Teoría del Todo
● Kaku nos pone al día de los esfuerzos para unificar las teorías sobre el universo
LA última entrega del doctor Kaku, campeón indiscutible de la divulgación científica, discurre por las sendas trazadas en sus anteriores trabajos. Si en los más recientes (La física del futuro, aparecida en España en 2011, El futuro de nuestra mente, de 2015, y El futuro de la humanidad, en 2021) apostaba abiertamente por la prognosis y se aventuraba a dibujar el porvenir de nuestra especie aliñando elementos teóricos con otros procedentes de la ciencia ficción, en este que presentamos hoy regresa al campo más estrictamente científico y hace recuento de los últimos avances en cosmología y teoría de la materia. Así, como podrá comprobar cualquiera que repase el índice u hojee los principales capítulos sin detenerse mucho, La ecuación de Dios consiste en su mayoría en una condensación y puesta al día de sus principales títulos sobre el asunto, aquellos que le han granjeado el primer puesto en la democratización de la Física, en particular Hiperespacio (1994) y Universos paralelos (2004). Con lo cual, hay que añadir, constituye una buena puerta de acceso a su obra en particular y a los misterios generales de la ciencia reciente, aunque quizá algo críptica, por demasiado sintética en ocasiones.
En los títulos citados, Kaku suele repetir un mismo arco argumental, obligado, hay que aclarar, por la propia dificultad de las cuestiones a tratar. Suele comenzar (también aquí) con una somera exposición de los postulados newtonianos sobre la gravedad y lo que implican en un universo ordenado al modo de la antigua relojería (la analógica), para pasar luego a explicitar las innovaciones de la relatividad de Einstein; se nos conduce acto seguido a una descripción de la teoría cuántica, con los derivados de Planck, Heisenberg y la interpretación de Copenhague,
terminando con los chascos del modelo estándar, muy útil pero que no acaba de agradar a nadie. A continuación viene el nudo gordiano: la Física sigue encontrándose en un callejón sin salida, porque las dos grandes construcciones que explican nuestra realidad, la teoría cuántica y la de la relatividad, resultan mutuamente incompatibles (el mismo Kaku las llamaba en un libro anterior, para recalcar su heterogeneidad, “el metal” y “la madera”), y al ser traducidas una a otra en términos matemáticos producen absurdos e inconsistencias. Se hace cada vez más necesaria una arquitectura total, que elimine las discrepancias y ofrezca una visión completa del universo como un todo, en vez de un monstruo hecho de apéndices, fachadas, pasillos y escaleras colocados al tuntún.