FELICIDAD ERA ESTO
Hay estaciones de esquí y luego hay estaciones de esquí. La gran mayoría son esas en las que, de la nada, han surgido bloques de apartamentos de lujo, han excavado bares de champán en hielo e instalado mesas de pinchadiscos para propagar la música de pista a pista. Sus tiendas venden abrigos de visón y sombreros de chinchilla a las valientes que arriesgan sus tobillos caminando por la nieve con sus botas de tacón après-ski, los helicópteros zumban en sus alturas y los adolescentes toman chupitos de Jägermeister a media mañana en sus clubes y discotecas. Si eso es lo que busca en unas vacaciones alpinas, entonces no vaya a Klosters. Esta pequeña villa suiza, con casi un milenio de historia, se asienta en un valle cercano a ese foco de magnas operaciones capitalistas que es Davos (sede desde 1991 del Foro Económico Mundial). Apenas tiene una calle principal y es, probablemente, la estación de esquí menos llamativa que haya visto nunca, pero eso es lo que convierte a sus glorias pasadas y presentes en una leyenda todavía más sorprendente. Aunque de otra manera, lo cierto es que en Klosters nunca ha faltado la festa. Bautizado en los años cincuenta del pasado siglo como El Hollywood de la montaña, aquí era donde Lauren Bacall,Yul Brinner, Greta Garbo, Audrey Hepburn o Gregory Peck pasaban sus vacaciones blancas. Cuentan que Gene Kelly acabó en más de una ocasión bailando sobre las mesas del hotel Gresa Grischuna, el mismo donde Rex Harrison tocaba temas de My Fair Lady junto al pianista y que Deborah Kerr eligió para el banquete de su boda con el escritor Peter Viertel, en 1960, que se celebró en el ayuntamiento del pueblo. Para el caso, los personajes más célebres que han lucido palmito enfundado en mono de nieve en los últimos 25 años, aumentando aún más la fama jettseter de esta estación, no pertenecen a la realeza cinematográfca, sino a la de verdad.Aquí aprendieron a esquiar los príncipes Guillermo y Enrique de Inglaterra, mientras su madre, Lady Di, y su tía, Sarah Ferguson, comían fondue en el Walserhof. Aquí cortejaría Guillermo, años después, a Kate Middleton en la intimidad del telecabina.Y aquí fue también donde el príncipe Carlos reveló accidentalmente lo que pensaba de Nicholas Mitchell, popular presentador de la BBC. “No lo soporto. Es odioso, en serio”, masculló subido junto a sus hijos a la valla de ➤