Habanos

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ació al lado de la hamaca, en la que su abuelo lo mecía mientras le cantaba décimas y sones fumando tabaco. Constituye ese, uno de los mejores recuerdos de su infancia. “Su aroma siempre me traslada a esos momentos en que, sentado en su regazo, escuchaba sus historias y canciones”.

En Manaca Iznaga, cerca de Trinidad, descubrió siendo un niño, que la música la llevaba por dentro. Y aunque algunos se asombren hoy de su potente voz, lo cierto es que antes de aprender a tocar el punto guajiro en una guitarra que sus padres le regalaron y de tomarse en serio los estudios de ese y otros instrument­os, Alain Pérez comenzó cantando.

Solo nueve años tenía cuando viajó a Cienfuegos a poner a prueba sus cualidades vocales y no regresó. Allí inició su trabajo en la agrupación infantil Cielito lindo, cuando aún desconocía que dedicarse a la música exige sacrificio, esfuerzo, disciplina. Después se concentró en los estudios académicos de guitarra, y “como la voz es el mejor instrument­o para esparcir todo lo que se tiene en el corazón”, creó Alain y su síncopa junto a muchos amigos de la Escuela Nacional de Arte.

Alain Pérez empezó a andar por el camino musical con éxito y reconocimi­ento, cuando la suerte le puso a Chucho Valdés delante con la propuesta de integrar Irakere como cantante y tecladista. Fue la puerta. Luego tuvo la invitación de trabajar como bajista de la banda de Isaac Delgado, cuando ya su interés por tocar otros instrument­os se convirtió en realidad.

Desafío es la primera producción discográfi­ca que como solista lanzó Alain Pérez en España, luego de decidir que era el momento para ello. Terminó la gira con Isaac Delgado y sus músicos y echó a andar en esta aventura musical que le trajo no solo la oportunida­d de lanzar sus discos En el aire, Apetecible y Hablando con Juana, sino ante todo la posibilida­d de aprender y compartir con músicos excelentes de diferentes géneros.

“Tú vas a terminar cantando”, le auguró el Maestro Paco de Lucía, con quien Alain trabajó como bajista durante una década, y quien le inoculó el “virus” del flamenco, visible tal vez no en sus interpreta­ciones vocales, pero sí en las composicio­nes y arreglos.

Regresar a Cuba era un anhelo y la muerte del querido guitarrist­a español fue el acicate para hacerlo. Alain Pérez vino a su tierra para seguir haciendo de la música su forma de vida, para continuar con el legado y la tradición de los grandes que tanto admira, para hacer su aporte en la escena musical y para las grandes generacion­es.

Así lo demostró en el 2016 durante la edición XVIII del Festival del Habano. Fue esa su primera participac­ión en el evento y admite haberse sentido “afortunado”, pues compartió escenario con músicos de la talla de Chucho Valdés y el cantautor uruguayo Jorge Drexler.

“Necesito hacer música porque eso me hace feliz. A la música le agradezco lo que soy, lo que he hecho. A genios como Miguel Matamoros, Celeste Mendoza, Arsenio Rodríguez, Celia Cruz, Juan Formell, Benny Moré, Omara Portuondo y otros, les debo respeto y admiración. Por ese compromiso moral y espiritual que adquirí después de nutrirme de su savia y de compartir, incluso, con muchos de ellos, cuido mucho mis textos y melodías, para sentirme bien conmigo mismo y ofrecerle al público los motivos suficiente­s para que al cabo de cinco o diez años recuerden mi trabajo”.

Alain Pérez es incansable en la búsqueda de su propia sonoridad, esa que marque la diferencia en el panorama musical cubano. Su más reciente fonograma, ADN, se acerca en gran medida a lo que desea. “El disco consolida el sonido que mostré en el anterior, pero tiene más cubanía, más energía de este país y de este pueblo, porque es un álbum hecho totalmente en Cuba”.

“Es este álbum, el de los 40”, como dice. “Está bendecido, no por la nominación reciente a los Grammy, sino porque canto un tema con Omara Portuondo, porque también me acompañaro­n Rubén Blades, el Guajiro Mirabal, Barbarito Torres, El Micha, William Roblejo, Rolando Luna, la clarinetis­ta Coqui... todos excelentes músicos. Es el disco en el que presento lo que quiero hacer, en el que lo arriesgué todo por el sonido Alain Pérez”.

Su padre, Gradelio Pérez, ha sido en gran parte el guionista de esta historia musical que Alain continúa disfrutand­o. Es el compositor que, aún combinando su estilo con el trovador espirituan­o Juan Antonio Gómez Gil, le imprime un sello particular a los temas que defiende su hijo.

Todo lo que se traduzca en música y autenticid­ad lo involucra. Por ello su participac­ión en esta XX edición del Festival Habanos, en la que presentará el tema Bemba colorá, de su último disco, y dará la primicia de tocar el tres en un escenario por vez primera.

“Cuando se hace la música de corazón, cuando se es feliz compartien­do la cubanía del ADN que corre por mis venas, nada puede detenerme”.

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