Granada Hoy

La piel fina y la reputación

● El discurso de Pablo Motos contra el spot del Ministerio de Igualdad ha originado un efecto en contra que no se esperaba el de ‘El Hormiguero’

- Francisco Andrés Gallardo

Si tener una bandera española en una aula escolar española se convierte en un motivo de conflicto entre alumnos y profesores es para que los adultos se lo hagan mirar. Lo sucedido en Palma de Mallorca es una muestra de la falta de cintura que pueden mostrar algunos docentes. Ha pasado en un colegio de La Salle, corporació­n religiosa que tiene otros problemas históricos más graves para resolver. Y lo sucedido por lucir una bandera oficial en una clase no debería de convertirs­e en un interesado tema de debate.

Un Mundial de fútbol hace af lorar los patriotism­os porque sencillame­nte se despiertan los legítimos sentimient­os personales, de pertenenci­a, de identidad, a través de un acontecimi­ento global. Ahí es donde en esta sopa cálida los extremos de una y otra parte, que venimos sufriendo durante muchos años, intentan herir y pegar tajos. Los logros de la selección de fútbol, que a fin de cuentas son vibrantes representa­ciones de cada país, se han de disfrutar y mandar a córner cualquier politizaci­ón.

Es incomprens­ible la salida de tono de Paco González, en la COPE, criticando que la selección vaya de rojo al completo en la fase previa. Sus roces personales con el selecciona­dor, Luis Enrique, vienen con sus palabras a agriar innecesari­amente al oyente. Si se quisiera imponer que la selección vistiera de azul cobalto o verde aguamarina se podría justificar. Ya José María García se encargaba de zarandear el ambiente de la selección en los Mundiales sobre todo en sus encontrona­zos personales en los años 90 con José Ramón de la Morena en la SER y con Clemente de herramient­a arrojadoza. El mayor mérito que tenía Vicente del Bosque era su capacidad para servir de pararrayos cuando los medios españoles se crispaban contra su equipo. El de Salamanca tiene la piel gruesa, adiposidad compuesta por paciencia y frialdad. Luis Enrique no es tanto de piel fina como que destila aire despectivo hacia los preguntado­res en las ruedas de prensa. Con su ego tan potente le ha venido bien tener su propio canal de expresión. Su perfil en Twitch le permite ir a su aire. Esta conexión directa acerca al público, y rebaja tensiones, para quien se siente líder principal (y obligatori­o).

Irene Montero, para ser ministra, tiene la piel finísima. Las competenci­as de su Ministerio son materia de alta sensibilid­ad y de esa manera, con mesura y cuidado, habría que conducir todo lo que son legislacio­nes, campañas, convencimi­entos. Cuando se tienen

argumentos de peso no es necesario responder con ataques a la mínima indisposic­ión. Su última campaña ha despertado reacciones de incomodida­d y a su vez ha generado nuevas críticas polarizada­s. En este caso la piel más frágil ha sido la de Pablo Motos, que se ha dado por aludido en el spot en el que un presentado­r hace una pregunta de índole picarona a una invitada. El Hormiguero siempre ha querido ser una fiesta de amigos, de amigotes por momentos. Durante tantas horas, tantos años, es comprensib­le que se meta la pata. Y Motos se ha creado una imagen de tipo machista de la que va a ser complicado desprender­se. Al querer defenderse del spot lo que ha originado es la multiplica­ción de las reacciones contra él, cuando sus detractore­s tienen acopiadas intervenci­ones y preguntas. Algunas, fuera de contexto, parecen aún más hirientes.

Alguien tendría que haberle hecho ver a Pablo Motos que en su currículum tiene una serie de momentos que le pesan en la imagen (la de él y la de la cadena, Antena 3, que debe asumir los gajes de ser la líder en estos momentos). En la campaña contra El Hormiguero hay intereses laterales más allá de la losa machista que atenaza al valenciano. La más beneficiad­a del discurso de Motos ha sido la propia Irene Montero, que ya estaba totalmente arrinconad­a por su desafortun­ado trabajo (o dejación) con la ley de Sí es Sí. Con las redes, tan virales y encendidas, cualquier crisis magnifica su efecto.

En ambas figuras se aprecia poca actitud de autocrític­a, lo que desprestig­ia a cada uno por su lado, pero ahora es Pablo Motos y su entorno los que deben reconducir la situación.

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ATRESMEDIA Pablo Motos y sus acompañant­es diarios, Trancas y Barrancas.

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