BLANCA Y RADIANTE
«Mientras la reina Isabel viva, todo continuará igual porque ni Lady Di y su crisis pudieron tambalear su simbología, ni la boda de Carlos con Camila o esta otra de Harry»
y otros en contra de esta chica de Los Ángeles que viene a convertirse en duquesa de Sussex o como ella misma ha sugerido (a mi juicio un tanto osada) en una Lady Di digital. Lo que queda claro es que el príncipe Harry ha querido dar un claro mensaje al casarse con ella y es que la combinación de su saber estar de actriz, con la elocuencia de una exbloguera y su sonrisa de un blanco impoluto made in L. A. puede catapultarte hoy al epicentro de la familia real británica porque puedes tener en tu mano plebeya el poder de actualizarla, de conectarla con una realidad de hoy que quizás sea tan importante o más que esa ejemplaridad de la que me habla Jaime. Un concepto difuso que se evapora entre la ligereza digital como el humo de este té que degustamos en dos tazas conmemorativas diferentes, que corresponden a dos mundos ya antagónicos: él lo hace en la del Jubileo de la reina Isabel de 1977 y yo levanto la de Harry y Meghan que con el merchandising de su boda seguirán llenando las arcas de la monarquía más simbólica y pop del planeta. Y es que en toda esta industria royal la estética cuenta como en ninguna otra y Jaime lo sabe muy bien: «Mientras la reina Isabel viva, todo continuará igual porque ni Lady Di y su crisis pudieron tambalear su simbología, ni la boda de Carlos con Camila o esta otra de Harry que podría aportar a su descendencia ese renovador mestizaje tan temido en otro tiempo por los detractores de Dodi al Fayed». Mientras Jaime continúa contándome anécdotas de nuestras bodas reales favoritas (la de Astrid de Bélgica incluida que estaría en mi top five), le planteo dudas estéticas ante la desazón que me producen tantas incógnitas (recordemos que escribo estas líneas días antes del enlace). Por ello quise solicitar al ilustrador y diseñador Xavi Fora (que andaba a mil preparando bocetos del MET Ball para la frma de moda
milanesa en la que trabaja) que imagine conmigo un posible vestido que acerque a Norman Hartnell (el diseñador por excelencia de la casa real británica el pasado siglo) y Meghan Markle, tan fel a su amiga y estilista Jessica Mulroney, que está en las antípodas de este universo extinto. ¿Qué sería de ella cubierta de alegorías y símbolos bordados llevando la tiara Spencer? ¿Y de Harry de uniforme de los Blues and Royals de la Household Cavalry? Entre especulaciones, té con pastas y las flores que emergen de mi sombrero boater de Mariana Barturen (con recreación de Savia Bruta homenajeando la procesión sobre el Támesis que tiene lugar cada 4 de junio entre Windsor y Eton College, del que Harry es exalumno), llega el batallón de ‘BAZAARettes’ que nos visitan en el plató. Yolanda Sacr istán, nuestra directora, a favor de Meghan, intenta explicar a Jaime que estamos en el siglo XXI y él le contesta que todos en Europa se han casado mejor que Felipe VI; yo desde el XIX hablo con Susana Blázquez (directora de belleza) sobre el perfume de Prada que habr ía escogido si no llegan a encargárselo a Floris (una casa de perfumes ingleses del XVIII que nos alucina) y Ana Tovar, l a nu eva d i re c - tora de moda, me apunta un modelo de zapato de Roger Vivier como posible elección de Meghan… Un guirigay que aliña este Viviendo raséeeeeeeeee especial boda real en el que no hago más que plantearme, tras las palabras de Jaime, si Harry hace bien al casarse con Meghan, en busca de otro paradigma de esa ejemplaridad que ha cambiado tanto y que se adapta como puede a un mundo que nada tiene que ver con el de mi infancia sin televisor; pero en el que la capacidad de estas monarquías ancestrales de hacer soñar a un niño que se acerque a esta boda real permanece intacta.