LA PIEL QUE HABITO
Peletero desde la cuna, SANTIAGO DEL PALACIO aboga por una industria sostenible donde prime la calidad y el diseño. En octubre dará el salto internacional con un desfile en París.
HIJO DE PELETERA y joyero, Santiago del Palacio (León, 1965) nunca imaginó un futuro alejado de la moda. «De los seis hermanos soy el único que quería dedicarme a esto. Lo hice con la negativa de mi padre, que prefería que hiciese una carrera ‘seria’», recuerda. Su determinación y tenacidad lo llevaron a estudiar primero en Barcelona, en la Escuela Profesional del Gremio de Peleteros de Cataluña, para acabar en el Istituto Marangoni de Milán, donde completó su formación como diseñador: «El mayor reto al que me enfrento todos los días es el de lograr aunar calidad y diseño. En esta profesión corremos el riesgo de quedarnos anticuados. Muchos compañeros lo están pasando mal porque no han sabido cómo integrar la moda en sus colecciones», sostiene. En los primeros compases de los años noventa y cuando aún no había entrado en la treintena, Santiago tuvo que volver a León –por aquel entonces residía en Venecia– y hacerse con las riendas de Balta, la frma de peletería de su familia. «Aunque fueron las circunstancias las que me obligaron porque mi hermano acababa de fallecer y mis padres eran mayores, ya tenía 28 años y pensaba que había llegado el momento de ponerme al frente», concede. Sin espacio para la refexión, este creador resuelto e infatigable pasó a implementar todo lo que había aprendido en su etapa de estudiante, iniciando una revolución que se materializaría defnitivamente en 2010, con un cambio de nombre –Balta se convertiría en Santiago del Palacio– y un desfle en Madrid. «Pasó mucho tiempo hasta que di este paso. Siempre tienes ese complejo de que nunca estás a punto. Además, al estar en provincias todo se complica un poco más. Pero todo el mundo le quiere poner rostro al lado creativo de una frma y al fnal fue una decisión de la que nunca me he arrepentido», afrma. Defensor de un modelo de negocio responsable –«Hay mucha desinformación. Las empresas chinas nos han hecho mucho daño, pero aquí cumplimos todos los tratados internacionales de respeto a los animales»–, Santiago del Palacio, cuya producción sale de sus talleres de León, está presente no solo en España, sino también en ciudades como Zúrich y Luxemburgo. Sus planes de futuro, que pasan por celebrar un desfle anual en París y ampliar su cartera de clientes, no lo mueven un ápice de esta flosofía solidaria: «No creo en la globalización. Hoy en día el verdadero lujo es fabricar en Europa. ¿De qué me sirve externalizar mi negocio y producir más si con esto ayudo a empobrecer mi entorno?».