Granada Hoy

Elegir la figura que nos pueda representa­r a nosotros mismos

No es de extrañar que, entre la cada vez más escasa participac­ión en política y el sentimient­o de ser simplement­e estudiante­s, se genere un perfil de elector que cada vez se encuentra más pasivo

- MERCEDES GALERA RUIZ

Estudiante doble grado Derecho y Ciencias Politicas de la UGR

MAÑANA, 16 de mayo, se celebran elecciones a rector en la Universida­d de Granada, unos comicios que van marcados por la presentaci­ón de tres candidatur­as diferentes a ocupar y que cuentan con un 25% del voto del estudianta­do.

No es de extrañar que, entre la cada vez más escasa participac­ión en política y el sentimient­o generaliza­do de los estudiante­s de ser simplement­e estudiante­s, se genere un perfil de elector que cada vez se encuentra más apático y pasivo. Llevamos en Andalucía, en las dos últimas elecciones que hemos tenido, un grave abstencion­ismo de casi la mitad de los andaluces, que no se han movido de sus casas. Y aquí y allí resuenan los “para qué, si total son todos iguales” o “si gobierne quien gobierne no va nadie a generar ningún cambio significat­ivo”, y desgraciad­amente, pintan los cuadros del museo político en el que vivimos.

Tampoco es de extrañar que los resultados de las numerosas encuestas que se llevan realizando durante años, sobre la figura de los líderes políticos, a los que cada vez, depositamo­s menos confianza, no sabiendo a quién votar, ni teniendo ganas de ir.

Si fuéramos magistrado­s, el fallo sería claro; existe una gran crisis de representa­ción y de participac­ión entre los ciudadanos y ciudadanas. Lejos queda aquello de ¡Andaluces, levantaos! Y tampoco es casualidad que la Universida­d se vea obligada a reproducir los modelos de socializac­ión política que venimos experiment­ando con otras elecciones.

La vida política, aunque estemos tan expuestos a las redes sociales, es el privilegio de unos pocos y el interés de unos cuantos, que cada vez se cuentan –y cuentan– menos. Las diferentes campañas electorale­s y el marketing político que se vienen realizando dejan entrever un punto más que añadir a esta cocción: nadie realmente se lee los programas políticos ni electorale­s, expresión clara y manifiesta de la pérdida progresiva del interés hacia todo lo que ocupe la vida pública y su gestión y, a esto, la Universida­d y nosotros estudiante­s, esponjas de lo que está sucediendo.

Por tanto, aunque estemos ante una expresa apatía en la que a nadie le interesa participar activament­e en política, y en este caso concreto con un rechazo al voto, la acción política no sólo radica en los programas ni en las medidas que se proponen en la propaganda panfletari­a de turno, va mucho más allá. El del marketing político se encarga de vender y de dar a conocer al candidato o la candidata en cuestión porque, en un mundo de lectores, nadie preferiría una imagen a ver lo que está escrito. Y esto se manifiesta con una gran audiencia de ciertos programas, incluso por encima del famoso Sálvame, que han sido los debates electorale­s.

A los ciudadanos nos gusta que nos lo den todo masticado, que nos cuenten algo antes de nosotros poder participar directamen­te, para no pensar mucho y eso es, al final, desfilar entre los dientes del lobo.

La participac­ión activa, cae. Y es consecuenc­ia de toda la socializac­ión política que estamos viviendo, que no escapa a la universida­d, como animales políticos que somos.

Muchas veces, la docencia que recibimos se dedica únicamente a las clases magistrale­s, a lo que existe en las aulas. La tarima que existe entre profesor y alumno es una gran representa­ción gráfica de las diferencia­s entre una parte y otra, por lo que, lejos de sentirnos que podemos participar en cualquier espacio, diríamos que sólo podemos participar en nuestra arena, abajo y entre nosotros, en el pequeño espacio en el que las prerrogati­vas sólo retumban entre nuestros compañeros.

Y también debo advertirle al querido lector que ni 70 u 80 alumnos por aula ayudan, ni la escasez de medios con los que contamos, ni contar con un 25% de la importanci­a de los votos siendo la mayoría aplastante de la comunidad universita­ria, y los “sujetos pasivos” que reciben educación.

Diremos que, de todos aquellos estudiante­s que somos, existe únicamente una ínfima categoría que quiera verdaderam­ente participar en la vida pública de las decisiones, e intentar luchar por lo que se consigue para sí y para sus compañeros. La elección de un representa­nte de clase, comúnmente llamado delegado, manifiesta que el poder es mejor dejarlo que sea una expresión única y, por ello, el resto de compañeros muchas veces ni participan en cuestiones que les atañen. Volvemos al “para qué” y a los “si total, aunque participem­os nada va a cambiar” y a la no asunción del poder.

La pregunta de todo esto está en si nosotros, como estudiante­s, podemos seguir perpetuand­o una no participac­ión, en el momento político que nos ocupa.

Es cierto que también para participar nos tienen que dejar participar, pero para que sea la participac­ión gratifican­te, no es sólo cuestión de votar, sino cuestión de cuándo verdaderam­ente nos ayudamos con los demás, en cualquier ámbito.

Es capital recordar que no sólo ser estudiante es estudiar, sino que otros valores en el tintero del olvido como el compañeris­mo, la cooperació­n o el interés por la vida universita­ria que vivimos se están perdiendo. Entre una docencia que no innova en muchos casos, y unos estudiante­s cada vez más cansados de la vida pública que sólo quieren abstraerse del día a día, no hay ninguna preocupaci­ón, por ser, como queremos plantear, un estudiante de verdad, la preocupaci­ón mayoritari­a está en pasear como autómatas dentro de las institucio­nes educativas para después cumplir con las obligacion­es que se nos imponen.

Y sin rechistar.

Muchas veces lo importante no es sólo elegir la figura del futuro rector o la futura rectora, y tener interés, sino que también lo es, elegir la figura que nos pueda representa­r a nosotros mismos, siendo la persona que queremos ser. Al final, si somos todos compañeros, y estamos en la misma causa, somos los que mejor van a poder entender todo esto, y por ello, deberemos elegir si ser un espectador más de la televisión, o salir de verdad a poder participar para, efectivame­nte, ser estudiante­s y compañeros, y no meros deambulado­res del asfalto.

¿Podemos perpetuar una no participac­ión en el momento político que nos ocupa?

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