INFELICES PARA SIEMPRE
Sensible y autodestructiva, cronista de desclasados y almas en suplicio, CARSON MCCULLERS fue la dramática heroína de la literatura estadounidense de medidados del siglo XX. Imbuidos de la mística del gótico sureño americano, sus poderes se forjaron en HARPER’S BAZA AR. Ahora resurgen para celebrar los 100 años de su nacimiento (y los 50 de su prematura muerte).
Hay un dolor en el cuerpo literario de Carson McCullers (19171967) que es evidente y secreto. La transparencia de sus síntomas se revela en los gestos cotidianos de sus personajes. Pero también en su propia biografía, entretejida de ruina y gloria. Resulta imposible desvincular la fcción y la realidad en el caso de esta escritora –novelista, autora teatral, ensayista y poeta–, que se mezclan como la sangre y la tinta unen su materia en un tatuaje eterno. Lula Carson Smith nació en Georgia, en el sur más profundo de Estados Unidos. Una región que constituye en sí misma un estado emocional, denso y onírico, profundamente enraizada en la mística gótica americana. Con 17 años, decidió irse a Nueva York para estudiar música, pero sus problemas de salud (una febre reumática que le paralizó un brazo y que se agravaría con el tiempo) la llevaron a la escritura, devolviéndola a Columbus, su ciudad natal, donde cruzaría sus pasos con el exsoldado y también aspirante a literato Reeves McCullers (del que tomaría su apellido): una daga atravesada en el corazón de su mutuo destino. La relación se complicó debido a la homosexualidad de él –también se especula con una atracción hacia las mujeres nunca expresada por parte de ella, aunque hay infnidad de testimonios al respecto de sus agresivos firteos– y a un alcoholismo al que Carson se unió en un salto sin red. Al mismo tiempo, tanta complicidad resultó fundamental como detonante de la creatividad de la escritora, que comenzó su primera novela días después de contraer matrimonio. Era 1937 y tenía 20 años. Apenas tres después, publicaba El corazón es un cazador solitario, convirtiéndose en un fenómeno literario en su país. Crítica, público y medios descubrieron entonces a una joven sureña cuya capacidad para descifrar lo grotesco y sensible de la naturaleza humana poseía una madurez increíblemente profunda.Y cuyo estilo literario, natural y preciso, sorbían la atención del lector con una milagrosa y ligera vehemencia. “McCullers va directa a lo que quiere decir con una efcacia poética”, explica la escritora y articulista Elvira Lindo, que ha prologado la reedición de esta ópera prima, parte de la misión rescate bibliográfca que la editorial Seix Barral ha emprendido en nuestro país con motivo del centenario del nacimiento de su autora este año. “Envidio su manera de contar la naturaleza. Esa capacidad evocadora que te lleva directamente al sitio donde ella está. Sus descripciones del ambiente que rodea a los personajes parecen poemas”, continúa. Tras su segunda novela, Reflejos en un ojo dorado, que nace de unos apuntes y trabajos de su marido a los que ella terminó de dar forma –ante la impotencia como escritor de él– y que se publicaría por primera vez en forma de relato seriado en Harper’s Bazaar, en los números de octubre y noviembre de 1941, el matrimonio se rompe, abriendo un abismo cíclico. Fue durante aquella primera separación cuando la escritora fue acogida, rota emocionalmente, por el editor literario de la revista, instalándola en su casa de Brooklyn Heights, en Nueva York, la que pasaría a la historia como la February House: una suerte de comuna vanguardista en la aún puritana América de mediados del siglo XX. Fichado por el ojo clínico de Carmel Snow, George Davis resultó ser “uno de los héroes menos reivindicados de la literatura estadounidense moderna”, según Sherill Tippins, autora de February House (Ed. Mariner Books, 2005), el libro que narra el día a día de aquella casa de ladrillo en la que la propia McCullers convivió con escritores como W.H.Auden y Paul y Jane Bowles, el pintor PavelTchelitchev e incluso la pin-up Gypsy Rose Lee, y que visitaban Capote y Dalí. Una época que, a decir de Tippins, transformó a la joven en una escritora profesional bajo la tutela de Davis. No todo eran festas, aunque estas fueran “tan salvajes como imaginamos, mezclando a estibadores del puerto de NuevaYork con intelectuales, bailarines clásicos, exiliados europeos, personajes del circo...”.Allí, continúa Tippins, “comenzó a usar su cerebro para escribir y no solo su corazón”.Y perfló Frankie y la boda, su tercera novela.
“Envidio su manera de contar la naturaleza. Esa capacidad evocadora que te lleva directamente al sitio donde ella está. Sus descripciones del ambiente que rodea a los personajes parecen poemas” ELVIRA LINDO
El magnetismo fatal entre Reeves y Carson les llevaría a reanudar su relación (tras el divorcio, volvieron a casarse en 1945), pero el alcohol y la violencia son ya los motores de un amor que no es más que inercia y angustia. Una anécdota de la pareja, relatada por Jordan Massey, primo carnal de la escritora, describe a la perfección la locura y la codependencia a la que llegaron ambos cuando se trasladaron a vivir a Francia, después de la Segunda Guerra Mundial:“Un día Carson, durante un paseo en el coche, le preguntó a Reeves para qué quería esa cuerda que había a sus pies. Él le respondió que iban al bosque para colgarse juntos de un árbol. Él acabó suicidándose poco después”. Ella, que en 1948 ya había intentado quitarse la vida, murió a causa de una hemorragia cerebral.Tenía 50 años y era una leyenda literaria. Carson McCullers, la joven sureña, alta y desgarbada que siempre vestía ropa masculina, tuvo una vida de estrella del rock aún cuando esta categoría vital no existía. Quizá por ello despierta pasiones entre el gremio musical. Jarvis Cocker, líder del grupo británico Pulp, ha declarado su devoción por la capacidad literaria de la estadounidense, sobre todo su atracción por los títulos de sus libros, que considera geniales. “A veces no tienen un signifcado defnido, pero suenan muy bien y ese sonido, la forma en que enlaza las palabras para crear una impresión, es tan importante como su signifcado. Construye sus libros y frases de forma musical”, explica. Por su parte, la cantate y compositora californiana SuzanneVega (de fama My Mame is Luka, clásico instantáneo de 1987), es la coautora e intérprete de la obra musical Carson McCullers Talks about Love, estrenada en 2011, de la que ha salido su último y muy inspirado disco, Lover, Beloved: Songs from An Evening with Carson McCullers (2016). Son solo algunas voces de una parroquia, la de McCullers, que crece en el tiempo y que se adentra en el corazón de la propia escritora, satisfaciendo la exigencia casi patológica que comparte con sus personajes: la necesidad de ser querida. De existir a través del amor.