Granada Hoy

“Me vine a la Costa Tropical porque la gente me dejaba vivir en paz”

● El autor presenta en primicia en Motril, donde vive desde hace años, su último libro, en el que realiza un recorrido autobiográ­fico por la España de los últimos 60 o 65 años

- Alba Feixas

Alfredo Amestoy es uno de los grandes comunicado­res de España que consiguió enganchar a millones de niños y adultos tras la pantalla del televisor con un estilo muy personal y lleno de ironía, en programas como 35 millones de españoles, La España de los Botejara o Entre platos anda el juego, entre muchos otros. Además, en su palmarés personal cuenta el saber ser el único que ha conducido un programa que congregó a 16 millones de espectador­es y ser conocido como el eterno chico del f lequillo rebelde.

Tras retirarse de los focos y publicar varios libros, regresa con Mis siete vidas. Lo que no pude y quise decir, una obra autobiográ­fica que se ha fraguado en pleno corazón de la Costa Tropical, donde Amestoy se mudó hace años para llevar una vida más tranquila, en la que cuenta algunas de sus experienci­as más personales y profesiona­les, además de rememorar pensamient­os que perduran en la memoria.

Libro que presentó este fin de semana en primicia en Motril junto al Aula de Pensamient­o Francisco Javier de Burgos, acompañado por los suyos y por los que le hicieron sentirse como en casa en un momento de su vida que no conseguía apagar el foco mediático.

“He sido muy sincero, en el libro cuento cosas que mi mujer, que murió hace unos años, no sabía. No lo hubiera confesado nunca”, explica Amestoy mientras señala que se trata de testimonio­s reales en los que, “sin ningún tipo de análisis ni interpreta­ciones, cuento cosas que para que la gente las inserte en la vida española de los últimos 60 o 65 años. Que las valore como pura experienci­a. Soy un padre mayor o un abuelo contándole cosas a sus hijos y nietos”.

Amestoy asegura que habrá quien se lleve alguna sorpresa con el libro, aunque ha cambiado algunos nombres y silenciado a otros para que “no se den por aludidos”. Sobre si el libro tiene “gato encerrado” sonríe y señala que nada más lejos de la realidad. “Yo siempre digo la verdad, no me comió la lengua el gato, siempre le he puesto cascabel y me lo he llevado al agua”.

Al hilo, remarca que con el paso del tiempo se le han quedado muchas cosas pendientes por decir. “Te das cuenta de lo que se te olvidó en cierto momento o cómo pude no pensar en una cuestión determinad­a”, sostiene.

El periodista considera que Mis siete vidas. Lo que no pude y quise decir es totalmente distinto a su primera incursión en el mundo de la literatura, El reportero. “Lo escribí con 21 años, quería ser reportero y empecé en Pueblo haciendo calle, mucha calle. Fui a la escuela de Periodismo de Madrid, y luego a la Universida­d de Navarra, pero el 80% de lo que se puedo saber de este mundo, lo aprendí en la calle”.

También pasó por El Caso y La Codorniz, una etapa que califica como “muy feliz” ya que estuvo al pie del cañón con los sucesos. “Considero que el suceso es el periodismo de verdad, con el tiempo Valerio Lazarov me pidió que presentara el programa de Misterio sin resolver, y lo dejé a los dos meses porque ya no aguantaba hablar de miserias humanas, crímenes, secuestros o accidentes. Pero de joven me gustaba mucho y en El Caso fui muy feliz”.

De su etapa televisiva cuenta que le gustó mucho trabajar con Valerio, “con Chicho también, pero no admitía que otro tuviera la última palabra, quería tenerla siempre”. “Pero nos entendíamo­s perfectame­nte y cuando fue director de televisión, me llevó a mí y a Pedro Amalio López, un buen realizador del Partido Comunista. Nos lleva a los dos, a lo mejor porque yo no era del Partido Comunista y él sí, para que estuvieran los dos extremos, si ser yo de ninguno”, recuerda el periodista.

LA TRANQUILID­AD FUERA DE LOS FOCOS

Hace ya algunos años el icono televisivo cambió los focos y la fama por la tranquilid­ad que le brindaba la Costa Tropical. “En la década de los 60-70 teníamos muchísimos espectador­es, la gente no sabía lo que era la televisión y nos tenían un poco beatificad­os. Aquello hizo que la convivenci­a fuera más difícil. Entrabas en un bar y todo el mundo se callaba para ver que ibas a decir o de que hablabas con tu amigo. Se convirtió en algo insoportab­le, así que dejé de salir y me dediqué a la televisión, menos cuando venía a Motril”.

El periodista relata que no decidió quedarse en la costa granadina solo por tener la mejor temperatur­a de España o porque “desde el mar se podía ver la nieve”. Fue por la tranquilid­ad. “Nadie me hacía caso, y eso que salía todos los días en la televisión. Aquí era uno más y me dejaban vivir tranquilam­ente. Recuerdo que Fabiola –de Mora y Aragón– me comentó exactament­e lo mismo, que podía ir al Pisao o a cualquier bar y la gente la miraba como si fuese la vecina del cuarto”.

Y desde hace casi dos décadas, pasea, disfruta tranquilme­nte de la vida, encuentra tiempo para escribir y estar con sus amigos, pero sobre todo para cultivar aguacates en su finca de la Costa: “Ahora soy agricultor”.

He sido muy sincero, en el libro cuento cosas que mi mujer, que murió hace unos años, no sabía”

Fui a la Universida­d, pero el 80% de lo que puedo saber de este mundo, lo aprendí en la calle”

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REPORTAJE GRÁFICO: A. F. El periodista muestra su última obra.
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