RICARD CAMARENA
Iba para trompetista, pero acabó siendo chef y montando cuatro restaurantes en su Valencia natal y, ahora, uno en Madrid. Eso es dar la nota.
¿Quién mandaba en la cocina? Vengo de un matriarcado donde cocinaban para toda la familia mi abuela y las muchas hermanas que tenía. ¿Qué recuerdas de aquellas mujeres? El trajín de tanta gente preparando algo especial, llevando los dulces al horno del pueblo, preocupadas por si algo estaría muy rico y no habría para todos. Tengo muy interiorizado el sentimiento de celebración y unión en la cocina. ¿Cocinar es una fiesta? Necesito algo parecido a aquello para trabajar bien. Entiendo el trabajo como un lugar amable y con buena sintonía. ¿Qué le amarga la vida? Las críticas malintencionadas. ¿Quedarse en su tierra, Valencia, le dado o le ha quitado? La proyección internacional es importante, pero la repercusión local es muy bonita. Soy valenciano, me siento respetado y querido por mi gente, y eso no lo cambio por nada. ¿Dónde ha comido mejor? Recuerdo comidas que gastronómicamente no han sido excelentes, pero resultaron ser maravillosas porque estaba con mi mujer pasando un buen rato. Recuerdo momentos más que comidas. ¿Cómo se da un homenaje? Dedicándome tiempo: para estar con los míos, para mí, para leer, para correr... Si solo pudiera comer tres cosas... Puchero valenciano, ensaladilla rusa y milhojas de crema. Ha llamado a dos de sus restaurantes Canalla. ¿Lo es usted? Como el restaurante: gamberro pero respetuoso, sin rigideces, divertido y honesto. Ricard Camarena Retaurant, Habitual, Central Bar y Canalla Bistro están en Valencia. Acaba de abrir Canalla Bistro en Platea Madrid. www.ricardcamarena.com