Harper's Bazaar (Spain)

Dulce caridad POR BORIS IZAGUIRRE

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Todos los fnes de año me acuerdo de aquel en que por primera vez vi Sweet Charity ( Noches en la ciudad, en España). Fue una pura casualidad, la ponían en la televisión en Caracas y me quedé enganchado. Me encanta esta película de 1969 porque es un adorable homenaje de Bob Fosse a Federico Fellini, que 12 años antes había convertido en musical Las noches de Cabiria. Shirley MacLaine, que interpreta a Charity HopeValent­ine, se inspira claramente en Giulietta Masina, la maravillos­a esposa de Fellini. Mientras que Las noches de Cabiria era una cinta entre el humor y el drama, Sweet Charity se presenta como un musical ligerament­e amargo con momentos maravillos­os, como el del famoso tema Big Spender o el del baile de todas las amigas de Charity, de moral laxa, en la terraza del bar donde trabajan. Es una historia triste, de fracaso infnito, pero también de recomponer­se, superarlo y seguir adelante. Exactament­e lo que se necesita para enfrentar el año nuevo. Aunque cada vez me cuesten más (en ánimo, esfuerzo y dinero), siempre celebro las festividad­es. A lo largo de mi vida he ido añadiendo eventos que celebrar. Cuando vivía en Caracas me encantaba la Quema de Judas, que es un ritual heredado de los mexicanos en el que se crea un muñeco o piñata de este personaje, francament­e impopular, y se le prende fuego en público. He visto desflar desde asesinos hasta políticos. Siempre me sirve como fuente de informació­n de lo que ha ocurrido durante el año y constato cómo, en efecto, va enrarecién­dose la sociedad y el personal. En España he aprendido a comer huesitos en el Día de Todos los Santos y en Estados Unidos he comprendid­o por fn el alma norteameri­cana a través de los disfraces en Halloween. En ese país adoran el entretenim­iento y valoran muchísimo que te disfraces de verdad. No basta con ponerte un antifaz y ya. La elaboració­n, el acabado y la originalid­ad de la idea se eligen con la misma precisión con la que trabajan los miembros de un equipo de natación sincroniza­da. Ese es un terreno donde nunca tienes idea si menos es más o, en realidad, más es más. El primer Fin de Año que pasé en España me sorprendió muchísimo que la gente se disfrazara y saliera a la calle, porque en Caracas, por ejemplo, se cena tardísimo (casi a la hora que se cena siempre en España), se escuchan las campanadas en la radio (porque no hay un lugar donde la gente se congregue debido a la insegurida­d), se dan los correspond­ientes abrazos a la familia y uno sale a parrandear hasta la mañana siguiente, pese a la insegurida­d y la generosida­d con la que beben los venezolano­s. En Madrid, sin embargo, se celebra más la Navidad y hay un aire familiar siempre expuesto a tensiones.Así son los Thanksgivi­ng americanos, que, para evitar malos tragos, los celebran con un almuerzo tardío, hacia las tres o cuatro de la tarde. Cuando les indicas que esa es la hora normal de comer aquí se quedan anonadados. Pero el Año Nuevo es como la festividad de las festividad­es. Hay ocasión de celebrarlo desde el mediodía con cervezas y amigos.Aunque también es posible esperar a ser invitado a la festa que organizan Álex de la Iglesia y su esposa, Carol. Quizá resulte más provechoso ser invitado que anftrión en esa fecha. Un Año Nuevo recibí en casa y fue una de las festas más raras de mi vida. Carmen Lomana, que acudió, siempre me lo recuerda.Acababa de conocer a Juan Carlos Monedero, el político, y nosotros nos empeñábamo­s en corregirle que estaría hablando de Monereo, el cirujano plástico, porque no podíamos asociarla a uno de los fundadores de Podemos. Para poner la guinda, otro de los invitados trajo a su exnovia y esta, a otras dos amigas que apareciero­n vestidas de conejitas de Playboy, aunque ellas dijeran que iban de San Silvestre. Pensé que se abalanzarí­an sobre Gonzalo Miró o Rafa Sánchez, pero prefrieron a Carmen, porque querían hablarle de los juguetes eróticos que compraban en su calle de Moratalaz. Durante los días siguientes, ya en el nuevo año, recordaba esas descripcio­nes gráfcas y con intensidad y ese nombre, Moratalaz, Moratalaz, taladrándo­me el oído. Ahora caigo en que esas chicas eran como Charity. Solo que yo no era Bob Fosse para envolverla­s de magia y buenos bailes. Háganme un favor, estas festas vean Sweet Charity. Y quizá el nuevo año salga mejor.

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 ??  ?? Shirley MacLaine (izda.) y Chita Rivera, encarnació­n del espíritu navideño según el autor, en su baile antológico de Sweet Charity (1969).
Shirley MacLaine (izda.) y Chita Rivera, encarnació­n del espíritu navideño según el autor, en su baile antológico de Sweet Charity (1969).

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