Interview
LA ARTISTA TOTAL
PILAR JURADO | por Ana María Salazar
Pilar Jurado (1968) es una soprano, compositora y directora de orquesta española. Realizó desde 1976 sus estudios en el Real Conservatorio de Música de Madrid, donde cursó piano, canto, composición, musicología, pedagogía musical y dirección de orquesta. Debutó como solista en 1992 con la ópera Antigua fe, de Luis de Pablo, y obtuvo su consagración ese mismo año con su representación de la ópera barroca Viento es la dicha de amor, de José de Nebra. También en 1992 recibió el premio Iberoamericano Reina Sofia, el primero de una larga lista. En 1997, actuó en la reinauguración del Teatro Real de Madrid con la ópera de Manuel de Falla La vida breve. Su exitosa carrera internacional transcurre en escenarios de América, Europa y Asia.
— UNO de los primeros dilemas que aparecen en tu vida y obra es lo que se entiende por diva o no diva, o antidiva. De hecho, has realizado incluso una ópera sobre la anti-diva.
—Bueno, sobre la anti-diva no; más bien sobre los tics que tienen las divas y sobre su doble vida. Todo el mundo piensa que una diva es caprichosa, que todo gira en torno a ella, y la realidad es que en gran parte de los divos su vida está sujeta a los caprichos de otros, a un horario, a unas fechas absolutamente concertadas, a encuentros sociales que no dependen de ellos... y esto es algo que afecta muchísimo a su psicología. Como reacción, lo que he hecho ha sido tomar las riendas de mi vida siempre, en todo momento, y eso me ha permitido tener los pies muy en el suelo, porque es muy difícil tomar tantas decisiones por minuto como las que tomo al cabo del día. Mientras que para muchos divos, gente que se dedica exclusivamente a cantar, la voz se convierte en elemento protagonista de sus vidas, para mí es una parte maravillosa de la mía, pero que se conjuga con muchísimas otras facetas. Yo creo que, si solo fuese una persona que sale a un teatro todos los días y que canta y que ahí acaba todo, me moriría.
Mi necesidad de desarrollar proyectos nuevos tiene que mucho ver con una mente hiperactiva desde que nací y con una visión absolutamente global del mundo en el que vivo: todo me interesa. De alguna manera, lo que intento es transportar eso a mi mundo artístico. La sensación un poco de ser una artista del s XXI, una mujer del siglo XXI, que se dedica al arte, y que cree que con su arte puede cambiar el mundo.
— ¿Recuerdas cuando escuchaste la primera pieza de música clásica, la primera voz femenina o masculina, u orquestal? Porque tu entorno no es un entorno clásico, que esa es una de las cosas que más llama la atención, te enriquece más y te hace más diferente y, por tanto, más versátil que otros artistas de la música clásica que se dedican sólo a ella…
Tengo sensaciones, recuerdos de escuchar cosas, pero no podría decir cuándo exactamente. Si es cierto que coinciden de alguna manera a partir de mis inicios en el conservatorio con ocho años. Mi madre se preocupa y empieza a comprarme todas las colecciones que había de música clásica. A partir de esa edad, recuerdo haberme entusiasmado enseguida con Tchaikovsky, tenía una pasión absoluta por Rachmáninov y su concierto para piano nº 2 y poco a poco empecé a escuchar ese repertorio.
— ¿Quién detecta tu pasión por la música?
—¡Es mi madre! Mi historia es muy bonita. Con cinco o seis años me habían regalado un pequeño piano y un xilófono. Con siete años, era verano, por la noche, habían puesto Strangers in the night en la televisión… Y por la mañana mi madre me encontró reproduciendo esa melodía en mi pequeño xilófono. Sorprendida, fue cuando me preguntó si quería estudiar música. Y así fue como empecé a ir al conservatorio. Tengo que dar las gracias a la perspicacia, a la sensibilidad de mi madre para darse cuenta de que esa niña tenía un don… Mis padres siempre entendieron esto como un hobby hasta el punto que mi padre me advirtió de que tuviese cuidado, porque las notas eran muy buenas en el colegio y, si bajaban, se acababa la música. Las notas no bajaron y continué con la música. Al final, lo que para ellos era ellos era un hobby, para mí se convirtió realmente en mi vida.
— ¿Cuándo decides que puedes escribir música?
—Yo siempre tuve una parte creativa tremenda desde muy pequeña. Mi madre dice que ya con ocho meses me sentaba en la trona y me podía pasar horas haciendo garabatos. Me pasaba la vida dibujando, escribía poesía. Cuando ya tuve las herramientas para poder escribir música, lo que hice es traspasar la creatividad hacia la música. Con once años ya componía. Para mí la composición es una necesidad; crear es una necesidad. De hecho, me paso todo el día con ideas, reinventando el universo en el que vivo. Yo creo que es una actitud ante la vida y esa actitud nació conmigo. El poder tener las herramientas para hacer música, para poder escribir para todos esos instrumentos, para poder saber cómo suena una orquesta y cómo hacer sonar una orquesta, es parte de una información que he ido recabando. Y como todo me emociona, pues todo lo que iba estudiando dentro de la música lo iba incorporando. Estaba estudiando piano, empecé a estudiar canto, cuando pasé ya a la armonía,
“Los artistas canalizamos la energía creativa, y aquellos que
tienen una visión un poco
diferente son capaces de no aceptar el mundo como lo vemos y
recibimos.”
al contrapunto, tenía clarísimo que yo quería escribir, no quería esperar a las clases de composición para hacer mi primera obra. Incluso antes de empezar composición ya había hecho mi primera obra en radio nacional. Con dieciocho años ya estrené. Después, vino la dirección de orquesta. Siempre he tenido una ansiedad inmensa por conocer, por hacer otras cosas, por saber cómo funciona todo. Y, de hecho, la sigo teniendo, me interesa saber hasta cómo funciona cualquier aparatito…. La curiosidad es propia de cualquier cerebro que sea muy activo.
— ¿En tu profesión ha sido más o menos fácil ser mujer?
—Teóricamente, ha sido más difícil de lo que yo lo he sentido. Todo en la vida es bueno, malo, regular, en función también de cómo lo vives tú o de cómo actúas frente a lo que te viene. Yo, en el fondo, no he visto esas cosas porque, de alguna manera, me planté unas orejeras muy grandes que me marcaban muy claro el camino hacia adelante. Yo siempre he ido hacia adelante. Nunca he mirado si había más o menos puertas. Y cuando no he encontrado la puerta para seguir hacia adelante, he encontrado la rendija para colarme y continuar. En lugar de quejarme por ser mujer, siempre he pensado que hombres y mujeres tenemos las cosas difíciles. Esa actitud de no rendirte ante las dificultades te hace llegar muy lejos. Y si evitas saber cuáles son esos techos de cristal, que parece ser que se nos han impuesto, te los acabas cargando sin querer, porque no los ves. Nunca he sabido cómo sería para otra persona que no fuera yo el mundo en el que tenía que vivir. Yo solamente sabía que tenía este mundo, este camino, y que mis sueños estaban por encima de todo, en el sentido de que no iba a haber nada que fuera a echarme para atrás. A veces, no ha sido fácil el camino, pero la diferencia está entre que quieras hacer algo y creas en ti mismo o que no lo creas. Hay momentos en los que el único que cree en ti, en tu proyecto, eres tú y a partir de ese momento tú demuestras a los demás que tenías razón.
— ¿Por qué te sensibiliza tanto todo lo relacionado con los malos tratos a seres humanos?
—Me conmueve mucho. Yo creo que vivimos en un mundo donde hay
una violencia excesiva. Contrasta un poco con ese mundo que nos vendían cuando éramos pequeñas del futuro en el que el hombre habrá evolucionado y todo será tecnológico, lleno de paz, igualdad y concordia. Me parece que nada de eso se ha cumplido y que nuestra civilización está en un claro retroceso en cuanto a las relaciones humanas, en cuanto a la igualdad. Incluso en aquellos países en los que parece que la igualdad ya es algo que está absolutamente protegido por leyes para que exista, no es cierto. Estamos yendo hacia atrás. La crisis económica que hemos visto en los últimos años que, en el fondo, es una crisis de valores muy potente, para lo único que ha servido es para ir hacia atrás en todos estos derechos que habían sido adquiridos, y que me parecían necesarios, me parece que, más que nunca, es importantísimo reivindicarlos y reivindicar el papel de la mujer. Por las razones que sean, la mujer siempre ha ido a lo largo de la historia ganando terreno y perdiéndolo, ganándolo y perdiéndolo. Y nunca, en el fondo, ha acabado de dejar clara esa posición que, sin embargo, en el hombre parecía que es algo absolutamente natural. Me parece tremendo, porque sigue habiendo mucha desigualdad. Esa desigualdad es la que hace que exista mucha violencia. En la medida en que esta crisis ha llevado a una mayor desigualdad entre clases sociales ha hecho que surja muchísima más violencia. Creo que estamos en un momento de duda importante sobre hacia dónde ir y la cultura, que debería
“Todo en la vida es bueno, malo,
regular, en función también
de cómo lo vives tú o de cómo actúas frente a lo que
te viene.”
ayudar, está desapareciendo del horizonte vital de muchas personas.
— Me gustaría hablar del festival que estás organizando, el MadWomenFest. ¿Realmente estás convencida de que el arte hace mejor al hombre?
—Yo estoy convencida de que el arte es el que ha hecho mejor al hombre desde el comienzo. La gran necesidad de plasmar de alguna manera, de sublimar, el presente, de hacer que las cosas sean más bonitas, de buscar el equilibrio, todo eso se hace a través del arte. En una sociedad en la que, por desgracia, las humanidades han desaparecido de la educación y se le está privando al ciudadano de a pie de que disfrute desde la infancia de todas esas artes creo que es un hándicap con el que estamos ahora viviendo. La gente que no conoce, no pide, no demanda. Hay un problema de falta de demanda de la cultura que, en el fondo, creo que solucionaría muchas de las partes de incongruencia que tiene el mundo en el que estamos viviendo. Yo sé, porque lo he vivido y porque lo he visto en muchos otros artistas, que para muchos grandes artistas el arte ha sido la escapatoria de mundos incómodos y desagradables.
Se trata no sólo de crear tu propio universo, sino de salir, de escapar de este mundo, de crear otras realidades, de levantar tu autoestima a través de lo que eres capaz de generar. Creo que crear es algo que engrandece en sí mismo, aunque sea crear algo muy pequeño. Porque es algo que te hace salir de ti mismo y hace que te vuelques en el mundo en el que te mueves. De hecho, las orquestas bolivarianas (yo llegué a conocer a su creador José Antonio Abreu, y a mucha gente que colabora con ellos, como Gustavo Dudamel), una de las cosas grandes que tenían era que sacaban a niños que no tenían futuro, con una autoestima cero porque vivían en barrios degradados. De repente, esos niños eran especiales. Recuerdo uno de los documentales que me hacía llorar porque uno de esos niños decía “yo toco la trompeta” y enseñaba la trompeta con orgullo. En un mundo rodeado de pistolas, para él su trompeta era su arma, era lo que le hacía sentir grande frente a los demás niños del barrio. Los niños que están sufriendo violencia de género y que están en un entorno terrorífico en el que, por desgracia, sus únicos patrones son el del maltratador y la sumisa, o
“Me parece una pena que a estas alturas de la existencia todavía una mujer tenga que estar demostrando cosas que están más allá de lo que tendría que demostrar.”
viceversa, finalmente van a acabar siendo víctimas o verdugos, porque en el fondo es lo que han aprendido. El darles la posibilidad de que estén en contacto con otros niños, otra gente, haciendo algo diferente, creando otro universo a través del arte, creo que es lo único que realmente les puede salvar.
— ¿Cómo se entiende alguien que puede cantar Madame Butterfly y que luego puede estar cómoda con la música más tecnológica?
—Yo me he formado en un mundo absolutamente conservador y clásico. Cuando quiero hacer algo tremendamente purista conozco perfectamente las claves y me encanta hacerlo. Pero también vivo en el siglo XXI y el siglo XXI es el siglo de la tecnología, absolutamente, pero además de una tecnología llevada a unos límites insospechados. Me parece fascinante que todos los compositores y todos los creadores a lo largo de todas las épocas han bebido de la tradición y, al tiempo, han aprendido de lo que tenían a su alrededor, de las tecnologías que iban surgiendo en cada momento. Por mi parte, no creo que pudiera vivir al margen del mundo de la electrónica, porque está ahí. Creo que el fusionarlo y el hacer algo que vaya más allá, pero que vaya más allá con calidad, es simplemente avanzar. Siempre estoy en la vanguardia porque, en el fondo, ya te he dicho que soy una persona muy curiosa.
— Eso lo he podido comprobar porque no me imaginaba nunca que pudiera ver a alguien capaz de cantar a los clásicos con sus cascos, su Mac, su mezcladora…
—(Risas) Siempre trabajé con Mac, desde el principio, nunca con PC. O sea, mi mundo siempre ha sido mi mundo Apple. Me entusiasman todos los programas, me encanta editar video, obviamente hago cosas con programas de edición, pero es que además yo escribo mis partituras y todo el mundo con el que trabajo lo hace con ordenador. En este nuevo trabajo que estoy haciendo también estoy
“Creo que estamos en un momento
de duda importante sobre hacia dónde ir y la cultura, que debería ayudar, está desapareciendo
del horizonte vital de muchas
personas.”
metiéndome por primera vez de cabeza en el mundo de esta tecnología musical, de los amplers, que me permiten probar y jugar… Es un mundo increíble y ese mundo hay que también vivirlo, porque hay que llegar a un sector de la sociedad que, seamos sinceros, no va a ir a una sala de concierto. Yo creo que el artista del siglo XXI tiene que crear nuevos espacios para toda esta gente que está ahí y que no son consumidores de clásicos, pero no es porque no les interese. Porque mira, curiosamente, cuando yo hice mi colaboración con un grupo de rock, con Mago de Oz, de repente hubo un montón de gente de todos los países que me escribía y decía “Yo no sé nada de su música pero me gusta lo que hace y a partir de ahora escucharé a los clásicos”. Y me he encontrado ahora con gente joven con piercing que venían a conciertos clásicos en los que yo cantaba con una orquesta y hacía ópera. Quiere decir, que a veces hay que ir hacia ese otro público y encontrar ese punto en común.
— Si tuvieses que quedarte con un don de los tuyos, ¿cuál sería?, ¿cantar, componer, dirigir?
—No acepto esas limitaciones. Es que no sería yo.
— Pensaba que el piano que te regalaron de pequeña había sido el método para descubrir tu voz, pero ahora veo que no, que para ti todos los dones son iguales…
—No, precisamente el pianito era para descubrir la música. Yo creo que el gran hallazgo en mi vida fue la música. El problema es que vivimos en un mundo en el que todo se compartimenta tantísimo... En el fondo, la súper-especialización lo que hace es gente fantástica en una cosa que jamás puede servirle porque necesita de muchas otras para poder llegar a algún sitio. Muchísimos compositores a lo largo de la historia han vivido la música de forma total, componían, interpretaban y enseñaban y vivían entorno a la música. Yo sigo teniendo quizás esa forma de ver la vida muy renacentista, soy curiosa con todo lo que me rodea y, de alguna manera, quiero aprender de todo. Vivo en el presente; fluyo con lo que me da la vida. Durante toda mi vida me he pasado escuchando una frase que odiaba profundamente que es: “el que mucho abarca poco aprieta”.
Creo que el que hace muchas cosas es porque puede hacerlas, no es porque, cuando no puedas hacerlas, por ley natural decides quedarte con aquello en lo que puedes sentirte a gusto. Es más, la gente que disfruta haciendo lo que hace es porque tiene la habilidad para hacerlo, porque es fácil, porque se siente cómodo. Y yo me he sentido cómoda siempre haciendo todas las cosas que hago y nunca he querido renunciar a nada y, sin embargo, siempre las preguntas de los periodistas insisten con qué faceta prefiero: cantante, compositora, directora…
Y al final, es curioso porque, con los años, un día Antón García Abril, que era mi catedrático de Composición y Formas Musicales, me dijo “nos hemos empeñado todos los profesores con los que trabajaste en decir que tenías que haberte dedicado solo a algo y al final la vida te ha dado la razón porque, en todo lo que has hecho, lo has hecho bien”. Ese día fue una especie de confirmación, de satisfacción inmensa, porque, en el fondo, siempre he ido contracorriente. Siempre he ido haciendo todo aquello que yo sentía que tenía que hacer, pero que todos los demás me decían que para qué, que por qué tenía que abrir una nueva vía. Con todo lo que me ha costado ser yo, no pienso renunciar ni a un miligramo.
“Para mí, la amistad es algo esencial. Creo que soy una persona generosa, pero también creo que estoy rodeada de mucha gente generosa.”