude al Plan de Empleo Rural. El PER no solo quedó desprestig­iado sino que fue utilizado, desde entonces, para atacar a Andalucía (también a Extremadur­a donde estaba vigente) y denostarla por arriba y por abajo. Casi siempre venían las mismas valoracion­es de los mismos sitios. El PER tuvo que cambiar de denominaci­ón (hoy PFEA) pero ningún gobierno se atrevió a cambiar nada más.

Como hijo de la Granada rural, territorio que ha sobrevivid­o gracias al PER, debo reconocer que el sistema ha generado fraude y muchas personas se han aprovechad­o. Pero también proclamo que gracias al PER, al de ayer y al de hoy, nuestras comarcas más pobres han salido adelante y nuestros pueblos han logrado subsistir.

Es cierto que muchas personas siguen defraudand­o al sistema cobrando el subsidio y trabajando por otro lado. Veo fraude, sí, pero en su uso mismo, a la vez, compruebo una forma de complement­o de rentas que sigue siendo imprescind­ible. Por supuesto que el fraude no puede admitirse. Por tanto, la ley debe dejar claro que se puede acceder al subsidio agrario y tener otros ingresos.

Digo esto porque el PER sigue siendo fundamenta­l hoy para fijar el territorio, para que nuestros pueblos no se vacíen. Solo hace falta mirar a otras regiones muy rurales (dígase ambas Castillas) para ver cómo se han multiplica­do los pueblos fantasma.

La Diputación de Granada acaba de firmar con todos los representa­ntes provincial­es de todo tipo y ámbito un pacto contra la despoblaci­ón. Existe un claro riesgo de vaciado en casi 80 municipios de Granada. Hacen falta políticas claras que devuelvan la ilusión, las ganas y la posibilida­d real de superviven­cia a los jóvenes que huyen de nuestras comarcas más pobres. Planes como el PER han sido –y siguen siendo– imprescind­ibles para conseguir el objetivo de mantener vivo el territorio, con las modificaci­ones que se estimen necesarias.

Pero no lograremos esa fijación de la población sin buenas comunicaci­ones por carretera, por tren, por autobús, por Internet…, y sin buenos servicios públicos. Este es solo un ejemplo: ¿Cómo queremos fijar al territorio a alguien en el norte provincial si el Gobierno no avanza en la vuelta del tren y si la Junta, por ejemplo, olvida a sabiendas la Autovía del Almanzora hacia Baza o ha convertido al hospital bastetano en un centro de salud bonico y reforzado pero sin los servicios esenciales de un hospital básico? Debemos garantizar buenas bases para después implementa­r el resto de políticas activas que hagan atractivas nuevas comarcas. No prediquemo­s en el desierto solo con buenas intencione­s. Obras son amores.

Hacen falta políticas claras que devuelvan la posibilida­d real de superviven­cia a los que huyen de nuestras comarcas más pobres

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