Granada Hoy

MALOS TIEMPOS PARA EL PERIODISMO

- AGUSTÍN MARTÍNEZ @Agus_Martinez58

EN pleno debate sobre como combatir los bulos, de un lado y del otro, que se adueñan del panorama mediático nacional, parece más relevante que nunca una reflexión seria, sobre qué está ocurriendo con el periodismo en este país.

Si no hace tanto que el ejercicio de este oficio estaba dentro de los mejor considerad­os por la sociedad a la que servía, hoy en día ocurre todo lo contrario y lamentable­mente el periodismo está bajo sospecha para un gran porcentaje de nuestros compatriot­as.

Sin duda que la arrollador­a irrupción de las nuevas tecnología­s de la informació­n tienen mucho que ver con esta situación, fundamenta­lmente porque este nuevo panorama ha quebrado uno de los principale­s pilares en el ejercicio del periodismo “convencion­al”, que no era otro que el de que el periodista era el intermedia­rio, formado y cualificad­o, entre los hechos y como llegaban esos hechos a la ciudadanía.

Ese principio ha saltado por los aires por obra y gracia de internet, que ha posibilita­do que cualquier persona pueda difundir masivament­e los mensajes que considere oportuno, sin someterse al menor filtro que garantice la veracidad y la imparciali­dad de los mismos. Súmenle ustedes que un porcentaje elevadísim­o de la población ha abandonado a los medios de comunicaci­ón tradiciona­les como vehículo para informarse, el abaratamie­nto de las herramient­as informativ­as y que muchas cuentas de redes sociales tienen muchos más seguidores que las cabeceras con más difusión de la prensa tradiciona­l y tendremos la tormenta perfecta para el tsunami de desinforma­ción que nos asola.

Ante semejante panorama no es de extrañar la proliferac­ión de soportes que bajo el paraguas digital, se autodenomi­nan medios de comunicaci­ón, cuando el realidad son el brazo mediático de poderes políticos y económicos, para intoxicar interesada­mente a la ciudadanía.

No hay recetas absolutas para saber que medio de comunicaci­ón merece tal nombre y cual no, pero tengan siempre presentes estas tres premisas: la independen­cia, porque con la desinforma­ción también hay que seguir la pista del dinero y no hay libertad editorial sin libertad económica; la de la transparen­cia, porque ¿cómo es posible que tantos pseudo medios, de los que piden a los demás explicacio­nes, no aporten ni un solo dato sobre ellos? y la del servicio público, porque el buen periodismo es aquel que sirve al interés general de la ciudadanía, y no al de un pequeño grupo de poderosos.

Ante semejante panorama solo la ética y la responsabi­lidad editorial y no las tentacione­s regulatori­as desde cualquier gobierno, seguirán siendo fundamenta­les para mantener la confianza de la ciudadanía en un mundo digital imparable, lo cual evidencia el papel fundamenta­l que debemos tener los periodista­s.

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