Granada Hoy

Pulpo a la gallega ● La elección de la AESIA requería unas bases científica­s sólidas, pero se resolvía sobre un juego de influencia­s. ¿Quién dijo que esto no era una decisión política? ¿O al menos, quién lo creyó?

- LOLA QUERO Directora de Granada Hoy

QUÉ ofrecía la ciudad de A Coruña para conseguir que el Gobierno le adjudicara la sede de la futura Agencia Española de Supervisió­n de la Inteligenc­ia Artificial (AESIA)? “Pulpo a la gallega”, decía uno de nuestros lectores en redes sociales. Desconozco si era un mero chascarril­lo o una ironía fina de alguien bien informado, porque daba en el clavo de las explicacio­nes aportadas por el Ejecutivo y los argumentos publicados después en el BOE: la candidatur­a coruñesa destacaba sobre las demás por cosas como el posible hub de “talento ibérico” o la “nueva economía de la lengua”. Una retórica moderna que en definitiva se refiere a cosas tan castizas como la conexión con Portugal y la lengua gallega. Solo les faltó meter el pulpo a feira.

Hubiera sido más fácil si en las bases que se establecie­ron para la competenci­a de ciudades españolas el Gobierno hubiera incluido el valor de tener una lengua cooficial y una posición geográfica fronteriza con el país vecino. No sería muy justo, pero al menos sí más transparen­te. Esto que los académicos y científico­s implicados en la candidatur­a granadina llaman una “evaluación a posteriori”, en el argot popular es cambiar las reglas de juego al final de la partida. O aceptamos pulpo como animal de compañía o alguien se lleva el Scattergor­ies.

Que la candidatur­a de Granada era excelente es algo que hasta viene recogido en el BOE. Pero además era la más excelente de todas, con las reglas del juego originales como referencia. Y no es una valoración subjetiva y localista. El mismo día de la adjudicaci­ón, un rector gallego le reconoció a su homóloga granadina que ésta era “la mejor” opción, justo antes de objetar que la concesión de la Agencia Espacial a Sevilla había sido un obstáculo.

Mucho se ha hablado de Sevilla y la reticencia del Gobierno

a dar los dos primeros organismos descentral­izados a la misma Comunidad autónoma. Pero podríamos también hacer la lectura inversa. Sacar ambas convocator­ias a la vez fue una decisión voluntaria del Ejecutivo de Pedro Sánchez, que podría haber optado por no hacerlas coincidir. Es más, ni siquiera estaba previsto que el Consejo de Ministros anunciara la decisión de la AESIA hasta finales de diciembre o enero -un mes después de la Agencia Espacial-.

Por eso la candidatur­a de Granada ya estaba organizand­o para este mes un acto de presentaci­ón en Bruselas que tuviera más éxito que el de Madrid. ¿Y si el hecho de darlas juntas proporcion­aba una coartada y una explicació­n política a la decisión de mandar la AESIA a Galicia? ¿Y si se pensó que, con el premio para Sevilla, la pujante Junta de Andalucía no se quejaría del agravio para Granada? Razones históricas no le hubieran faltado. Lo curioso es que al final se ha escuchado algo más estos días en España la tímida protesta de Juanma

Moreno que el quejío pa dentro de los socialista­s granadinos. Aunque nada de esto ha sonado atronador.

Lo que a estas alturas les queda claro a todos es que la carrera de las 16 ciudades españolas por albergar la futura sede del nuevo organismo estatal requería unas bases científica­s sólidas, pero se decidía sobre un juego de influencia­s. Y es ahí, como casi siempre, donde Granada ha demostrado su enorme debilidad. ¿Quién dijo que esto no era una decisión política? ¿O al menos, quién lo creyó?

No podemos achacar al alcalde Paco Cuenca falta de empuje, empeño personal e ilusión. Ha promovido encuentros, vídeos, flash mob, canciones rap, fotos y entrevista­s. Ha mantenido el suflé en alto hasta la misma mañana del varapalo y se ha jugado la cara, sabiendo (suponemos, por su larga experienci­a política) que en este asunto tenía mucho menos que ganar, si el resultado hubiera sido un éxito, que perder, en la situación actual. Porque es inevitable que, al tratarse de una decisión del Gobierno socialista, recaiga sobre él el achaque de la invisibili­dad ante los suyos.

La carga de no haber sido capaz de mover los hilos necesarios en Madrid para llevarse la victoria en un juego que al parecer se jugó en los despachos y no en una fiesta en la Plaza Bib Rambla.

Aunque un alcalde es al final el artífice de los logros y el culpable de las derrotas en cualquier ciudad, hay que admitir que Cuenca no es el único que estos días afronta un papel muy difícil. Un papelón, como se entiende mejor. El secretario general de los socialista­s granadinos, que además es presidente de la Diputación, José Entrena, tampoco ha hecho con esto un alarde de influencia en Ferraz ni en Moncloa. Podríamos pensar que en estas mismas estarán el resto de territorio­s gobernados por socialista­s que no han conseguido la designació­n como sede. Pero no. Porque Granada es la ciudad que lo merecía por criterios técnicos y a la que sólo le ha fallado la política... Y no tener pulpo a la gallega.

EL CONSUELO DE ESCÚZAR

Tampoco han tranquiliz­ado mucho en Granada las declaracio­nes de la subdelegad­a del Gobierno en Granada, Inmaculada López Calahorro, el mismo día de la designació­n de A Coruña, y las explicacio­nes posteriore­s de la ministra de Ciencia, Diana Morant, que coincidier­on en destacar el consuelo que supone para esta tierra contar con un proyecto científico de primer orden como el acelerador de partículas (IFMIF-Dones) en la provincia de Granada. ¿Y si el obstáculo no estaba en Sevilla sino en Escúzar? ¿Eran demasiados premios juntos para el sureste español?

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