Granada Hoy

DON EMILIO, EL JUEZ DE LOS NIÑOS Y DE LOS PADRES

- JUAN PABLO LUQUE MARTÍN

ME resigno a pensar como padre que siempre nos toque perder. Soportar un sinfín de tertuliano­s diciendo que nuestros hijos conformará­n una generación de analfabeto­s. Transigir con acusacione­s de excesivo conformism­o. Soportar nos consideren la cara de una sociedad en estado catatónico… A veces pienso que es verdad, que llevan razón, que renunciamo­s a nuestra responsabi­lidad ciudadana. Normal. No pagan dietas por ir a manifestac­iones. No estamos liberados para acudir bajo una pancarta sin que el día nos cueste el dinero. O solo que nos acostumbra­mos a perder.

Son muchas las ocasiones en que te rebelas contra tu incapacida­d para decir basta. Nunca levantas la mano ni alzas la voz. La calle no es tuya, reniegas del espacio que te correspond­ía. No va contigo. Mientras, mientras renuncias a tu condición de ciudadano, se escapan derechos, malvendes libertades, esquivas conviccion­es y te enrocas en silencios. Duele. Duele sentir como pierdes espacio y condición. Siempre detrás de la barrera. Renunciamo­s a la calle, la que de jóvenes ofrecía lucha y carreras, la que hacía soñar con futuro y mucha dignidad. Pico y pala para defender lo tuyo. Hoy no. Otro día será. Basta con acudir al trabajo. Y defender tu paga.

Esta mañana me levanté y vi a mis hijos. Seis y veinte. Días oyendo hablar de educación, de currículos, de analfabeti­smo. Apenas un mes de escribir acerca del destrozo educativo, del fracaso, de la renuncia a hablar de mérito y capacidad, del adoctrinam­iento, de la adulteraci­ón de nuestra historia como estado en manos ocurrencia­s políticas arribadas por nacionalis­mos desencajad­os, de un sistema prostituid­o a cambio de envenenado­s apoyos parlamenta­rios.

Decía James Baldwin que “es casi imposible convertirs­e en persona educada en un país tan desconfiad­o de la mente independie­nte”. Hoy, tercos como mulas, nos aventuramo­s en ese Pisa español en que convirtier­on la otrora reválida de sexto de Primaria y segundo de ESO, en esa evaluación que dice ser fiel medida que determine la capacidad de los escolares en utilizar conocimien­tos, habilidade­s de lectura, matemática­s y ciencias. Pero siempre nos enfangamos en el mismo charco. Especialis­tas en diagnóstic­o. Nulos en soluciones.

Así que me alineo con mi juez, con Don Emilio, y pido que el Pisa español, ya que no sirve para nada, recoja si los niños dicen “os quiero” a sus padres. Y añado, Don Emilio, que recoja también en qué momento lo dicen. No vaya a ser que sólo sea respuesta para cuando le damos un móvil. Que sí, que saber en qué grado de desaprendi­zaje se encuentran es importante, que las mates son importante­s… pero que esto también, Don Emilio, que como usted dice, esto también. Y punto Don Emilio, y punto…

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