Harper's Bazaar (Spain)

Adriana Lima, poderosa Afrodita en Cannes

Con Cannes como telón de fondo, la supermodel­o ADRIANA LIMA encarna el espíritu sensual y atrevido de las divas del cine francés e italiano. Una interpreta­ción magistral y en blanco y negro que encuentra reflejo en su propia vida.

- Por Beatriz Moreno de la Cova Fotografía de Vincent Peters Entrevista de Sara Hernando

Suerte de aquellos que consiguen poner al tiempo de su parte. Afortunada, pues, Adriana Lima. Bondades genéticas aparte, a sus 36 primaveras la modelo brasileña ha alcanzado el récord de ingresos de su carrera (más de nueve millones de euros en 2016, según la revista Forbes), lo que la convierte en la segunda maniquí mejor pagada del mundo, solo por detrás de su compatriot­a Gisele Bündchen. Sus contratos millonario­s con Victoria’s Secret, Maybelline e IWC, entre otras frmas, confrman que los negocios de la moda y la cosmética siguen arrebatado­s por la belleza superlativ­a de esta mujer audaz y muy trabajador­a. “Hasta ahora, he gozado de una trayectori­a extraordin­aria y no creo que tenga que fnalizar simplement­e porque me haga mayor. Es importante que la gente entienda que la belleza no tiene nada que ver con la edad, el género o la raza”, sostiene. Además de comprender­la, en su caso secundan esta entrada en la treintena, que parece haber multiplica­do su atractivo en el imaginario popular. Hija de María da Graça Lima, trabajador­a social, y de Nelson Torres, que las abandonó cuando apenas era un bebé de seis meses, Lima (Salvador de Bahía, 1981) nunca imaginó que se asomaría a las portadas de las revistas de todo el mundo, ni que esta profesión le proporcion­aría un estilo de vida tan alejado del de su niñez. “Quería ser médico. Lo de modelo fue un accidente”, rememora. “Una amiga iba a participar en un concurso [se trataba de la edición brasileña de Supermodel­o de 1996, organizado por Ford Models] y no le apetecía ir sola, así que la acompañé”. Resulta que, sin querer, lo ganó.Y, también sin pretenderl­o, quedó segunda en la versión internacio­nal. Fue entonces cuando las puertas del cielo se le abrieron de par en par. “Desflar para Victoria’s Secret marcó el momento defnitorio de mi carrera. Recuerdo los nervios y la emoción. En aquel instante, supe que querría hacer esto el resto de mi vida”, concede. La primera vez que se colgó las alas de ángel lencero fue en 1999. Nunca más se las volvería a quitar, convirtién­dose en la maniquí con el contrato más longevo, 17 años, con la célebre marca de ropa interior. Solo faltó a la cita en 2009, embarazada de su primera hija, Valentina, porque en 2012, cuando apenas habían pasado dos meses del nacimiento de la segunda, Sienna, Lima marcaba abdominale­s mientras deleitaba al público con un catálogo de gestos aprendidos (besos al aire, caída de ojos, guiños coquetos), marca de la casa. Al igual que su trayectori­a laboral, su vida privada y sus profundas conviccion­es religiosas (es católica practicant­e) también han sido motivo de noticia e, incluso, debate público. Su defensa de la virginidad hasta el matrimonio (en 2006, tras fnalizar una relación con Lenny Kravitz, admitía en la revista GQ que aún era virgen), su lectura de la Biblia en los backstages y sesiones de fotos, las dietas extremas a base de batidos de proteína a las que se somete antes de los desfles de Victoria’s Sectret (según declaró en 2011 al diario The Daily Telegraph) y sus romances con deportista­s de élite (desde su exmarido, el baloncesti­sta Marko Jaric, al jugador de fútbol americano Julian Edelman) han ayudado a alimentar su leyenda y popularida­d. “He sido bendecida con una carrera portentosa y una familia y amigos maravillos­os que me apoyan en todo lo que hago. Para mí, la fama es secundaria”, afrma. Complicado, en cualquier caso, pasar desapercib­ida cuando tu rostro se repite sin descanso en anuncios televisivo­s, vallas y campañas publicitar­ias. Pero ella admite que siempre ha tenido los pies en la tierra, aunque en ocasiones se le haya colgado el sambenito de estrella soberbia: “Después de todos estos años en la profesión, por fn he aprendido a decir no. Ser modelo no debe ser un impediment­o para cuestionar­te las cosas y, sobre todo, rechazar aquello con lo que no te sientas cómoda, incluso si por esa actitud te tachan de diva”. Tan a gusto se siente en esta industria que, a día de hoy, no tiene pensado retirarse. “Envejecer es parte natural del proceso de la vida, y cada vez hay más mujeres mayores sobre la pasarela”, concluye. “La belleza no se disipa de repente, sí lo hace el punto de vista de la gente. Por eso es necesario que entre todos ayudemos a cambiar esa perspectiv­a”.

Envejecer es parte natural del proceso de la vida y cada vez hay más mujeres mayores sobre la pasarela. La belleza no se disipa de repente, pero sí lo hace el punto de vista de la gente

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