Una llamada agónica
Uno de los grandes aciertos de Berta Ares es que su recorrido por la rica tradición cultural de la que bebe Roth no excluye una lectura política, vinculada al momento, bien documentado por el cronista, en el que Europa se encamina a la catástrofe. Aún hoy impresiona la clarividencia del ‘judío errante’, cuyos legendarios excesos no le impidieron ejercer como “profeta de la modernidad”. Escribe Ares que Roth compartía con Arendt “una visión cosmopolita del judaísmo, que consideraron, más que una cuestión de fe, una condición existencial”, del todo opuesta a los nacionalismos, las fantasías raciales o las promesas de redención encarnadas por las dictaduras. Previó el potencial destructor de los nazis –tampoco se engañó sobre la tiranía soviética– y anticipó sus crímenes abominables, sin equivocarse tampoco cuando relacionaba la religiosidad puritana con el hitlerismo, como credos propios de fanáticos. La ‘Leyenda’, para Ares, es también una “llamada agónica a la tradición europea ante su inminente destrucción”, fruto de un impulso rebelde que refunde géneros y referentes para ofrecer un relato híbrido e impuro, justo lo que detestaban sus enemigos. En la “humilde y provisional cabaña de la imaginación”, concluye la estudiosa, glosando los días del Éxodo, y frente a las venenosas consignas de las ideologías totalitarias, Roth siguió defendiendo los espacios de libertad. Job. La historia de un hombre sencillo (1930). Más allá del componente religioso, la cultura judía impregna su literatura no sólo en calidad de fuente, de la Biblia a la cábala, la mística luriana –forjada en el exilio de Sefarad– o el jasidismo, sino también de contrapunto a la cosmovisión que defendían los siniestros valedores de la supremacía racial, que odiaban con tanta mayor inquina a los judíos asimilados. Dando nueva vida a los motivos tradicionales, desde el vínculo sentimental con la matriz hebrea y la creciente afinidad a los valores espirituales del cristianismo, Roth se enfrentaba a quienes pretendían construir la “filial del infierno en la tierra”.
Fruto de un profundo conocimiento de la obra de Roth, de la familiaridad con su estilo sobrio, irónico y vibrante, el detenido análisis de los sentidos implícitos en la Leyenda es una pieza maestra que no sólo arroja luz sobre sus páginas, sino también sobre el sustrato en el que se inscriben las narraciones de otros muchos autores europeos de origen judío. Algo hay en Roth, como señala Julio Trebolle, del guer bíblico, “residente en tierra ajena” o, en sentido religioso, “converso”, aunque no consta que el escritor, pese a su cercanía al catolicismo, llegara a bautizarse. No es que se hubiera quedado sin patria, es que nunca tuvo ni siquiera casa, perpetuo residente en hoteles e inquilino sobre todo de cafés y tabernas, donde pasaba largas horas de ebriedad, entregado a la melancolía pero sin descuidar su voluntad de resistencia. La Leyenda póstuma de Roth puede interpretarse como una fábula de inspiración medieval, una parábola religiosa, un relato romántico o una confesión íntima que describe, pese a su fondo dramático, un “maravilloso camino de gracia”, de un modo ambiguo que siembra la duda pero no niega el misterio. Como de costumbre, la piedad convive con la ironía y resulta por ello aún más conmovedora. La grandeza de Roth, lo que más allá de las trágicas circunstancias de un hombre destruido convierte su muerte en algo liviano y hermoso, como califica el narrador de la Leyenda a la de su personaje, radica en lo que su postrero kaddish u oración fúnebre tiene, en las mismas vísperas del exterminio, de victoria del humanismo frente a la barbarie.
Humanismo. Dando nueva vida a los motivos tradicionales, Roth se enfrentaba a los bárbaros
“La leyenda del santo bebedor”, legado y testamento de Joseph Roth. Prólogo de Julio Trebolle. Acantilado. Barcelona, 2022. 280 páginas. 20 euros.