SIN GÉNERO DE DUDAS
La modelo, activista transgénero y embajadora de la firma Make Up For Ever ANDREJA PEJIC reflexiona sobre el arte de arriesgar y mostrarse al mundo. Con maquillaje o sin él.
De mi infancia en Belgrado recuerdo cómo mi madre vendía la comida enlatada que nos daba la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas para comprarnos chocolate a mi hermano y a mí. Estábamos en plena Guerra de Bosnia. No tendríamos nada, pero jamás anduvimos escasos de cariño y atención. Cuando cumplí ocho años nos mudamos a Melbourne, en Australia. Nos costó bastante adaptarnos, no solo a causa del idioma. A mí, en particular, por lo mucho que se metían conmigo en el colegio debido a mis maneras afeminadas. El día de fn de año de 2008, cuando tenía 17 años, lo pasé trabajando en turno de noche en McDonalds.Al recoger su Big Mac, un tipo me dio una tarjeta y me preguntó si había pensado en ser modelo. Le respondí con un escueto “gracias”. Luego descubrí que pertenecía a una de las agencias más grandes de Australia. Por aquel entonces yo ya tenía una apariencia muy andrógina, como la de una adolescente alta y un poco punk, así que hasta que fui de visita a sus ofcinas no supieron que, en realidad, era chico. Lejos de frenar a sus responsables, eso incrementó su curiosidad, aunque reconocieron que en las antípodas no había mercado para modelos andróginos, por lo que me animaron a irme a París o Londres. No me fue mal. En la misma temporada, en 2011, desflé con la colección masculina de Jean Paul Gaultier y lucí el traje de novia en su show de alta costura. Fue un sueño hecho realidad. Muchas niñas fantasean con su boda perfecta, pero yo nunca me lo había permitido porque no quería hacerme demasiadas ilusiones. Honestamente, lo que más me atrajo de esta industria fue la posibilidad de ganar dinero para pagar mi operación de reasignación de género. No me interesaba ser el chico más guapo del mundo, quería vivir mi vida como mujer. Ahora bien, la fama llegó antes que el dinero.Y me divertí. Rechazaba defnirme, era como un extraterrestre a medio camino de ambos géneros.Y aquello fascinó a los medios. Mi transición sigue siendo lo que más interesa, un hecho que me obliga a demostrar que soy buena en lo que hago, que tengo algo que aportar más allá del universo transgénero. Sin embargo, al haber pasado por ella de manera pública (incluso rodé un documental, Andrej(a), en el que quería compartir la humanidad y lucha que hay en estos procesos, quizá para eliminar los prejuicios), siento que he ayudado a normalizar esta experiencia. Sabía que la operación podía afectar a mi carrera. Al fn y al cabo, estaba cimentada en la fluidez de géneros y yo me estaba decantando por uno de ellos. Además, en la moda hay mucha discriminación y falta de respeto hacia lo transgénero. Pero tenía que hacerlo. En este trabajo podían aceptarme... o irme a tomar viento. Más de dos años después, puedo decir que las cosas han cambiado bastante, y de manera positiva. Sí, sentí mucho rechazo, pero hoy tengo un contrato cosmético con Make Up For Ever, trabajo con los principales diseñadores (Marc Jacobs me ha apoyado mucho, por ejemplo) y revistas, así que no me puedo quejar. Es un universo que está a años luz de cómo viven muchas personas transgénero y refugiados. Pero el maquillaje, como arte, es un modo de revelarnos al mundo. Embellece, pero también te ayuda a sentirte bien.