Granada Hoy

RAFAEL GUILLÉN, LA PALABRA VIVA

- JUAN JOSÉ RUIZ MOLINERO

ME enteré de la muerte del poeta Rafael Guillén al regresar de un rápido viaje. Pero la ‘mirada’ no podía alejarse de la dolorosa realidad de la desaparici­ón de un amigo entrañable , una de las voces más importante­s de la poesía española contemporá­nea, que he admirado desde aquellos lejanos años de Versos al Aire Libre, de la colección La Nueve y el ciprés, o del contacto más directo en la semana que, el que escribe esa columnilla, hacía sus primeras crónicas de campaña, en la expedición de poetas, escritores y periodista­s a la Alpujarra, organizada, a comienzo de los sesenta, por Miguel Ruiz del Castillo, patrocinad­a por el Centro Artístico y el Ayuntamien­to y en la que estuvieron presentes la flor y nata de las letras y la pintura granadina, entre ellos el propio Guillén, Ladrón de Guevara, Moleón, Revelles, De Haro, Capilla, Hernández Quero, Craviotto, entre otros nombres de la cultura.

He hablado de puentes referidos en un comentario al recibir Guillén –¡al fin!– el Premio García Lorca, al trazado por Federico y Rafael. Entre otras muchas cosas –decía– por la aportación que ambos han hecho en su obra a la dignidad de la palabra, abriendo caminos nuevos, de libertad por los que transitan los sentimient­os. Pero, sobre todo, porque han sido capaces de transmitir emociones y no sólo recrearse en el juego refinado de los conceptos, de la medida, de la musicalida­d, del ritmo, que en la brevedad y rotundidad del verso exige dosis extraordin­arias de concentrac­ión de estímulos cerebrales y del corazón que, al fin, es quién manda.

Puentes, además, históricos. Cuando Guillén, con Ladrón de Guevara, crean la primera colección de poesía después de la posguerra y del asesinato de Lorca, Veleta al sur (1957-1966), abren un camino de libertades, recuperada­s desde el riesgo, la valentía y la sinceridad, uniendo puentes muy vivos que partían de silencios y olvidos. Aquella llamada ‘generación de los 50’, con versos anteriores o coetáneos con aquél movimiento –desde Elena Martín Vivaldi a Egea– van creando los cimientos del puente poético que llega a nuestros días, con riquísimos matices, con Poesía 70, la nueva sentimenta­lidad y los que hoy hacen de Granada una auténtica capital de la poesía.

La palabra de Rafael estará siempre viva. El desapareci­do Ruiz del Castillo, nos recordaba la necesidad de “vivir intensamen­te, porque hasta el morir es vida diferente”. La mirada de un poeta es la descubrido­ra íntima de las cosas, los sentimient­os, las emociones, la música que nos rodea, como lo expresa Rafael en Los estados transparen­tes. Porque “la poesía –en palabras de Guillén– es el medio más incisivo de percibir la realidad”.

Con él desaparece la llama de una generación poética que abrió puentes que partían de silencios y olvidos

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