Harper's Bazaar (Spain)

EL RETRATO DE RUPERT EVERETT

- Por Igor López

El actor inglés debuta como director con la que es la obra de su vida, la biografía del escritor OSCAR WILDE, que también protagoniz­a. Así nos lo cuenta.

Ha pasado casi una década desde que Rupert Everett (Norfolk, Inglaterra, 1959) empezó a darle vueltas en su cabeza a la posibilida­d de llevar a la pantalla los últimos años de un Oscar Wilde ya en el exilio. El resultado, que celebró su première en la pasada Berlinale, se titula The Happy Prince, un flme que se estrena en julio en el Reino Unido (aunque todavía sin fecha en España), que supone su debut como director, amén del papel protagonis­ta, que parece hecho a su medida (Emily Watson y Colin Firth son sus compañeros de reparto). Así, el actor inglés, célebre por La boda de mi mejor amigo (1997), Shakespear­e in Love (1998) o Algo casi perfecto (2000) junto a Madonna, rinde homenaje a este enfant terrible de la literatura británica, icono homosexual y dandy tan encantador e hipnótico, como decadente y demenciado. Nos encontramo­s con Everett en la suite de un hotel de la capital alemana para hablar de una producción que puede impulsar de nuevo su carrera, que más parece una montaña rusa. PREGUNTA: En la cinta muestra a un Wilde autodestru­ctivo, pero también letal para todos los que le rodean… RESPUESTA: Incluso para su mujer, Constance Holland, sus hijos y su amante, Lord Alfred Douglas. Una de sus frases, que utilizo en el flme, dice: «¿Por qué vamos directos hacia la perdición? ¿Qué es lo que la hace tan fascinante?». Wilde tiene sentencias verdaderam­ente geniales sobre sí mismo, como «Escribía cuando no conocía la vida; ahora que la conozco no tengo nada más que decir». Para mí estas dos máximas concentran la esencia del personaje. Lo bueno de esta historia es que sigue siendo muy actual: puede seguir pasando a muchas personas, en diferentes contextos. P: Además Wilde continúa siendo un personaje magnético por muchos años que pasen… R: Es muy raro, porque la gente no necesariam­ente ha leído sus obras, pero conoce detalles asombrosos de su atormentad­a existencia. Su historia en el exilio es muy parecida a la pasión de Cristo. Además, cuando salió de la cárcel en 1897 intentó ingresar en un centro de retiro de los Jesuitas. Fue rechazado, claro, pero su obsesión con Jesucristo nunca se apagó.Yo creo que él mismo, en sus últimos años de vida, se veía como una fgura similar. P: Supongo que Wilde fue una especie de icono para usted cuando era un adolescent­e. ¿Recuerda su primer contacto con sus obras? R: Sí, porque mi madre por las noches me leía sus cuentos cuando era un niño. Muchos chicos de mi edad conocíamos la historia de El príncipe feliz. Era la típica mujer de clase media británica y quizá no entendía muy bien la parte más oscura del personaje [risas]. La recuerdo perfectame­nte vestida como Jackie Kennedy, con pendientes de perlas y minivestid­os, preparándo­se para la cena y luego leyéndome esos relatos. Lo conservo vivamente en mi cabeza. P: Parece que hubiera estado toda una vida esperando este papel… R: En cierta manera, así ha sido. He pasado tanto tiempo preparándo­lo que llegó un momento en el que casi se convirtió en un asunto de vida o muerte. He invertido casi 10 años y una ingente cantidad de energía. En esta década he llegado a la madurez: he cumplido 54, 55, 56… Y al fnal se convirtió en un reto vital. P: La sociedad ha cambiado mucho desde que usted se declaró gay en 1989. Algo como el #MeToo era impensable entonces… R: Seguro. Ya era hora de un movimiento como ese. Detesto la violación, la coacción, el acoso sexual o social. Siempre he pensado que las mujeres son seres superiores a mí en todos los sentidos. P: De alguna manera Wilde también fue un pionero del movimiento de liberación gay. R: ¡Claro! El inicio del camino de la liberación LGTBIQ empezó con Oscar. No estoy de acuerdo con los que piensan que no hemos avanzado nada desde aquella época. ¡Hemos dado pasos enormes! Si lo comparas con la historia de los últimos 2.000 años, en el último siglo hemos conseguido unos avances brutales. Desde luego, tenemos que seguir comprometi­dos y cambiar muchas injusticia­s. Y posiblemen­te una tragedia como la suya esté sucediendo ahora mismo en Rusia, en la India, en Uganda o en Arabia Saudí. Por supuesto que ese nivel de opresión no ha terminado en muchas partes del mundo. Pero la historia de los gais en muchos países occidental­es es muy inspirador­a para todos. Muchas veces pienso que tenemos una actitud muy negativa acerca de dónde estamos en este momento y es interesant­e vernos desde el otro punto de vista y ver lo que hemos progresado. P: Incluso comparándo­lo con los años 70… R: En Inglaterra los gais fuimos legalizado­s en 1967, pero ser homosexual en los 70 era casi igual de duro, porque no estábamos legalizado­s a nivel policial. Recuerdo que las primeras veces que fui a Londres la policía solía vengarse del colectivo cada vez que podía: había redadas en los clubes y ese miedo a salir del armario que afectaba a todo el mundo. Eran tiempos difíciles. P: En algún momento usted llegó a comentar que se arrepentía de haberse declarado públicamen­te homosexual. R: Jamás he dicho que me arrepentía. P: Bueno, afrmó que eso había sido perjudicia­l para su carrera… R: Pero es que para mí no existía otra opción. Soy lo que soy. Supongo que es así como funcionan las fake news que tanto gustan a Donald Trump. Cada cierto tiempo se me acerca alguien que me dice: «¡Oh, pero tú una vez dijiste que te arrepentía­s de haber declarado que eras gay!». Nunca jamás dije que me arrepentía, sino que tuve que pagar un alto precio por eso.

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