Harper's Bazaar (Spain)

Uma Thurman en las distancias cortas

El director de cine RODRIGO CORTÉS estrena nueva película con UMA THURMAN al frente. En un ataque de sinceridad, nos cuenta cómo se prendó de ella al verla en ‘Las amistades peligrosas’ y algunos secretos de su primer encuentro.

- Por Laura Pérez

Rodrigo Cortés (Orense, 1973) debutó con esa pequeña genialidad que es Concursant­e (2007), llevando hasta el extremo la obsesión por el dinero. Después rodó la osadía de meter a Ryan Reynolds en un ataúd durante todo el metraje de Buried (2010), para más tarde hacer Luces rojas (2012), con Robert De Niro, Sigourney Weaver y Cillian Murphy. Ha tardado años en ponerse ante un nuevo largo, pero ahora sorprende con Blackwood, una película de terror adolescent­e con mansión victoriana que rodó en Barcelona y cuyo set visitó la reina Letizia. Su estrella es Uma Thurman en el papel de institutri­z francesa. Soberbia, carismátic­a, misteriosa, casi temible en su belleza… El director confesa en primera persona algunos detalles de cómo fue trabajar con semejante diosa del Olimpo hollywoodi­ense.

«Yo había pensado mucho en Uma Thurman, qué duda cabe, pero cuando hablamos de estrellas de semejante nivel es ella quien decide, no yo. Me impresionó desde el primer momento en que la vi, en Las amistades peligrosas (Stephen Frears, 1988) y Las aventuras del barón Munchausen (Terry Gilliam, 1988). Después en Henry y June (Philip Kaufman, 1990) y La chica del gánster (John McNaughton, 1993)… Desde ese mismo instante me atrapó esa belleza sublime, tan extraña, capaz de llegar a sitios muy especiales, orgánicos, nada habituales. En Kill Bill: Vol. 1 me gustó, pero en Kill Bill: Vol. 2 me deslumbró por completo. Me parece brutal. La quería a ella, me parecía perfecta para el personaje de esta mujer francesa porque tiene una energía muy eurocéntri­ca y una belleza nada norteameri­cana, más bien entre lo británico y lo eslavo. El suyo es un rostro, además, que no pertenece a ninguna era, parece un personaje fuera de su tiempo, como la Madame Duret a la que da vida. Tiene una carnalidad inquietant­e y tremendame­nte elegante, así que le envié el guión con una carta personal, algo que no es habitual. Pero tuve suerte, le interesó lo sufciente como para que tuviéramos una primera conversaci­ón. En aquel primer encuentro, cara a cara, supimos que las cosas iban a ir muy bien entre nosotros. Lo primero que pensé de ella es que estaba como una cabra. No guardaba las formas en absoluto, se comportaba de la manera más familiar y desconcent­rada posible. Era cercana, se reía de forma estentórea y antes de darnos cuenta estábamos hablando con absoluta naturalida­d de lo que nos esperaba si nos embarcábam­os en esto. Nos dimos cuenta de que compartíam­os sentido del humor y que podíamos hablar con muy poca solemnidad de las cosas.

Físicament­e es deslumbran­te, tan alta como parece, tremendame­nte hermosa. Muy bella y enormement­e elegante. Fuma mucho, hace chistes sobre cualquier cosa y tiene muy poca tontería encima. Aborda las cosas de una forma muy despiadada y directa, como podría hacerlo al hablar con un taxista de Nueva York. Aunque su actitud es muy neoyorquin­a. Cuando empieza a interpreta­r puede ir donde quiera, a otro siglo y a otro continente, pero en la distancia corta su actitud es muy neoyorquin­a, muy descarada. Si compartes esa energía es fácil trabajar con ella. Si te sientes intimidado por eso, tienes un problema. Nosotros a los cinco minutos estábamos gritándono­s, riéndonos, y todo funcionó. Una de las primeras cosas que hizo fue preguntarm­e: ‘¿Por qué yo y no una francesa?’. Se lo expliqué. Ella hace que su papel de francesa resulte verosímil mientras otras actrices, por muy buenas que sean, habrían parecido totalmente norteameri­canas. Tiene esa belleza tan europea que puede parecer una francesa que habla inglés. Uma es plenamente consciente de lo que transmite físicament­e porque no es ninguna idiota. Sabe muy bien qué imagen proyecta y el interés que despierta en los diseñadore­s, en las marcas de lujo y en los grandes directores. Es extremadam­ente inteligent­e, muy aflada, penetra a través de sus ojos, observa mucho y uno se da cuenta de lo mucho que ha visto y vivido, y cómo le resulta fácil identifcar qué tipo de genotipo tiene enfrente. Inicialmen­te creía que le estaba ofreciendo hacer una película de terror para adolescent­es, y no le interesaba nada, pero cuando le expliqué mi visión le gustó. Le resultaba estimulant­e, seductora e inesperada. Hablamos de referencia­s como Polanski, Nicolas Roeg, con su psicología subterráne­a muy intensa, Peter Weir y la sensualida­d de títulos como Picnic en Hanging Rock, las películas de Emeric Pressburge­r Narciso negro, Las zapatillas rojas… Yo quería hacer una película elegante y con respeto al género. Dijo ‘sí’. Llegó el día de empezar el rodaje y lo primero que le dije fue que me estaba haciendo perder el tiempo y el dinero por algo que hacía. Soltó una carcajada… Porque ella es Uma Thurman. Y a partir de ahí todo fuyó. Lo que me encontré en el set fue una pura sangre. Alguien que lo ha hecho todo, lo ha visto todo, está por encima del bien y del mal y sabe exactament­e cómo comportars­e. Es una trabajador­a infatigabl­e a la que las niñas tenían que seguir mientras corría para repetir una toma. Está soberbia vestida de Zac Posen en la película. El diseñador ha conseguido crear para ella una silueta que podría ser reconocibl­e proyectada sobre una pared. Hablamos mucho de su aspecto físico porque yo quería transforma­rla por completo, empezando por el pelo, que esta vez es moreno y corto. Hablamos mucho de ello pero con una actriz como Uma Thurman la conversaci­ón no es sobre qué me queda mejor o con qué estoy más guapa, sino qué me hace construir el personaje. Cuál es su pasado, qué ropa llevaría… Una vez conseguido eso, había que pensar en lo que realmente cuenta, y eso ella lo hace muy bien. Uma logra que las emociones resulten verdaderas, es una mujer única, con algo muy físico y a la vez misterioso. Es fantástica».

«U ma Thurman es deslumbran­te físicament­e, tan alta como parece, tremendame­nte hermosa. Muy bella y elegante. Fuma, hace chistes sobre cualquier cosa y tiene muy poca tontería encima»

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« Blackwood es una película sobre adolescent­es. Dirigida a ellos. Espero que tenga la sufciente elegancia como para interesarl­e a todo el mundo», dice Rodrigo Cortés.

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