El mito de la torcedora y el seductor
LA SENSUALIDAD, EL HECHIZO, LA TENTACIÓN INDOMABLE Y EL DESEO COQUETO HAN SIDO ELEMENTOS ASOCIADOS A LAS DIVERSAS REPRESENTACIONES ERÓTICAS QUE SOBRE EL TABACO SE HAN BORDADO. EL HABANO, CUAL EROS HUMEANTE, SE SABE CAUTIVADOR
Cigarrillos para las damas; puros mordidos por dientes de hombres. Estereotipos que a lo largo del tiempo se han impuesto en el imaginario de la cultura occidental. La muchacha que deambula entre las mesas de un cabaret, generalmente blonda, con labios pulposos y mirada lánguida, entre gángsteres y jugadores de póker,
que fuman desesperadamente a la caza de la fortuna o del disparo fatal. El galán añoso que sostiene en sus dedos un grueso tabaco para afirmar su masculinidad o el capo que ofrece al adversario un petit Edmundo antes de rendirlo en un chantaje. Cosas de Hollywood. Cosas del arte y de la vida real.
Me inclino definitivamente por Carmen, la de la novela de Prosper Merimée y la ópera de George Bizet. Cuánta pasión rezuma, en la narración, don José Lizarrabengoa, ex militar de Elizondo, al contar la historia de sus amores con Carmen, la sensual gitana que se cruzó en su camino, lo apartó del ejército y lo arrastró hacia los bajos fondos; él, ciego de amor, atado al Tuerto, a quien acuchilló en una pelea, para al final verla con el torero Escamillo y, al sentirse desdeñado, matarla y entregarse a la justicia. Ese don José que describe así a la amada: “Su piel, de una impecable tersura, tenía tono cobrizo. Sus ojos eran algo oblicuos, pero de una forma admirable, sus labios carnosos, de bella línea dejaban ver unos dientes más blancos que almendras peladas. Su cabello era de una negrura… largo y brillante. Era una belleza rara y agreste, su rostro… se tornaba inolvidable”.
Carmen, la torcedora en la fábrica de tabaco de Sevilla. En la ópera, soprano dramática, asumida por grandes voces de nuestro tiempo, María Callas y Victoria de los Ángeles, Jessye Norman y Teresa Berganza. La Carmen, que envuelta en el olor de las pacas de hojas de tabaco listas para ser procesadas, canta una de las más bellas melodías que se hayan escuchado –y perduran.- en la historia del teatro musical: L’ amour est un oiseau rebelle (El amor es un pájaro rebelde).
Nueve años atrás, en un acto de justicia poética, Carmen regresó al punto de partida en Sevilla. La compañía teatral Producciones Imperdibles montó una versión dramática de la novela de Merimée para representarla en el local que ocupó la fábrica de tabaco del siglo XIX donde laboraba la cigarrera, nada menos que el edificio del Rectorado de la Universidad de Sevilla.
El colega Javier Rubio comentó entonces: “Imperdibles presenta una Carmen más auténtica, más real, despojada de prejuicios y haciendo más hincapié en su faceta de cigarrera, esto es, una mujer que se ganaba su jornal a mediados del XIX, descarada, insinuante y dueña de su destino. Tal vez esta recreación corresponda a otra mujer ideal como la que pintó Gonzalo Bilbao y que sirve de cartel anunciador del montaje”.
Creo más en la estampa robusta del Habano torcido a mano que en la picadura aprisionada en una tira de papel, en la columna de humo que se eleva consistente y demorada desde la hoja ardiente que en la neblina densa y azarosa de los que queman con premura los atados.
Por eso creo más en Orson Welles que en Humphrey Bogart. Eso en cuanto al tabaco y la fuma, porque Boogie seguirá siendo el insustituible ícono de
Casablanca. El amor de Orson por el tabaco es legendario y dio pie a una historia de tintes románticos, con una muy fina dosis de erotismo, que vale la pena contar, desde la más delirante ficción, como lo hicieron el guionista David Camus y el dibujante Nick Abadzis en la novela gráfica El cigarro que enamoró a una pipa (The cigar that fell love with a pipe), publicada en 2014 en Estados Unidos.
Se dice que en la vida real cuando Rita Hayworth se separó de Welles en 1948, ella declaró: “Ya no puedo soportar su genio”. Camus y Abadzis se desmarcaron de lo que en los corrillos chismográficos se especuló entonces, e imaginaron que Rita irritó a Orson al fumar el tabaco más preciado de la colección del célebre realizador de El ciudadano Kane, un Habano enrollado por Conchita Márquez, la torcedora más famosa de la Isla. “Después de esto, entiendes – dijo Camus- , no había forma de avanzar. Si estas estrellas se amaban o no, el divorcio era el único resultado posible”.
Fumar un Habano requiere tiempo y comodidad. Me atrajo, por tanto, una exposición de butacas diseñadas para degustadores de puros, convocada en España. El ganador del certamen fue Ximo Roca, con un mueble de roble barnizado y tapizado. “Mi diseño se inspira en ese clásico sillón orejero en el que la gente se quedaba encerrada saboreando el puro”, expresó al saberse triunfador. ¿Estaría acaso pensando en lo que pensaría el fumador? ¿Estaría recreando en su mente la imagen de una muchacha que a su vez aspira la esencia de un Habano?
CREO EN LA ESTAMPA ROBUSTA DEL HABANO TORCIDO A MANO, EN LA COLUMNA DE HUMO QUE SE ELEVA CONSISTENTE DESDE LA HOJA ARDIENTE