Montecristo o la fascinación por lo exclusivo
LOS ASTURIANOS ALONSO MENÉNDEZ Y JOSÉ GARCÍA QUIZÁ TUVIERON LA CERTEZA DE ESTAR CREANDO UNA LEYENDA CUANDO HACE AÑOS DENOMINARON MONTECRISTO A SU NUEVA MARCA
Hace algún tiempo estoy por escribir algo sobre las paradojas que aparecen por doquier, pero cuando estoy a punto de empezar lo postergo, hasta que, para mi sorpresa, otra viene a mi encuentro. Ahora mismo estoy tratando de hacer algo diferente sobre la marca Montecristo, de Habanos, S.A., que cumple 85 años este 2020, y de pronto me percato de dos hechos que parecen desafiar la lógica. Me detengo en el primero de ellos: no he estado involucrado en una trama de múltiples traiciones como la que vivió Edmundo Dantés, y aunque sufrir alguna que otra en determinada ocasión es prácticamente inevitable, nunca me ha pasado por la mente convertir la venganza contra quienes me traicionaron en el sentido de mi vida.
Sin embargo, debo confesar que siempre me ha fascinado El conde de Montecristo, esa novela del francés Alexander Dumas —recién leí que no era solo de su
autoría, sino además de la de Auguste Maquet, que no aparece en los créditos de la obra ya que el primero pagó una elevada suma de dinero para que así fuera—, a la que debo volver una y otra vez, y que tanto tiene que ver con el surgimiento de la marca que está de aniversario.
Claro está, habría que ver cómo hubiera reaccionado de estar en el lugar de Edmundo Dantés, pero tampoco creo que sea la pasión por el desquite la causa del hechizo que esta historia de Dumas —y de Maquet— ha provocado en no pocos, entre ellos los torcedores que en 1935, en la fábrica H. Upmann, escuchaban extasiados al lector de tabaquería, mientras obraban el milagro de convertir una hoja delicada de tabaco en un Habano, y probablemente en muchos más de estos obreros, antes y después, en tantas otras fábricas de tabaco.
Y si prestamos atención, quizá alcancemos a escuchar a través del tiempo, el eco del sonido de sus chavetas, al golpear unánimemente las tapas de madera de sus mesas de trabajo —como mismo hicieron compatriotas suyos en Tampa y Cayo Hueso al escuchar los discursos de Martí— para premiar el acierto de que los hubieran integrado al club de los devotos de este clásico de la literatura universal.
¡Cómo no inspirarse en una escena como esa para eternizar una marca de tabaco! Eso no resta mérito a los asturianos Alonso Menéndez y José García, quienes quizá tuvieron la certeza de estar creando una leyenda cuando hace 85 años denominaron Montecristo a su nueva marca, a la que antepusieron el nombre de la fábrica que vio nacer las primeras vitolas numeradas del 1 al 5, se me ocurre que con el propósito nada descabellado de aprovechar el prestigio que ya ostentaba H. Upmann.
Apenas un año más tarde “H.Upmann. Montecristo” pasó a ser simplemente Montecristo, como la conocemos hoy, con lo cual se sorteó el escollo que impedía la introducción de la nueva marca en Gran Bretaña, de la mano de la influyente firma inglesa de Stanley Phillips, al tener otra compañía los derechos de distribución de la marca H.Upmann en el país.
Refieren los entendidos, que en el camino de Montecristo —universalmente reconocida por su etiqueta de brillante amarillo, cruzado por seis espadas que forman un triángulo con espacios en rojo y en cuyo centro destaca la Flor de Lis— hacia la universalidad y la inmortalidad mucho tuvo que ver la perseverancia de utilizar para su inigualable ligada de tabacos solo hojas de calidad excepcional. Así lo hicieron sus fundadores y así ocurre hoy: sus ligadas son elaboradas exclusivamente con hojas de capa, tripa y capote seleccionadas de las mejores vegas de Vuelta Abajo, y no hay que decir que esta es la tierra que produce el mejor tabaco del mundo.
Por supuesto, no hay que pasar por alto el impulso inicial que le diera el propio Phillips a la entrada de la marca en Gran Bretaña y Estados Unidos, decisivo para que esta fuera ya considerada Premium en la primera mitad de la década de los 50 del pasado siglo.
Se preguntarán si me olvidé comentarles acerca de la segunda paradoja que les mencioné al inicio. Pues aquí tienen:
EN EL CAMINO DE MONTECRISTO MUCHO
TUVO QUE VER LA PERSEVERANCIA DE
UTILIZAR PARA SU LIGADA DE TABACOS HOJAS DE CALIDAD
EXCEPCIONAL
en mi familia solo yo prefiero la marca Montecristo, lo que resulta increíble si tomamos en cuenta cuán difícil es encontrar a muchos expertos fumadores que no elijan una de las más apreciadas y con seguridad más famosas marcas de Habanos.
Hay una explicación posible: por años han sido partidarios de las ligadas de sabor fuerte. Y no es que dejen de reconocer la excelencia de la Línea Clásica —entre cuyas vitolas se encuentra la Montecristo No. 4, considerada por los sommeliers cubanos y no pocos expertos de otras latitudes como el mejor de todos los tiempos, así que no es casual que sea el más fumado— y de la Línea Edmundo, con sus vitolas Edmundo (2004) y Petit Edmundo (2006), ambas de sabor medio a fuerte; o de las vitolas de la Línea Open, de sabor medio, nacida en 2009 —Eagle, Regata, Master y Junior. Eso sería impensable, no en balde Montecristo es considerada referencia sublime.
Pero no es menos cierto que aunque Montecristo siempre ha procurado satisfacer los gustos de los fumadores más exigentes, y con ese propósito ha ido ampliando continuamente su vitolario —recuérdense también el Montecristo Especial no. 1 y el Especial No. 2, y las Joyitas, de 1969; así como el Montecristo A, récord Guinness al Habano más caro; y el B, en 1971—, no fue hasta 2018 que se lanzó la Línea 1935, con un territorio de fuerte sabor, que no tenía antecedentes en el portafolio regular de la marca.
Si bien la fidelidad a una marca no se cambia tan rápido, estoy convencido de que algún día no muy lejano veré a muchos de mis familiares deleitarse con alguna de las tres vitolas de esta Línea —Maltés, Dumas y Leyenda. A fin de cuentas, lo exclusivo siempre termina encontrando su lugar en el gusto de un experto fumador de Habanos, y Montecristo lo ha demostrado, sin dejar espacio para dudas, durante los últimos 85 años.
Ahora, a esa historia de éxitos y satisfacciones debemos agregar Montecristo Herederos, que se presenta en la edición 22 del Festival del Habano para su venta exclusiva en Habanos Especialistas y la Red de Franquicias La Casa del Habano, que también celebra su 30 aniversario. ¡Enhorabuena!