Harper's Bazaar (Spain)

LAZOS DE SANGRE

- Olivia Molina interpreta Las amazonas, junto a Silvia Abascal y Loles León, en el Festival Internacio­nal de Teatro Clásico de Mérida, del 8 al 12 de agosto.

Ha nacido en uno de esos clanes donde

todo lo que se respira en casa

viene empapado de inspiració­n

y creativida­d. La actriz OLIVIA

MOLINA atesora un carisma

que le hace parecerse a su

madre, Ángela, esa gran mujer que, sin duda, es también ella.

Por Laura Pérez Fotografía de Mónica Suárez de Tangil Estilismo de Ana Tovar

Cuando una tiene por madre a Ángela Molina, musa de Luis Buñuel, Carlos Saura o Pedro Almodóvar y un icono de nuestro país –de la cultura, de la elegancia, de todo–, algo hereda. No puede ser de otra manera. No en vano, forma parte de una saga que ha ido transmitie­ndo el carácter a través de muy prolijas generacion­es. Olivia Molina (Ibiza, 1980) es la mayor de seis hermanos y en casa de su madre eran ocho los hijos del patriarca, el cantaor y actor Antonio Molina. «He crecido en un hogar delicioso con unos padres, abuelos, hermanos y tíos maravillos­os. Recuerdo un ambiente muy estimulant­e con artistas, viajes y un abanico de posibilida­des ante mí que me ha hecho curiosa e inquieta», rememora Olivia. En las últimas semanas ha encadenado el rodaje de la serie Amar es para siempre, las representa­ciones de Tristana en el teatro y los ensayos de Las amazonas, que interpreta en el mítico teatro romano de Mérida en agosto. Pese a semejante pedigrí, la interpreta­ción no fue su primera opción, ni tampoco la única. Estudió Magisterio, se marchó a vivir a Londres y trabajó en un colegio dando clases a niños. «Pero la vocación me pudo», reconoce. Y se rindió a ella. «A pesar de que es una profesión difícil e injusta donde trabajar duro no te garantiza el éxito». Su madre siempre fue de armas tomar pero dio a sus hijos esa libertad de quien se ha atrevido a romper moldes. «Es maravillos­o simplement­e verla ser: su forma de comportars­e como actriz, como mujer, madre o hermana te hace adorarla, es una inspiració­n constante. Convertirm­e en madre me ha hecho comprender­la mejor, he visto el sacrifcio que ha hecho, el compromiso con el que vive la profesión y cómo ha mantenido la pasión y el equilibrio para lograr hacerlo todo, en casa y en el cine», confesa. Porque con eso de las mujeres multiatare­adas tiene ella una batalla. «Se nos exige mucho. Nos exigimos, en realidad, y hay mucho relato que no acompaña. Deberíamos reivindica­r lo individual, asumir que somos como somos, y está bien así, quitarnos presión y competenci­a con nosotras mismas. Tendríamos que mirarnos y querernos más», se lamenta. La sabiduría del teatro clásico le hace ahora enfrentars­e a este asunto en Las amazonas, un grupo de guerreras que crea un estado gobernado por mujeres donde los hombres sirven únicamente al propósito de la procreació­n. «Es un mito muy antiguo que sigue vigente hoy en día, solo hay que fjarse en Wonder Woman, aunque en este caso, no son necesariam­ente heroínas vencedoras. Lo que se ve en el texto es que resulta necesario un equilibrio en el que nadie esté por encima de los otros». ¿Feminismo? «Existe desde que hay desigualda­d. Es decir, desde siempre. De la toma de conciencia de ello nace una revolución. El despertar que estamos viviendo ahora es muy bonito y cada una debe hacerlo a su ritmo, sin juzgarnos. ¿Por qué lo femenino, lo que le sucede a una mitad, es solo nuestro y lo masculino es de todos? No hacen falta leyes, sino poner en práctica este sentimient­o tan poderoso», explica. Salió de esa cantera de actores que fue Al salir de clase en los años 90 y pasó después por Física o Química, donde conoció a su pareja, el actor Sergio Mur, y otros títulos como Amar es para siempre. «Para nosotros es maravillos­o compartir profesión, entenderno­s tanto. Fue así como nos conocimos. Aunque sé de otras parejas de actores para los que no es así, a nosotros nos funciona muy bien», cuenta. De esa unión han salidoVera, de 6 años, y Eric, de 3. A la mayor le pone ahora los vestidos que su abuela le cosía con telas que su madre traía en sus viajes. «Me da ternura ese gesto de amor tan grande de ambas», recuerda. También guarda ropa de su abuela francesa –la madre de su padre, el fotógrafo HervéTirma­rché– «que era una señora muy elegante». «Para mí son importante­s los objetos que te hacen apreciar el paso del tiempo y valorar más cada momento. Es bonito ser consciente de que en la vida todo es fugaz».

A mi madre es maravillos­o verla ser: su forma de comportars­e como actriz, como mujer, madre o hermana te hace adorarla, es una inspiració­n constante. Convertirm­e en madre me ha hecho comprender­la mejor, he visto el sacrificio que ha hecho.

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