Granada Hoy

EL MANTRA DE LA COMPETITIV­IDAD Y LA BANCA

- CARMEN PÉREZ Universida­d de Sevilla

ESTA semana, el redactor jefe de Financial Times, Martin Woolf, escribe un artículo advirtiend­o de que no debe relajarse la normativa de control a la banca por mor de mejorar la competitiv­idad de la economía. Lo hace a raíz de una propuesta legislativ­a que se debate en el Reino Unido. Aunque esa reforma no afecte a Europa, conviene analizar lo que dice, porque aquí se están tomando otras medidas en la misma línea.

Woolf pone los puntos sobre las íes del negocio bancario. Poca gente lo hace. Incluso los manuales financiero­s exponen las cosas para que todo quede velado. Él va derecho al punto clave: los bancos tienes activos líquidos –se vuelven dinero a largo plazo– mientras que su estructura financiera está constituid­a en una gran parte por obligacion­es que se hacen exigibles de forma inmediata –las cuentas corrientes– o a corto plazo –los depósitos–. Este descalce de plazos hay que gestionarl­o sobre bases muy seguras. Y no lo está. Durante décadas se permitió que los bancos se volvieran más débiles. El momento culmen de esa debilidad fue antes de la crisis financiera: la relación entre el capital y los activos totales era ya solo del 2%.

En la actualidad se afirma y se reafirma que la banca está mucho mejor preparada. Y sí, ahora hay más capital en los bancos, pero no mucho más. La relación anterior ha ascendido en torno al 5%, pero sigue siendo profundame­nte escaso: los accionista­s para llevar a cabo su actividad, de cada 100 euros de activo, ponen de su bolsillo cinco euros y se endeudan en 95. Ningún sector, salvo el bancario, puede aguantar esta ratio tan descomunal de endeudamie­nto. Una señal inquietant­e respecto al sector es que sus cotizacion­es se sitúan muy por debajo de su valor contable, señalando así los inversores que dudan de la calidad de los activos y, por lo tanto, del patrimonio bancario.

Pero con la crisis financiera los bancos consiguier­on protección: los gobiernos se comprometi­eron a garantizar los depósitos: formalment­e, a los más pequeños –hasta 100.000 euros por persona y entidad–, pero implícitam­ente a todos, porque no podrían consentir que entraran en pánico. Este respaldo debería llevar a los gobiernos a asegurarse de que nunca va a hacerse efectiva esa garantía y exigirles que trabajen con la máxima seguridad.

“Casi todo el mundo ama un auge crediticio”, dice Woolf. Puede decirse más claro: a los políticos les encanta que los bancos se harten de prestar porque eso anima la economía. El Eurogrupo

acaba de proponer que se retrasen de 2023 a 2025 las reglas de Basilea III, ¡esas que se fijaron como completame­nte imprescind­ibles para no caer de nuevo en una crisis financiera!, dando hasta 2030 para su total implementa­ción. De Guindos, como supervisor, se escandaliz­a: “Cada desviación puede parecer solo una grieta aislada en el dique que protege al sector bancario europeo, pero juntas esas numerosas grietas erosionan la solidez y estabilida­d del dique”. El Eurogrupo se escuda en la competitiv­idad de la economía y en que la banca, de no suavizar los requisitos, puede restringir el crédito. Se asume más riesgo, pero que salga el sol por Antequera: serán otros los que estén al mando cuando estalle.

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