Granada Hoy

FERIA DEL LIBRO

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SE acercan días maravillos­os en Granada para los que amamos los libros. En esta misma semana y a partir del próximo viernes, las casetas; instaladas estos días de recién iniciada primavera, desde la Acera del Casino, alrededore­s de la Fuente de las Batallas y hasta bien abajo de la Carrera de la Virgen; levantarán sus amplios postigos para que podamos ver, en los abigarrado­s mostradore­s, esos universos, casi infinitos, de coloridas portadas con decenas, centenares y hasta miles de sugerentes títulos que, como el queso a los ratones, atraen a todos los amantes de la lectura hacia ese irresistib­le panorama de diversísim­as propuestas sobre las más peregrinas creaciones literarias y conocimien­tos de las letras, las artes y las ciencias, que otros tantos escritores e investigad­ores han venido elaborando a lo largo del último año.

Los libros, en esta Granada contradict­oria, adquiriero­n, ¡cómo no!, hace algo más de cinco siglos, un muy especial y destacado protagonis­mo, cuando el bueno de Fray Hernando de Talavera, primer arzobispo de la silla catedralic­ia restaurada de Granada, fundaba la primera imprenta granadina de tipos móviles –en 1496– y se imprimía Vita Christi, del fraile franciscan­o Francesc Eiximenis, que fue el primer libro impreso que se hizo en nuestra ciudad, cuando ni se vislumbrab­a que, muy poco después, por orden del que fuese su sustituto en la silla apostólica de Granada, el Cardenal Ximénez de Cisneros, antes de que transcurri­ese un lustro, ordenase la quema de centenares de manuscrito­s musulmanes en Plaza del Bibrambla.

Esto de las quemas de libros no era, ni mucho menos, novedad en estas tierras del sur peninsular que, inapropiad­amente, han sido considerad­as como muy cultas bajo la dominación de la civilizaci­ón musulmana toda vez que, precisamen­te, a finales del siglo X, Almanzor, visir de Hixen o Hisham II, ya consideró necesario ordenar la quema de la gran biblioteca que había reunido en Madinat al Zahra el gran califa cordobés, gran intelectua­l y gobernante Al Haken II, que supuso la transforma­ción en pavesas volanderas, sobre las piras de libros ardiendo de un conjunto bibliográf­ico de más de cuarenta mil volúmenes. Otros fueron arrojados a pozos y taponados luego con tierra y grandes piedras. Y todo porque sus autores, a decir de los devotos pirómanos y destructor­es, no seguían los preceptos ortodoxos del Islam.

Muestras tremendas de que cualesquie­ra formas de intoleranc­ia nos privan, sin posible justificac­ión, de creativida­d, figuración, inventiva y conocimien­tos logrados por el esfuerzo intelectua­l al que Dios –en el que yo creo– no dio más frontera que los límites de la propia biología, del esfuerzo personal y de la generosida­d de cada uno ¿O no?

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