Coleccionar es también crear
VITÓLFILO VEHEMENTE, ORLANDO ARTEAGA ABREU ATESORA UNA COLECCIÓN VALIOSA DE ANILLAS Y HABILITACIONES CUBANAS, LABOR QUE LO HA LLEVADO A SER CONSIDERADO UNA DE LAS MÁS SOBRESALIENTES FIGURAS DE LA VITOLFILIA CUBANA
“En Cuba se cosecha y se produce el mejor tabaco del mundo. No hay otro como el nuestro, por eso cuando decidí coleccionar anillas y habilitaciones, preferí lo cubano. Mi pasión por el mundo de los Habanos se explica por esa calidad incomparable”.
Vitólfilo vehemente desde 1980, Orlando Arteaga Abreu, posee 4291 anillas que recogen, fundamentalmente, imágenes de personalidades de la cultura y de la política, aunque también pueden encontrarse en sus álbumes banderas y aves, entre otras temáticas. Orgulloso además de atesorar alrededor de 400 habilitaciones, el fundador de la Asociación Vitolfílica de Cuba (y presidente de ella durante una década) confiesa que años atrás, cuando fumaba, prefería la vitola Lusitanias, de la marca Partagás: “Inolvidable su aroma, mi preferencia innegable”.
La mayor parte de los vitólfilos organizan sus colecciones por temáticas. Entre las más buscadas se pueden mencionar las vitolas de retratos, banderas, fauna, flora, deportes, transportes, heráldica, edificaciones y marcas comerciales. Fundamental en ese quehacer de la Vitolfilia es la Habilitolfilia, que consiste en la tendencia de recolectar habilitaciones, o sea, las etiquetas utilizadas para decorar, por dentro y por fuera, las cajas de tabacos.
Pero para el ganador de siete trofeos en concursos vitolfílicos efectuados en España, además de otros premios y reconocimientos en Cuba, entre ellos el Premio Vitolfílico a la Obra de la Vida en el 2010, una de sus grandes posesiones y que exhibe con profunda emoción es el cuadro que le obsequiaron con las siete anillas que resumen la evolución del Habano Cohiba. “Me han ofrecido mucho dinero por este cuadro, por estas anillas, pero no lo vendo. Para mí tiene, ante todo, un valor sentimental, y es parte de mi vida”.
La historia de las anillas y las habilitaciones cubanas es vasta y asombrosa, desde que en el siglo XVI comenzó en Cuba la cosecha de tabaco con carácter comercial. A partir de ahí surgió un arte utilitario vinculado al negocio de las diferentes formas del producto y un interés por todos los objetos relacionados con el hábito de fumar, como encendedores, cajitas de fósforos (cerillas), pipas, boquillas, envases, ceniceros, entre otros.
Graduado en Ciencias Jurídicas por la Universidad de La Habana en 1985,
Arteaga Abreu ha dejado su impronta en el desarrollo de la vitolfilia cubana. Su pasión nació en 1979, cuando comenzó a trabajar como vicedirector de la agencia encargada de la publicidad en la Empresa Cubana del Tabaco, pues allí se vinculó a los coleccionistas, muchos de los cuales le obsequiaban alguna pieza. De esa manera, quizás por las circunstancias y un amor que lo conquistó irremediablemente, empezó a aunar su tesoro.
Reconoce que coleccionar no se limita a acumular piezas. “Es necesario estudiar, investigar, organizar y así seleccionar lo mejor. Hacer una colección requiere esfuerzo, dedicación y otorgarle el valor que requiere. Cada pieza encierra una historia y poseer una colección de este tipo permite que el conocimiento y la cultura crezcan cada día”.
Autor, además, de magistrales ensayos entre los que sobresalen Fábricas, fabricantes y marcas de tabaco (1997), Apuntes para una historia de la vitolfilia universal (1999) y Marcas Cubanas de Tabaco del Siglo XIX (1999), actualmente se desempeña como vocal de la Junta Directiva Nacional de la Asociación Vitolfílica Cubana y conserva desde las más antiguas hasta las más modernas piezas, “y mentiría si te digo que prefiero una a la otra. La coherencia en la colección completa es lo mejor”.
Lamenta el octogenario conocedor que hoy en día los más jóvenes no se sientan atraídos por el atractivo mundo de las colecciones relativas al tabaco. “Es maravilloso hojear un álbum, recordar momentos, intercambiar con otros coleccionistas, ver crecer tu pasión… Desear es tener, y tener es crear”, sentencia ese hombre sencillo que encontró en el mágico mundo de los Habanos, una forma de vida tan desbordante como extraordinaria.
DESDE QUE EN EL SIGLO XVI COMENZÓ EN CUBA LA COSECHA DE TABACO SURGIÓ UN
GRAN INTERÉS POR TODOS LOS OBJETOS RELACIONADOS CON EL HÁBITO DE FUMAR