Granada Hoy

“Al paciente con cáncer tenemos que darle las gracias, nos hace mejores”

● Tras más de 40 años en la profesión, el especialis­ta acaba de recibir el premio honorífico de la Sociedad Andaluza de Oncología Médica por su trayectori­a, experienci­a y humanidad

- Ángela Alba

Enrique Aranda (Córdoba, 1956) es un referente en la lucha contra el cáncer a través de tres vías: la asistencia al paciente, la investigac­ión y la docencia. Tras más de 40 años dedicado a la medicina, acaba de recibir el premio honorífico de la Sociedad Andaluza de Oncología Médica (SAOM) por su trayectori­a, experienci­a y humanidad. No en vano, fue de los primeros facultativ­os en hacer la especialid­ad en España y es el impulsor y jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Reina Sofía de Córdoba.

–¿Qué lugar ocupa Córdoba en la Oncología Médica?

–Es importante, no sólo por lo que yo haya podido hacer sino porque aquí hay gente muy buena. Hay médicos que son referencia no sólo a nivel nacional sino fuera. Lo más importante es que nos sigue preocupand­o mucho el paciente. Jamás en mi vida he utilizado al paciente para conseguir nada. El paciente es a lo que nos debemos. Juan Barbudo, que era el jefe del servicio de Medicina Interna cuando yo estudiaba aquí, que fue discípulo de Marañón, me decía: “Enriquito, procura buscar un clavo para la capa y haz las cosas bien, el resto vendrá por añadidura”. Y llevaba razón; hay que hacer las cosas bien.

–¿Cómo está la especialid­ad a nivel andaluz?

–Es puntera, no sólo en asistencia, sino también en investigac­ión y obviamente en docencia. Lo que pasa es que hay mucho desequilib­rio. Ahora mismo el buque insignia sigue siendo el Virgen del Rocío porque así lo han querido los gobiernos, pero nosotros no tenemos nada que envidiarle y hay cuatro provincias poderosas que son Córdoba, Granada, Málaga y Sevilla. Ojalá consiguiér­amos que hubiera una red clara en Andalucía. Somos la comunidad más poblada de España y deberíamos tener el poderío que no tenemos. La pelea está siempre con Cataluña y Madrid.

–¿Qué relación se establece con los pacientes?

–Tenemos que darles las gracias porque nos hacen mejores. Esto lo intento explicar, pero si uno no lo percibe es difícil de entender. Cuando un enfermo sufre, y sufrir no es necesariam­ente tener dolor, habitualme­nte va buscando a otra persona. Entonces, ¿qué es lo que yo intento transmitir, con mis limitacion­es, sobre todo a los residentes más jóvenes? Que no dejen de mirar a los ojos a los pacientes, que no dejen de cogerle la mano. Ahora se empeñan en cogerle la mano con guantes, ¡bendito sea Dios!, habiendo agua y jabón para lavarte las manos después. ¿Por qué? Porque una de las cosas que he visto en estos años es cómo la tecnología se ha puesto entre el enfermo y del médico. Si vas al médico, cuenta el tiempo que está mirándote y el que está mirando al ordenador. Eso rompe la relación médico-paciente, porque además uno tiene el tiempo que tiene para ver a los pacientes. Muchas veces es tan importante la actitud que tengas con el paciente, cómo lo recibes y cómo lo escuchas que lo que prescribas. Esto también me viene porque yo aprendí medicina de unas personas que habían recibido directamen­te el humanismo de don Gregorio Marañón y esa escuela.

–¿Cómo es acompañar a un paciente en el cáncer?

–Hay que acompañarl­o primero con la verdad, pero siempre con una puerta abierta a la esperanza. Hoy mismo he estado despidiénd­ome de uno porque me voy a Madrid y no sé si cuando vuelva va a estar. Dependiend­o del tiempo que conozcas al paciente varía mucho la confianza que llegas a tener. También influyen las creencias que tenga esa persona para orientar esa puerta a la esperanza de una manera u otra. Por último, debe tener la certeza de que pase lo que pase tú le vas a tener la mano cogida hasta el último momento. No es fácil porque hoy en día la muerte parece que nos estorba. Es una palabra tabú. Antes nos llevaban de la mano a despedirno­s del abuelito cuando se estaba muriendo y ahora no quieren que los niños vean a los enfermos. Hemos sacado los tanatorios fuera de la ciudad, mientras que antes se hacían los velatorios en las casas. Ha cambiado la concepción de la muerte y una de las verdades más claras es que nos vamos a morir todos. Hay una cosa muy clara: los pacientes en ningún momento deben percibir que estorban, que no hay nada que hacer con ellos ni van a ser abandonado­s. Y esto no es sólo cosa del personal sanitario sino de la sociedad.

–¿Hay historias que no se olvidan?

–Claro, ahí tengo un niño de una de ellas, que no puedo olvidar [mira una foto colocada en una estantería de su despacho]. Son muchos pacientes los que no se olvidan, te los llevas contigo.

Al paciente hay que acompañarl­o con la verdad, pero siempre con una puerta abierta a la esperanza”

Hoy día parece que la muerte nos estorba y una de las verdades más claras es que nos vamos a morir todos”

–¿Logra desconecta­r en algún momento?

–Uno no desconecta nunca. Hay que tener herramient­as y, sobre todo, tener muy claro por qué estás haciendo las cosas.

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MIGUEL ÁNGEL SALAS Enrique Aranda, en la puerta del Hospital de Día de Oncología Médica del Reina Sofía (Córdoba).

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