Harper's Bazaar (Spain)

LOS RUIZ DE LA PR ADA

Sin vergüenza a ser ellos mismos.

- Por Lucía Escudero

QEN EL ESTUDIO DE ÁGATHA RUIZ DE LA PRADA (Madrid, 1960) es Navidad todo el año. No (solo) por el universo colorido y festivo que caracteriz­a a la creadora, sino por la presencia de sus hijos,Tristán (Madrid, 1987) y Cósima (Madrid, 1990), quienes se incorporar­on al negocio en 2014 y 2015, respectiva­mente.“Siempre han estudiado en el extranjero y volvían a casa por esas fechas.Ahí era cuando de verdad estábamos todos juntos, por eso ahora tengo esta sensación brutal cada día”, concede la diseñadora. Además, la cosa funciona. Según cuentan, están juntos pero no revueltos, y los constantes viajes y compromiso­s de cada uno permiten que haya un saludable espacio vital entre ellos.También ayuda que los vástagos hayan estado en contacto con ese ambiente toda su vida. “En el estudio nos llevamos tan bien que es como una familia extendida. No he conocido una ofcina tan divertida como esta, con la creativida­d y la locura que albergamos aquí a diario”, explica Tristán. De la Prada recuerda con cariño un Fin de Año muy especial que pasaron en la India, el del cambio de milenio, donde fueron espectador­es de un sorprenden­te partido de polo sobre elefantes. Pero las de este año no van a ser unas Navidades corrientes. Entre la realizació­n de esta entrevista y el cierre del número, saltaba la noticia de la ruptura entre la diseñadora y su marido, el periodista Pedro J. Ramírez, después de 30 años de relación. La dosis extra de ilusión que necesitan la pondrá, probableme­nte, Piluca, una de las mejores amigas de Ágatha, miembro del estudio y madrina de Cósima, con cuya familia pasan estas festas desde hace años: “Ella ha sido mi maestra en felicidad. Es una mujer elegante y optimista que disfruta muchísimo de las celebracio­nes”, revelaba la creadora, antes de conocerse públicamen­te la separación. Ambos hermanos coinciden en que el mejor regalo que han recibido de sus padres es no tener vergüenza de ser ellos mismos. “El refrán de toda nuestra infancia ha sido ese que dice ‘ande yo caliente y ríase la gente”, concluye la benjamina del clan. Su madre, claro, presume del suyo:“Lo mejor que te puede pasar en el mundo es tener hijos. No hay nada parecido, es un milagro”.

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