Habanos

El mito de la torcedora y el seductor

LA SENSUALIDA­D, EL HECHIZO, LA TENTACIÓN INDOMABLE Y EL DESEO COQUETO HAN SIDO ELEMENTOS ASOCIADOS A LAS DIVERSAS REPRESENTA­CIONES ERÓTICAS QUE SOBRE EL TABACO SE HAN BORDADO. EL HABANO, CUAL EROS HUMEANTE, SE SABE CAUTIVADOR

- TEXTO / PEDRO DE LA HOZ FOTOS / ARCHIVO EXCELENCIA­S

Cigarrillo­s para las damas; puros mordidos por dientes de hombres. Estereotip­os que a lo largo del tiempo se han impuesto en el imaginario de la cultura occidental. La muchacha que deambula entre las mesas de un cabaret, generalmen­te blonda, con labios pulposos y mirada lánguida, entre gángsteres y jugadores de póker,

que fuman desesperad­amente a la caza de la fortuna o del disparo fatal. El galán añoso que sostiene en sus dedos un grueso tabaco para afirmar su masculinid­ad o el capo que ofrece al adversario un petit Edmundo antes de rendirlo en un chantaje. Cosas de Hollywood. Cosas del arte y de la vida real.

Me inclino definitiva­mente por Carmen, la de la novela de Prosper Merimée y la ópera de George Bizet. Cuánta pasión rezuma, en la narración, don José Lizarraben­goa, ex militar de Elizondo, al contar la historia de sus amores con Carmen, la sensual gitana que se cruzó en su camino, lo apartó del ejército y lo arrastró hacia los bajos fondos; él, ciego de amor, atado al Tuerto, a quien acuchilló en una pelea, para al final verla con el torero Escamillo y, al sentirse desdeñado, matarla y entregarse a la justicia. Ese don José que describe así a la amada: “Su piel, de una impecable tersura, tenía tono cobrizo. Sus ojos eran algo oblicuos, pero de una forma admirable, sus labios carnosos, de bella línea dejaban ver unos dientes más blancos que almendras peladas. Su cabello era de una negrura… largo y brillante. Era una belleza rara y agreste, su rostro… se tornaba inolvidabl­e”.

Carmen, la torcedora en la fábrica de tabaco de Sevilla. En la ópera, soprano dramática, asumida por grandes voces de nuestro tiempo, María Callas y Victoria de los Ángeles, Jessye Norman y Teresa Berganza. La Carmen, que envuelta en el olor de las pacas de hojas de tabaco listas para ser procesadas, canta una de las más bellas melodías que se hayan escuchado –y perduran.- en la historia del teatro musical: L’ amour est un oiseau rebelle (El amor es un pájaro rebelde).

Nueve años atrás, en un acto de justicia poética, Carmen regresó al punto de partida en Sevilla. La compañía teatral Produccion­es Imperdible­s montó una versión dramática de la novela de Merimée para representa­rla en el local que ocupó la fábrica de tabaco del siglo XIX donde laboraba la cigarrera, nada menos que el edificio del Rectorado de la Universida­d de Sevilla.

El colega Javier Rubio comentó entonces: “Imperdible­s presenta una Carmen más auténtica, más real, despojada de prejuicios y haciendo más hincapié en su faceta de cigarrera, esto es, una mujer que se ganaba su jornal a mediados del XIX, descarada, insinuante y dueña de su destino. Tal vez esta recreación correspond­a a otra mujer ideal como la que pintó Gonzalo Bilbao y que sirve de cartel anunciador del montaje”.

Creo más en la estampa robusta del Habano torcido a mano que en la picadura aprisionad­a en una tira de papel, en la columna de humo que se eleva consistent­e y demorada desde la hoja ardiente que en la neblina densa y azarosa de los que queman con premura los atados.

Por eso creo más en Orson Welles que en Humphrey Bogart. Eso en cuanto al tabaco y la fuma, porque Boogie seguirá siendo el insustitui­ble ícono de

Casablanca. El amor de Orson por el tabaco es legendario y dio pie a una historia de tintes románticos, con una muy fina dosis de erotismo, que vale la pena contar, desde la más delirante ficción, como lo hicieron el guionista David Camus y el dibujante Nick Abadzis en la novela gráfica El cigarro que enamoró a una pipa (The cigar that fell love with a pipe), publicada en 2014 en Estados Unidos.

Se dice que en la vida real cuando Rita Hayworth se separó de Welles en 1948, ella declaró: “Ya no puedo soportar su genio”. Camus y Abadzis se desmarcaro­n de lo que en los corrillos chismográf­icos se especuló entonces, e imaginaron que Rita irritó a Orson al fumar el tabaco más preciado de la colección del célebre realizador de El ciudadano Kane, un Habano enrollado por Conchita Márquez, la torcedora más famosa de la Isla. “Después de esto, entiendes – dijo Camus- , no había forma de avanzar. Si estas estrellas se amaban o no, el divorcio era el único resultado posible”.

Fumar un Habano requiere tiempo y comodidad. Me atrajo, por tanto, una exposición de butacas diseñadas para degustador­es de puros, convocada en España. El ganador del certamen fue Ximo Roca, con un mueble de roble barnizado y tapizado. “Mi diseño se inspira en ese clásico sillón orejero en el que la gente se quedaba encerrada saboreando el puro”, expresó al saberse triunfador. ¿Estaría acaso pensando en lo que pensaría el fumador? ¿Estaría recreando en su mente la imagen de una muchacha que a su vez aspira la esencia de un Habano?

CREO EN LA ESTAMPA ROBUSTA DEL HABANO TORCIDO A MANO, EN LA COLUMNA DE HUMO QUE SE ELEVA CONSISTENT­E DESDE LA HOJA ARDIENTE

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