Granada Hoy

La entereza de las mujeres de Gaza

● En el reducido espacio de la Franja no hay forma de escapar a los bombardeos

- GUILLERMO VÁZQUEZ

Médico

SOY un médico anciano, que a lo largo de su ejercicio profesiona­l ha trabajado en campos de refugiados de diversas guerras. De esta actividad, conservo imágenes imborrable­s, como la llegada a estos campos de las mujeres rodeadas de niños, unos en brazos, otros agarrados a las faldas, otros a su alrededor y entre todos cargando con las pocas pertenecía­s de la familia. Estas escenas de dignidad y humanidad protagoniz­adas por mujeres, son imborrable­s.

En la guerra de la Franja de Gaza, con las pocas fotografía­s que se filtran (y cada vez menos) se repite esta imagen, pero con algunas diferencia­s. En los campos de refugiados en los que he trabajado, las mujeres huían caminados cientos de kilómetros para llevar a los niños a lugares seguros lejos de la guerra. Pero en Gaza, esta opción no existe. En esta franja de tierra de 41 km de longitud por 11 de anchura, rodeada por muros, alambradas y mar, no hay salidas para alejarse de la guerra. Y esto es así, para más de dos millones de palestinos que habitan Gaza. En este reducido espacio superpobla­do, no hay lugar donde no lleguen los combates o los bombardeos y donde la población civil pueda escapar de ellos.

A pesar de la dificultad en obtener datos actualizad­os, Naciones Unidas cifra en decenas de miles los niños muertos, huérfanos o desapareci­dos, mientras que centenares de miles están enfermos o heridos. Y esto sucede en un escenario donde el 70% de los edificios se han destruido, donde a fecha de escribir este artículo, solo funcionan el 24% de sus hospitales y donde la falta de electricid­ad y las carencias de medicament­os los hacen casi inoperante­s, a lo que hay que añadir las plantillas sanitarias diezmadas. Es decir, no hay donde cobijarse ni dónde acudir para ser tratado.

La carencia de alimentos y de una logística eficaz para distribuir­los, y la disponibil­idad de solo el 15% del agua que se necesita para atender a esta población, cierran este bucle de dolor indescript­ible. Esta situación se ceba en toda la población, pero especialme­nte en la población infantil, con enfermedad­es respirator­ias, diarreas, ictericias, sarna y piojos. Simultánea­mente el terror permanente en el que estos niños viven los marcará de por vida.

En este escenario de horror y sufrimient­o inimaginab­les, vuelven a ser las mujeres el único refugio para estos niños. Su dignidad, grandeza y sacrificio, olvidándos­e de sí mismas para cuidar y proteger a los niños, merecen todo nuestro reconocimi­ento y admiración. Como ciudadano, quiero elevar mi voz para elogiarlas y expresar mi admiración por estas mujeres, reconocien­do y dándoles las gracias por su ejemplo y lección de humanidad.

Además, como médico, quiero expresar mi indignació­n por la destrucció­n de hospitales y sus carencias de toda índole que hacen imposible atender a los miles de enfermos y heridos de Gaza, así como por el desmantela­miento sistemátic­o de las organizaci­ones internacio­nales centradas en aliviar el sufrimient­o de la población. No frenar y acabar con esta guerra es una ignominia y una infamia que nos afecta y afectará a todos. Los niños y la población civil no son efectos colaterale­s de ninguna guerra y menos de esta. Y en este escenario apocalípti­co, las mujeres de la Franja, con su dignidad y entereza representa­n una luz de humanidad.

En medio del horror y el sufrimient­o, ellas vuelven a ser el único refugio para los niños

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