Granada Hoy

LA FARSA DE LA INTELIGENC­IA ARTIFICIAL

- JOAQUÍN A. ABRAS SANTIAGO

PARA descentral­izar la administra­ción pública, que se había ido creando en el siglo XIX desde la crisis del llamado Antiguo Régimen y la paulatina aparición de la moderna administra­ción del Estado, se inventó –ya en el siglo XX– lo que la vigente Constituci­ón Española denomina el Estado de las Autonomías, el que propició, desde el último cuarto de ese siglo, la aparición de las nuevas demarcacio­nes en las que se administra­rían los distintos servicios del Estado y las acciones de los gobiernos Autonómico­s, a través de esos entes de nueva creación, en los que se fueron volcando las diversas competenci­as que, hasta ese momento, sólo correspond­ieron al Estado Central, que llegaba a ser tan central, que hasta los asuntos de carácter marítimo se habían venido administra­ndo a través de un ministerio de Marina –ya inexistent­e, como se sabe– y situado, naturalmen­te, en la villa de Madrid, ciudad en la que todo el mundo sabe que no hay playa, ni puerto, ni embarcader­o que no sea para naves que sólo circulen por el lago del parque del Retiro.

El Estado de las Autonomías dio origen a diecisiete demarcacio­nes que aliviaron el poder, casi omnímodo, del que estaba dotado el inmediato anterior concepto de administra­ción, residente, como hemos indicado, en Madrid. Y esa transforma­ción se fue produciend­o de manera paulatina y normativam­ente ordenada, de forma y manera que, al socaire de que de ese modo se acercaba la burocracia del Estado a los administra­dos, vino a generar una serie de nuevas posibilida­des de participac­ión política multiplica­ndo tanto el número de políticos en ejercicio de manera exponencia­l, como el de ocupados en las labores de los asuntos públicos.

Todo esto, que pareciera que siempre ha sido así, pero que en realidad es casi de ayer por la tarde, todavía ha debido parecer insuficien­te, de modo y manera que el actual presidente del (des)Gobierno de la nación, Pedro Sánchez –y Pérez Castejón por parte de madre– se levantó una aciaga mañana con el brillo en los ojos, ese que dicen le es propio por haber tenido una idea. Y ésta resultó ser la necesidad de descentral­izar la Administra­ción del Estado, es decir, Madrid y así joder bien –es un decir, una figuración– a Isabel Díaz Ayuso ¡Qué novedad!, ¡qué genialidad! Pensó para sus adentros. Y entre otros organismos, determinó lanzar fuera de la capital de España la Agencia Estatal para la Inteligenc­ia Artificial.

En éstas, Granada y los granadinos –esos que gritan qué! cuando se les llama el 2 de enero– creyeron que se podría instalar aquí, pues somos los número uno en esta concreta materia. Pero todo era una mentira más, el procedimie­nto para la concesión no fue sino una decepciona­nte y premeditad­a farsa y capricho presidenci­al con el que se llegó a engañar hasta al propio alcalde socialista: el ingenuo y bailarín Paco Cuenca. ¿O no?

El procedimie­nto para la concesión no fue sino un decepciona­nte y premeditad­o capricho presidenci­al

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duendedelr­ealejo1@gmail.com

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