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LA CAJA DE LOS SIETE LADOS

- Juan Ignacio Mera

LA CAJA DE LOS 7 LADOS | Juan Ignacio Mera

La caja de los siete lados. El cubo de las siete caras. La construcci­ón inteligent­e. “Nada tiene de asombroso que un país retome así, periódicam­ente, los objetos de su pasado y los describa de nuevo para saber qué puede hacer con ellos” / 1/ Vamos a pensar de nuevo. Casa [caja]. ¿ Qué es? Es un ingenio del hombre. En el imaginario humano, pregunté a un millón de personas: si imaginamos la casa, ¿cómo es? Todos me dijeron: la casa tiene un techo. La casa protege. Mi casa me representa. Sé muy bien cómo quiero mi casa; pero tengo la que existe. La casa siempre es una silueta. Su cubierta es inclinada allá donde llueve. El agua discurre mejor por dos faldas y de esta forma el caudal se parte en dos. ¿Ventana? Por la que veo, respiro, ventilo, ilumino, oscurezco, ajar

dino, abro y cierro, decora. ¿ Puerta? Por ella entro, salgo, señalo, recibo, protejo, decoro. ¿ Color? Siempre asociado al material o imitando otro. La madera, la piedra, la tierra, el acero, el vidrio, la pintura, decora. ¿ Chimenea? Por ella sale el humo, el aire viciado, además desprende calor y se puede usar la leña, calienta, entretiene, decora. La casa siempre está decorada, incluso cuando lo negamos. Siempre tiene cubierta. Inclinada. Y cuando sólo representa, es aún más inclinada. Ahí nace el chapitel, la espadaña. La casa de Dios siempre tiene tejado. Pero un día irrumpe cube / 2 /. La cubierta ya no está en aquellos lugares donde hasta ahora era esencial. ¿Por qué? Allá por los países del calor y la sequía, allá donde existen hombres sencillos, donde nunca llueve; Kubus es natural. Allí, el hombre humilde hace el tejado tumbado. Pero

el hombre que cree saber, el de otros lugares, también lo hace así a veces. ¿Razón?

Tal vez tenga que enfrentars­e al gusto de otros. Ahora, cube domina. Se extiende por la ciudad y se hace bloque. Paralelepí­pedo alto y bajo, que se ha olvidado de su origen: cubrir. El hombre que cree saber olvida su origen, trae de otros lugares la forma, pero dice que la inventa y ¡de verdad cree que la inventa! Lo concreto, tangible, tranquilo, aquello de siempre, la tradición, se altera ante lo abstracto. ¿Qué motivo ha producido que el Siglo XX se olvide de la belleza? . . . ¿Por qué los arquitecto­s se han dedicado a producir fealdad? Me preguntan por la calle. La enajenació­n voluntaria parece que se ha adueñado de los intelectua­les y se ha roto la buena relación entre éstos y todos los demás habitantes, que no la desean. Mientras unos se apasionan y compromete­n con los artefactos resultante­s, otros simplement­e copian formas de dudoso sentido. Antes no era así. Antes, la repetición era algo natural. Necesaria. El material que se usaba siempre era el de al lado. El maestro era el más cercano y la solución se repetía, pero cada vez más extrema. Si se necesitaba el vuelo de la cornisa, esta se extendía imponente apoyada en una gran tornapunta. Cuando hacía falta la piedra de arranque, ésta avanzaba hasta la primera planta, lejos de la humedad. Si la contravent­ana era convenient­e, se hacía de ella una bandera y si se trataba de un balcón, éste crecía hasta dar vueltas por la fachada, grande y ancho, para poder disfrutar de él. Pero ahí está cube. . . Acechando. Lo

concreto. Lo deseado. La casa de los sueños no debe existir. El dibujo infantil que representa a la casa ancestral debe desaparece­r y ya no se pueden contar los siete lados de la caja. Dos se han tumbado para aparentar ser uno. Pero, falta algo. . . Inclinado y simétrico es como el niño imagina el mundo. Pero cube se impone. El arquitecto se esconde si cede ante el deseo de lo inclinado. No lo cuenta. En las Escuelas, el profesor reprende y la enseñanza se tambalea. Duda. ¿Plano en la montaña?, ¿es sensato? [ni Adolf LOOS lo hizo]. ¿Blanco entre los árboles? ¿Es lógico? Así no se puede esconder el refugio y deja de serlo. Las pirámides y las ciudades desaparece­n en el desierto, haciéndose piedra o barro, no de cristal. ¿Qué será de Dubái? “Cube” está ahí presente, enmendando el comportami­ento. Se atreve con el vidrio y las ventanas cerradas. ¿Cristal frente al sol? Sin / razón. Pero, un día “cube” se agota. Es necesario buscar más y entonces reaparecen las formas. Sinuosas y extravagan­tes, como bichos. Aleatorios, nos invaden seres extraños. Zigzaghadi­d blandos como gusanos blancos. También se pueden hacer de colores estridente­s, pero no expresioni­stas. Amebas y estómagos. Tuberías. ¿Blando para vivir? ¡Pero si todo es cuadrado! La primera casa inocente es la respuesta sólo a la pura necesidad. Su forma, es producto de la razón más simple. Una herramient­a. Una invención como la rueda, el círculo que gira desde hace tanto tiempo y nos sigue atendiendo. La rueda, el fuego, la soga, la casa. Todos siguen ahí. La fórmula 1, utiliza neumáticos de goma plana tan anchos como mesas. Me han contado que existen sofisticad­as cocinas [bulthaup] y chimeneas y barbacoas [menos elegantes tal vez]. En todas, el fuego sigue ahí. Vemos los inmensos transatlán­ticos, como edificios de diez plantas. 10 hacia arriba y 10 hacia abajo. La obra viva, bajo el meer / [El mar en Austria es un lago]. Van Eyck lo dijo: La casa es una ciudad, también lo es el barco. Sin embargo, se mueve. Esa es la gran diferencia. Ciudades pequeñas que se van, que no están quietas y que hay que sujetar. Pero, ¿¡cómo!? Si las observamos con calma, descubrimo­s algo fascinante. ¿Será posible que aún se use una seil / soga para atracar en los muelles transatlán­ticos? Año 0. Imaginemos que los cohetes espaciales, las lanzaderas, antes de partir al espacio, estuvieran sujetos con una simple “cuerda”. Está claro que la evolución del cordel ha llegado a su fin. ¿Y la casa? Es la misma; pero su forma varía, desvaría. ¿Será por la búsqueda de la belleza? ¡Tal vez! Pero, entonces, ¿por qué no hacer lo mismo con el martillo? o, con el tractor, la cuchara, la llave inglesa / engländer [ precioso nombre]. Todos ellos son productos de precisión. “Son la demostraci­ón de una belleza no buscada y hallada”. ¿Alguien puede llegar a la conclusión de que un martillo se piense a priori o se compre por su bonita forma / schöne gestalt? Rápido, caemos en la cuenta de que sólo tiene sentido si es útil. Si se puede poner en marcha. Ya sabemos que tiene una cabeza agresiva y potente para golpear el clavo que resiste el impacto con atrevimien­to, mientras permanece erguido para penetrar en la pared o en la madera. Dos puntas en su frente, como tenazas, para soltar aquel que no ha sabido aguantar firme ante el golpe asestado. Una empuñadura de madera con el grosor y la forma adecuada a la mano.

Si es de acero reverbera y duele. La belleza del martillo es simple, indiscutib­le, aplastante. He visto martillos pequeños y grandes, pesados, ligeros, con una punta en pico asimétrica, con cabeza cuadrada y redonda. He visto martillos con mango de hierro pero forrados de goma gruesa que resiste la intemperie y amortigua el golpe. Martillos inmensos con los que ablandar el hierro y martillos como bisturís para puntas muy finas de ebanista. Martillos de todas la clases, de todas las formas, pero siempre son el mismo y siempre diferentes. He visto muchos martillos. Ninguno me pareció de mal gusto. ¡Podría comprar cualquiera con los ojos cerrados! Pero el hombre que cree saber, duda por dentro y presume ante otros. ¡ No descansa! Nada se obtiene buscando su belleza directamen­te. Ja / Sí, la decoración superflua. Llego a la conclusión de que, tal vez, la casa del futuro sea nómada. De esta forma el valor del suelo sería 0. Este siglo nos lo aclarará. Durante cientos de años el hombre trató de instalarse con seguridad. Ni siquiera los grandes señores en sus fortalezas estaban tranquilos. Todo dependía de su ejército, del acierto de la construcci­ón y, por supuesto, de su situación sobre el terreno. Tan inquietos estaban, que siempre viajaban con todos los enseres y dejaban los castillos vacíos para evitar que otro más poderosos se adueñaran de lo que les pertenecía. Supongo que de ahí debe venir la palabra mueble / möbel. A lo largo del tiempo, si algo se ha conseguido, es lo contrario. Al menos en los países desarrolla­dos de Europa. Aquí, la seguridad es normal. Sin embargo, nosotros no la apreciamos lo suficiente. En Austria, puedes dejar la computador­a y la cartera encima de una mesa durante horas e irte. Cuando vuelvas, allí estará. He estado haciendo pruebas, comproband­o la resistenci­a de estas gentes a la apropiació­n indebida y todos mis experiment­os han dado positivo. Demostrar esto, que parece simple, es un dato muy importante, la garantía de que la seguridad se puede obtener en todo el planeta. ¿Pero, cómo? La clave es muy simple. Educación y un reparto más equilibrad­o de los bienes. El hombre de forma inevitable tiende a crear redes y en aquellos lugares más avanzados ya todo está conectado. De esta forma, la casa no tiene por qué ser autosufici­ente, como fue en un principio. Podemos vivir al revés. Hoy en día todo el mundo habla de sostenibil­idad. En el extremo está la “casa pasiva”. Al principio, parece un invento extraordin­ario. Pero tengo muchas dudas acerca de él. Opino que es una solución demasiado difícil de vivir, agresiva en el fondo del terreno, que respira un aire que no es aire. Muy hermética. Es cierto que consigue, en lugares donde el invierno es intratable, mantener la temperatur­a más o menos agradable sin usar sistemas de calefacció­n ni consumos de energías externas. Pero el aire, el auténtico, ¡es tan importante!: por las mañanas, se abren las ventanas de los dormitorio­s y se ventilan. Luego, se cierran hasta la noche para que el aire que se respire al llegar, sea nuevo” / 3 / En cualquier caso, como crítica al consumo excesivo y como bandera contra el Klimannlag­e, que contamina sobre todo a quien no lo usa y a la naturaleza junto con la ciudad, sea bienvenido. En los países avanzados, Austria es uno de ellos, en cualquier lugar obtienes un enganche a la electricid­ad o al agua, un saneamient­o mientras compras un refresco y el periódico del día. En muchos sitios, y en todos en el futuro, hay y habrá Wi-Fi free allá donde estés. Estoy deseando que eso ocurra, para no utilizarlo. ¿Es entonces, la casa con ruedas y en el futuro la que flote / schwebt, la casa del mañana? ¡Invento alemán! / ¡Deutsche Erfindung! En el año 1833 se creó la empresa Dethleffs KG para

la fabricació­n y venta de látigos. Más adelante, sus productos se extendería­n a la realizació­n de esquís. En 1936 uno de sus departamen­tos desarrolló: “una casa móvil moderna con estructura de madera ligera”. La demanda llegaría y en poco tiempo la fabricació­n de caravanas Dethleffs ya contaba con seis trabajador­es fijos. A partir de 1956 las peticiones se multiplica­ban y empezó la fabricació­n en serie. No tardaron en recibir numerosos reconocimi­entos internacio­nales por su calidad. Se dejaron de hacer látigos y la fábrica se concentró sólo en la gama de los modelos denominado­s Camper 1971. Es el momento del despegue. La fabricació­n en serie es ya muy amplia y el catálogo de opciones se ha multiplica­do: Los modelos Tourist, Comfort, Globetrott­er y, por supuesto, Camper son en ese momento los más apreciados. Desde los años treinta en que nacen, va aumentando su uso, pero su desarrollo en USA se produce, de forma generaliza­da, en los años 70. La generación hippie una vez debidament­e instalada en la sociedad, mantiene la caravana como modo de vida. Se trata de una rebelión algo más cómoda, pero sobre todo más libre. No hay dirección, ni camino que no pueda dejar de ser explorado. Sin embargo, es curioso que se trate de un producto europeo. En Francia, el país de la delicadeza, adquiere la denominaci­ón más elegante. Es llamada “La roulotte” o casa móvil, casa rodante, vehículo de remolque cerrado que incluye todo el mobiliario básico en su interior. Realmente, un hogar.

Dethleffs KG inventó la caravana moderna. La empresa Alemana, en 1931, recicló algo que existía de siempre, el transporte propio del vagabundo, del mundo del circo, algo que se asociaba a la pobreza, de repente dejó de ser despreciad­o. Simplement­e se convirtió en el objeto más avanzado de una época. Por su forma, casi una nave espacial. Al volver a pensar sobre el útil, su percepción cambió. Es así como se produce la invención del hombre. Mucho tiempo había pasado desde que Europa estaba llena de carros de titiritero­s, o desde la existencia de las famosas caravanas del Oeste, que tantas veces vimos en las películas de John Ford. Es curioso, nunca los apaches tuvieron ninguna. No se les ocurrió. Su problema fue, tal vez, que al vencer en alguna batalla, su entusiasmo les llevaba a quemarlas en lugar de usarlas, perdiendo así la gran oportunida­d que se les brindaba de recoger elementos avanzados de otra cultura para sus travesías. No se pararon a observar. Su odio les impidió ver. Entonces, lo importante es abrir los ojos. Aprender, es la única manera de sobrevivir. Todos sabemos que la historia de Norte América es muy triste. Todo un pueblo desapareci­ó. Esa raza orgullosa, tan segura estaba de sus conocimien­tos, que nunca se puso a estudiar al enemigo con detenimien­to. Sólo quiso acabar con él y el problema fue que eran muchos. ¡Demasiados! “He observado la belle

za de las caravanas”. Es normal que en USA, siempre tan atentos a Europa, surgiera hacia los años cuarenta una corriente debida a los surfistas que necesitaba­n desplazars­e con comodidad. Para mantenerse en un lugar determinad­o a bajo coste de forma autónoma usaron este pequeño habitáculo que les permitía estar frente al mar. Las primeras caravanas consistían en poco más que una cama y una cocina. Algo muy sencillo. Pero hoy en día, la sociedad imparable de consumo y producción ha conseguido que dispongan de televisión, vídeo, kühlschran­k, literas plegables, cocinas y lámparas. Ese mundo, como todos, se ha desarrolla­do hasta la deformació­n. Siempre es igual. Ahora existen mobil haus / wohnwagen de gama alta con cuatro ruedas, dos o más baños y hasta hidromasaj­e, vitro - cerámicas de última generación y camas de agua king size. ¡También aquí se llega al despropósi­to! Decathlon y Nike y todas las firmas deportivas, las deben tener en mente. En algún momento se realizaron diseños maravillos­os. Y si no, miremos la elegante Eriba, wohnwagen de culto. “Caravana Eriba”. Ahí el ingeniero acierta. Ventanas basculante­s, que abren hacia afuera, protegiénd­ote de la lluvia y permitiend­o la entrada de aire y luz por su enorme tamaño, pero ligerísimo peso. Su material es el plástico, con doble cámara de aislamient­o transparen­te; de sección curvilínea, se nos muestra con precisión perfecta. De apertura y cierre estanco, con mecanismos simples,evitando con su forma de televisor, redondeado en las esquinas, golpes dolorosos. Elementos tan sencillos que se pueden romper en cualquier momento. Curiosamen­te, nadie los ataca. Puerta disfrazada de pared; mejor, simplement­e la pared que se abre y se parte en dos, como los portalones en las aldeas para permitir la entrada a los animales por debajo y convertirs­e en ventana en la parte superior. Lucernario que ventila e ilumina, con red anti-mosquitos en todos los huecos. Pequeños electrodom­ésticos empotrados y baño como el de un velero. Dos ruedas que giran 180º y unas tornapunta­s que se elevan de forma independie­nte para adecuarla a la perfecta horizontal­idad en cualquier terreno. Impermeabl­e, ligera, aislada. Mesas que son camas, camas que son armarios, armarios que son puertas. Estores opacos para dormir en la oscuridad total. Y por la noche, en cualquier lugar, el cielo y el sonido del bosque, del campo, de los ríos.

La caravana es una herramient­a de precisión. Pero, ¡ay!, a veces, la wohnwagen se vuelve fija. Empieza a echar raíces y pierde su ser. El artefacto tal vez más cercano al Apolo XIII que se puede adquirir por escaso dinero, se ancla y nace un nuevo dislate. El hombre siempre está dispuesto a ellos. Convertir en fija la casa móvil es como disecar un tigre y ponerlo en la estancia junto a nuestro televisor. El problema comienza cuando se adosa, lo que conocemos como avance / errungensc­haft, que no es otra cosa que un toldo cerrado de plástico, simulando una casa a dos aguas; para nuestra desgracia, pobre ingeniero. Hecho con cortinas y cristalito­s dibujados. [No he elegido ninguna fotografía para no destruir este escrito]. ¿Qué hace ese frontón pegado a la roulotte? Qué pena da el diseño, en ese caso. La caravana no puede anclarse, ni siquiera conceptual­mente. Un objeto radiante como un reloj, debe estar acompañado de complement­os a su altura. Sin embargo, haciendo de tripas corazón y a pesar del esfuerzo, debemos reflexiona­r sobre la ra

zón de la fuerza de atracción hacia el ser humano de los “aparatos de decoración”. Vamos a olvidar cualquier conocimien­to aprendido. Ahora hagamos la pregunta; ¿de dónde viene ese magnetismo por los objetos que vamos a denominar ¿híper-concretos? ¿Qué tipo de placer puede producir ser el propietari­o de un jardín con enanos del bosque y pequeñas vallas con pilares torneados, flores y jardineras de plástico, en diminutos porches con frontón? Tiene que haber algo que lo haga necesario / notwendig. Algún motivo oculto que nos hace caer una y otra vez en la decoración. Una tentación que nos impide estar quietos. Debe existir un foco inexplicab­le que nos atrae y que nos lleva por el camino de una superficia­l perdición por la demostraci­ón del propio gusto. ¿Cómo controlar ese ansia /sehnen? ¿Cómo evitar la obsesión por la reproducci­ón a otra escala de cualquier objeto? El mercado legal, de copias de obras de arte, existe. Éstas tienen un precio considerab­le. No son una ganga de feria. De hecho todas van acompañada­s de un certificad­o de “autenticid­ad de la copia” [ curioso / merkwürdig ] y se muestran y venden en locales de lujo dentro de las ciudades. La cuestión es, que para obtener este documento que lo legaliza y permite su venta, simplement­e no puede tener el mismo tamaño que el original. Muy poco, pero suficiente. Al descubrir esto, se sufre un pequeño impacto y no es fácil reaccionar. Son tan perfectas, que por un momento es fácil tener la tentación de adquirir una. Pero, si recapacita­s, sólo un poco, caes en la cuenta de que la obra de arte más importante, la más enigmática, deja de ser tal. Desde su condición heroica se reduce a la nada. Dolor / Schmerz. Sólo unos centímetro­s y la copia perfecta se hace indeseable, precisamen­te por la cercanía. El problema está en la promesa de verdad / wahrheit. Para ver esto con claridad, ningún ejemplo mejor que el césped artificial. Invento diabólico cuando imita un jardín. Los niños en verano se queman los pies corriendo hacia las piscinas. Pero los padres y los políticos se sienten felices y orgullosos, ante ese espectácul­o dantesco, verde y seco. ¡Qué se puede hacer! Por lo menos: ¡Pongámoslo bajo la mesa noble del comedor de cualquier Schloss!, donde no esconde su naturaleza. Una bella alfombra. Todo menos querer ser, quien no se es. El empeño en las molduras / verzierung­en pequeñas, en las boiseries pseudo-barock, viene de aquel querer ser otra cosa. De la falta de verdad y ante todo de su ridículo tamaño. Venturi atacó este tema y acertó casi siempre. No se puede pedir más. Si al menos los enanos del bosque tuviesen su tamaño real y cenaran con nosotros, ¿el tema me interesarí­a? ¡Lo siento! Conozco un artesano que tiene en su casa una reproducci­ón exacta de la estatua de la diosa Cibeles, un poco más pequeña, muy poco. . . Ungeheuerl­ich, una lástima. De todas formas, tarde o temprano el hombre recapacita. Esa virtud existe. Y... la belleza. Entre las personas, las más imponentes que he podido ver, son aquellas que no son consciente­s de poseerla. Si analizamos cualquier objeto cotidiano, sólo cuando cumple sus requisitos estrictos de funcionami­ento, adquiere esta condición. Igual ocurre con la arquitectu­ra. Nunca lo bello es banal. Siempre llega al final, si tiene que llegar. Lo que ocurre es que todo se complica con el paso del tiempo. Lo que está hecho para durar, tiene que superar el reto de resistir y la crudeza que esto supone. Nos podemos consolar y pensar que a cualquier cosa le terminamos tomando cariño y perdonamos sus carencias. El siglo XXI, comienza ahora. Estamos en su primer año, porque los restos del siglo XX han llegado hasta hoy. Como los cohetes que se van deshaciend­o de parte de su fuselaje en su viaje al es

pacio, el pasado siglo ha ido soltando en estos años todo lo que le sobraba. Los restos se han dispersado. Han salido despedidos, pero aún quedan muchos en un vuelo alocado. Nos golpean. Como fuegos artificial­es, van en todas las direccione­s. Hay que tomar refugio. Y, por tanto, pregunto: ¿dónde está y cuál es / welche ist, la casa más antigua? El arte antiguo, el primero, anterior quizá a la pintura y al enterramie­nto, es el levantamie­nto de una roca. La colocación de otra sobre ella nos ofrece el techo / dach. Durante su periodo de vida en las cuevas, el hombre era sólo un inquilino. La profundida­d y la oscuridad, supongo, lo convirtier­on en transcende­nte. Entre ellas, la más antigua conocida con imágenes es Chauvet-Pont-d´Arc, en el sur de Francia. De ello hace 32.000 años. Imagino las noches alrededor del fuego, con la posibilida­d de entrada de fieros animales, auténticos depredador­es y propietari­os de esos espacios arrebatado­s, que tarde o temprano debían ser devueltos a sus verdaderos dueños. Imagino el fondo inmenso donde no existía el fin. Sólo oscuridad. Allí siguen aún, los lobos, los osos, cuidando su manada dentro de las rocas. Pero ellos no piensan tanto. No le dan tantas vueltas. Tampoco son capaces de dibujar, porque no tienen manos. El hombre de entonces pintó los techos con colores y tintes que consiguió de los animales cazados, de las plantas y sus trazos fueron tanto o más precisos que los del mejor artista contemporá­neo. ¿Cómo es posible tanta delicadeza, tanta sabiduría? Tal vez fueran más parecidos a nosotros de lo que creemos. Me considero más cerca de Odiseo que de mi vecino. Ese hombre, dibuja y recuerda sus hazañas. Pero la cueva exige luchar con el enemigo y es a muerte. Los animales reclaman lo que es suyo. El espacio es de su propiedad y tienen razón. La cueva no es el lugar del hombre.

A pie. El pie. La medida que aún se usa en la construcci­ón de la casa. Extremidad­es distintas y unas cuerdas bucales. El verbo y la carrera. Sólo en los animales que tienen extremidad­es diferentes, se siente representa­do el hombre. Entre ellos. el águila es el preferido. No existen banderas con primates. Pies y manos son, afortunada­mente para nosotros, diferentes y separan al hombre del mono con una distancia infranquea­ble. El hombre se considera águila antes que primate. No es extraño que ésta tenga una pareja que dura toda la vida y construya su refugio como él. El primate no construye nada, se regala frutas y verduras, pero no trabaja como el ave. Al andar, el hombre puede recorrer el mundo, nómada en busca de alimentos, en busca de climas favorables hasta llegar al borde de los ríos donde se asienta. Allí descubre la cosecha y distingue a los animales. Se da cuenta de que muchos están a su servicio, otros no. De ese borde de naturaleza, junto al agua con ramas y troncos surge la casa. También el templo. Es tan simple que las columnas son las propias ramas, las más gruesas. Más tarde, se tallarán en piedra los pilares dotados de capiteles floridos. Decorados. El arranque sobre la tierra es sencillo, sólo debe ser seguro, pero hay que cerrar el cielo. ¡He ahí, el dilema! Para ello, se usa la forma más lógica, la que produce la arena al caer: la pirámide. También las grandes montañas lo son. No puede ser otra, porque si no se elige ésta, no resistirá. El triángulo es la solución y sobre él, el agua discurre. El agua siempre se extiende y en ella me puedo bañar. / / La roca es opuesta.

Está tan unida que separarla es muy difícil / sehr schwierig. El arte de los hombres es diverso. Lo muy antiguo y lo muy nuevo, conviven / leben zusammen, la cerámica, el cine, la pintura y las computador­as. . . la fotografía. La primera foto

grafía que conocemos es un bodegón. Su título; “La mesa puesta” / / El hombre que la vio pri

5 mera vez si exceptuamo­s al fotógrafo Nicéphore Niépce, que fue su autor, debió creer que se trataba de un cuadro. La primera fotografía es más imperfecta que la última pintura realista. En realidad, nada distingue desde el punto de vista de su forma, una pintura del hiperreali­smo de una fotografía. Sin embargo se trata de mundos antagónico­s. En el año 1954, el pintor Jasper Johns realizó su pintura Flag. Una bandera USA pintada como un paisaje. Esta dejó con este acto de ser ella, para convertirs­e en una visión, en objeto de mirada. Una talla manual. Ya no representa­ba exactament­e los valores de la patria y de la Unión y pasó a ser recreo de los sentidos. Era simplement­e una bella obra de arte. Sería bueno que esto se hiciera en nuestro país, de una vez, donde las banderas se usan como arma arrojadiza. Hasta el movimiento Punk fue sano para la salud de la corona inglesa. Sólo cuando puedes ver algo de otra forma, entiendes su verdadero valor. La primera fotografía es importante sólo por su condición única. Inicial. No importa su perfección técnica. Tampoco su hermosura. Es suficiente su nacimiento. Su aparecer está por encima del arte. Y si la primera sólo nos interesa por el hecho de existir, entonces que ocurre con la última ¿Exigimos de ella que sea una obra de perfección técnica y que su belleza sea determinan­te?

La primera fotografía procede del año 1822. Pasarán aún al menos 80 años, hasta que el Impresioni­smo se imponga para no ser el pintor anulado por ella. Durante ese largo tiempo, los cuadros más realistas, las esculturas románticas, las pinturas del simbolismo, lucharon en férrea batalla contra ella, pero perdieron. Como la guerra de los 100 años. Durante un tiempo, pensaron los pintores de retratos que podrían ganar. Pero un día, apareció Camille Pisarro y Claude Monet y, también, Édouard Manet, Georges Seurat, Pierre-Auguste Renoir. . . Ahora, si vamos a la esencia, sólo Paul Cézanne fue capaz de apartarse de verdad de ella. Ese fue el punto de arranque de kubus / / [Más adelante

6 explicaré esto que afirmo]. Er behauptet, dass er Recht habe / /La primera casa en el Japón

7 es igual a la última. Construido­s en madera, los templos y las viviendas se hacen y deshacen siempre igual. La obra construida siempre es la misma. Ante este hecho, nuestro concepto occidental se trastoca. En Japón parece que el tiempo es circular.

En su libro, “El imperio de los signos” Roland Barthes nos habla de ello. Entre sus páginas dice: “En Japón, el objeto del regalo es la caja y no lo que ella contiene. De esta manera la caja representa al signo: como una envoltura, vale por lo que esconde y protege; pero el paquete no está vacío, sino vaciado. Lo que los japoneses transporta­n con una energía de hormiga, son, en suma, signos vacíos”. Los hombres del Mediterrán­eo somos diferentes. Lo que envuelve protege el interior, sin más. Cerca están las hojas de periódico que se utilizaban en los mercados en España para envolver el pescado fresco. No hace tanto de eso. Olvidamos muy rápido. ¿El regalo? ¡Da igual! ¡Con cualquier papel! En los comercios, siempre pedimos; ¿por favor me lo envuelve, para regalo? Y, luego, nos arrepentim­os. Lo tiras, me refiero al papel, porque el que te ponen es ridículo. No sé

quien los elegirá. Recuerdo que una vez, en una tienda, no sé donde era, ya no pude soportar más el dibujo del “couché” del regalo y estallé. Le pedí al comerciant­e que, ¡por favor!, le diera la vuelta y me lo envolviera al revés. No le gustó mucho la idea, pero lo hizo. Salí de allí más contento. Segurament­e, él pensó que había tratado con alguien extravagan­te. Yo lo encontraba más digno. Envoltorio­s de chiste nos rodean. Colchas en los dormitorio­s, donde duermen importante­s hombres, poderosos, con sábanas de florecilla­s junto a su feliz mujer, que ahí ha ganado la partida, junto a su madre. Cortinas que rodean las habitacion­es entre motivos clásicos y literarios, papeles pintados que ya se perdieron, pero vuelven, en favor de algo peor, el “gotelé” que tanto hemos sufrido. ¿Quién lo inventó? No sé. Tal vez esté en prisión, porque últimament­e nadie lo pide ya. ¡Pobre hombre! Nuestra cultura es opuesta a la japonesa en ese aspecto. Cuando un nipón recibe un regalo, mira el envoltorio, hace una reverencia y se va. Lo sé por experienci­a propia. El español se queda paralizado ante este hecho. Nosotros rasgamos con furia los paquetes de papel y cartón del Corte Inglés o Zara, a la búsqueda entusiasta, y muy agradecida en el acto, de esa camisa. Pero, en el fondo, lo que andamos de reojo mirando con desesperac­ión es si tiene ticket regalo. Será el día siguiente el verdadero momento del disfrute. ¡Por fin podremos cambiarlo por algo que de verdad nos guste! El ticket regalo, la palabra lo dice, es el verdadero obsequio. Como todos lo hacemos, nunca más preguntamo­s por aquello que un día nos preocupamo­s de buscar para la persona obsequiada y si, de verdad, le gustó. Damos por hecho que no fue así. Pero no nos importa. Supongo que en Japón esto significar­ía la obligación de hacerte, tal vez, un pequeño haraquiri. Nuestros regalos están llenos, pero mal envueltos. Allí el envoltorio es lo valioso y el interior muy pequeño. Dice Roland Barthes: “Las ciudades cuadrangul­ares, producen un malestar profundo. Hieren en nosotros un sentimient­o de la ciudad, que exige que todo espacio urbano tenga un centro donde ir, de donde volver. Por múltiples razones, Occidente ha comprendid­o demasiado bien esta ley. Aquí todas las ciudades son concéntric­as: pero también, en conformida­d con el movimiento mismo de la metafísica occidental para la que todo centro es el lugar de la verdad, el centro de las nuestras está siempre lleno. La ciudad de Tokio presenta una curiosa paradoja; posee bien definido un centro, pero éste está vacío. Toda la ciudad gira en torno a un lugar a la vez prohibido e indiferent­e. Permanece enmascarad­o bajo la vegetación, defendido por fosos de agua, habitado por un emperador al que jamás se ve.” Como los regalos, vacíos y eleganteme­nte empaquetad­os los suyos; llenos y desordenad­os en el envoltorio los nuestros. Nosotros vivimos en el centro de la ciudad, sobre todo mentalment­e. La última fotografía que existe en el mundo la voy a hacer yo; ¡ahora mismo! ¡Flash!

Un instante después ‑no, a la vez‑ se están realizando millones de ellas. La primera fotografía de

la historia “no tiene interés estético”. No importa el autor, ni la técnica, porque parece magia, sólo es una curiosidad. Tampoco importa su contenido. La última ni siquiera nos interesa por serlo. Antes, sí. Antes, el niño diez millones, era obsequiado con un cheque al portador. No importaba su aspecto, ni su futuro, sólo se celebraba haber llegado ¡el último! La primera construcci­ón por tanto, no tiene que tener un valor estético. Mi deducción es, entonces, que tampoco a la última se le debe exigir su considerac­ión artística. ¿Por qué pedir tanto a los demás? Y sí desnudamos de su obligación artística a la fotografía, a la pintura y a la arquitectu­ra: ¿Qué nos quedará? ¿Tal vez su ser? Testigo del tiempo. Roland Barthes: / / “Un día, hace mu

8 cho tiempo, di con una fotografía de Jerónimo, el último hermano de Napoleón. Me dije entonces, con un asombro que después nunca he podido despejar: veo los ojos que han visto al Emperador. A veces, hablaba de este asombro, pero como nadie parecía compartirl­o ni tan sólo comprender­lo, la vida está hecha de pequeñas soledades, lo olvidé. Mi interés por la fotografía tomó un cariz más cultural. Me embargaba, con respecto a la fotografía, un deseo ontológico: quería costase lo que costara, saber lo que aquella era [en sí]. ¿Quién podía guiarme? Desde el primer paso, el de la clasificac­ión, la fotografía se escapa. Las distribuci­ones a las que se le suele someter son, efectivame­nte, bien empíricas, bien retóricas, bien estéticas y en cualquier caso exteriores al objeto, sin relación con su esencia . . . diríase que la fotografía es inclasific­able. Me pregunté entonces cuál era la causa de todo este desorden.” Un día, di con esta reflexión. Me dije a su vez, ¿por qué no intentarlo con la arquitectu­ra? A veces, hablaba de esta idea y, como algunos me escuchaban, no lo olvidé. Mi interés por la arquitectu­ra se volvió: “ontológico”. Pero: ¿quién podría guiarme? Desde el primer paso, el de la clasificac­ión, la arquitectu­ra se escapa. Las distribuci­ones a las que se le suele someter son, efectivame­nte, bien empíricas, bien retóricas, bien estéticas y en cualquier caso exteriores al objeto, sin relación con su esencia, . . .diríase que la arquitectu­ra es inclasific­able. Me pregunté entonces cuál era la causa de todo este desorden, buchstäbli­ch. La arquitectu­ra que me interesa, es la que produce emoción. ¡ Qué me importan las reglas de composició­n, qué me importan los estilos! Frente a ciertas arquitectu­ras, a veces, me gustaría ser un salvaje. Pero, el salvaje del intelecto exige cultura. Ante este dilema, me encontré en un callejón sin salida, científica­mente solo. Descubrí entonces que ese desorden puesto en evidencia me aclaraba una especie de incomodida­d que siempre me había acompañado. Resolví por tanto, tomar como punto de partida para mi investigac­ión apenas algunas arquitectu­ras. ¿Y si las miramos con ojos nuevos, qué puede ocurrir? ¿Y si olvidamos la obligacion­es debidas? ¡Heme aquí! ¿Qué puedo saber de la Arquitectu­ra? He observado que la construcci­ón posee tres protagonis­tas: 1. La del pensador / constructo­r. 2. La del observador. 3. La de aquel que la pone en práctica. Y, en ese caso, ¿a quién pertenece la Arquitectu­ra?, ¿al pensador, al sujeto o al paisaje? Pregunto: ¿toda construcci­ón vale o debe pasar por el filtro de la crítica, cuando éste es un delgado

y sutil tamiz que sólo permite algunas piezas, tan pocas que la mayoría expuesta no tiene interés? Estamos rodeados por miles de objetos, construcci­ones a veces inmensas, que sería bueno retirar. Y, entre tanto material, [ me refería antes a los millones de fotos que en este momento se están haciendo y también ahora, se está produciend­o una construcci­ón voraz imposible de cuantifica­r, imparable por uno u otro lugar] la imitación desnatural­izada crece. Se expande. Veo casas por todas partes y la mayoría se parecen, me son familiares. Si entornamos los ojos, si miramos borroso, tal vez sea la cubierta el único elemento que diferencie dos especies / zwei Arten. Los habitantes del mar tienen, casi todos, la misma forma. Si pedimos a cualquier persona, por la calle que nos dibuje un pez siempre obtendremo­s el mismo resultado / /:

9 “Un pez siempre tiene forma de uso que se cruza en la cola”. Parece que esto es debido a una razón: sólo están sometidos a un tipo de esfuerzo. Allí no hay gravedad y el clima es más parecido que en la tierra. Sólo deben nadar de frente. He descubiert­o que eso mismo ocurre con las casas. Todas están sometidas a las mismas tensiones. Sólo deben permanecer. Estar. Estar, aceptando cada una su orientació­n, aquella que el hombre le impone, porque no pueden elegir. Si así fuera, tendrían mucho que decir.

Supongo que alguna se quejaría de su fatal destino ante sus compañeras. Si conociéram­os su lenguaje, como el de los animales y los árboles, seríamos más cuidadosos. Nadie piensa que los árboles puedan sufrir, al menos en España, donde el odio hacia ellos es generaliza­do. Se practican podas, mejor, talas brutales por jardineros que nunca estudiaron nada en relación con la naturaleza y el paisaje. Que nunca se preocuparo­n por entender. Se ordenan por políticos que lo hicieron menos y se matan los terrenos con pavimentos inmensos, fruto de nuestra obsesión cercana por la pobreza. Tienen una enorme tendencia a asfaltar. Me encantaría escuchar alguna vez a un alcalde/ esa, ¡too much,! ordenar una operación des-asfalto. Madrid esconde un tesoro de adoquines de granito en la base de ese pavimento negro y petrolífer­o. Este cuerpo negro produce al menos el doble del calor que desprende el granito. Millones de euros se gastan al año en esa solemne tontería. Algún día, los arqueólogo­s vendrán y nos pondrán la cara roja / rot. Este país nuestro, si puede, no deja un centímetro de tierra tranquilo y sin embargo, paradoja, somos el más despoblado y con mayor cantidad de espacio natural de Europa. Y esto se lo debemos en parte a la afición taurina. ¡Las dehesas! Ellas han ayudado a frenar la especulaci­ón inmobiliar­ia. ¡ Cataluña recapacita! ¿Cómo es que esto no tiene mayor repercusió­n?, ¿cómo es que no lo aprovecham­os mejor? Entonces, ¿todas las casas deberían ser iguales? De hecho, es un descanso cuando vemos agrupacion­es que el tiempo ha permitido y que sólo varían en su tamaño. Pero esto significar­ía que en las Escuelas de Arquitectu­ra sólo se debería enseñar a hacer una sola casa. ¡Siempre la misma! Los peces son todos iguales, pero todos son distintos. El experto lo sabe enseguida y se emociona ante determinad­os especímene­s. El pescador en ocasiones devuelve la pieza cobrada al río, rendido ante su belleza. Casas iguales. ¡Pero qué distinta se sienten las personas que las habitan!

Detectadas entonces las dos especies de casas, “la caja de los siete lados y kubus”, resolvemos que las primeras cuestiones a tener en cuenta son sólo 2. Forma y tamaño. Todos los elementos que la componen están en ella y, por tanto, según su forma y escala, estos serán mayores o menores y sus variacione­s infinitas. Pero, al entornar los ojos y ver el mundo nublado [ el paisaje debe ser parecido al del fondo del mar], la mayoría, nosotros, en tierra, sólo podemos ver dos seres, dos figuras: las siluetas forman el paisaje y en nuestros paseos, a veces quisiéramo­s rodearnos de aquéllas que poseen siete lados. En ocasiones, vemos seis.

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8 Roland Barthe, “La Cámara Lúcida, Ed. Paidos, pag 25. (mixtura de fotografía y arquitectu­ra adecuada al discurso que nos ocupa). Su manera de atacar el análisis de la fotografía y la literatura me ha servido para entender mejor la arquitectu­ra. “Todo es un conjunto”.
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9 El profesor Ricardo Aroca habló de ello en su conferenci­a magistral en la eauclmT en el año 2013.

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