Harper's Bazaar (Spain)

Kate, la grande

- Por Horacio Silva Estilismo de James Brown Fotografía de Sølve Sundsbø

Se asomó al mundo de la moda y se convirtió en icono. La ‘top model’ británica más influyente es hoy directora creativa de Decorté. KATE MOSS nos habla sobre su vida como modelo desde joven, lo que siente al hacerse mayor y su práctica visión de la belleza.

Kate Moss no para. La reservada supermodel­o habla entusiasma­da sobre lociones y pociones. «Perdón por ser pesada», dice al detenerse para tomar aire, rodeada de una pila de productos de maquillaje e hidratante­s, «pero cuando algo me gusta en especial puedo hablar durante horas». El motivo de la agitación de Moss y de su visita a Nueva York, donde nos encontramo­s en el ático de un hotel del centro, es su reciente nombramien­to como directora creativa de Decorté, la marca japonesa de belleza que es objeto de culto por sus avanzados sérums y en cuyas campañas publicitar­ias aparece desde hace tres años. «Adoro los productos, creo frmemente en su efcacia –explica entre caladas de un Marlboro–, así que me resulta fácil hablar de ellos. Solía traérselos a mis amigas cuando iba a Japón porque, desde la primera vez que los probaron, no dejaron de pedírmelos».

Aunque está claramente entusiasma­da con su nuevo rol y lo que signifca el cargo («Suena muy adulto; en resumen, quiere decir que soy responsabl­e del aspecto de las campañas además de salir en ellas»), a sus 44 años, Moss sabe que ser el rostro de una marca de belleza invita al escrutinio sobre su propio envejecimi­ento. «Bueno, la gente lo va a hacer de todas maneras», afrma en referencia a la obsesión de los tabloides con su madurez (el Daily Mail, por ejemplo, le dedica especial atención a su aspecto); «Ya estoy acostumbra­da», añade. Recuerda ahora que, en sus inicios como modelo, siendo aún adolescent­e, el fotógrafo Mario Testino solía inspeccion­ar su cara antes de las sesiones buscando imperfecci­ones tras pasar por peluquería y maquillaje: «Ponía sus gafas ante mi rostro a modo de lupa, y yo empezaba a sacudir la cabeza para que no pudiera focalizar la mirada», concede acercándos­e en extremo a mí antes de llenar la habitación con el sonido de una de sus famosas carcajadas. «Por suerte yo tenía la cabeza bien amueblada».

Todo sea dicho, la supermodel­o está estupenda. Enfundada en un suéter de cashmere negro de Prada y pantalones de The Row, y con sus brazos adornados por brazaletes de Dior y Cartier (por no hablar de sus tatuajes: una cruz y un ancla), Moss es la viva imagen del glamour despreocup­ado. «Es mi ropa de holgazanea­r», bromea. Antes de que pueda preguntarl­e por los anillos que lleva en la mano izquierda, comenta: «Son diamantes, cariño. Diamantes vintage ». Su pelo es rubio Bardot y está perfectame­nte arreglado de tal manera que parece que se ha despertado así. Cierto que su rostro (bronceado tras unas recientes vacaciones griegas con su novio, el fotógrafo y conde Nikolai von Bismarck) revela unas incipiente­s líneas alrededor de los ojos y la boca, pero sigue manteniend­o la belleza icónica que ha adornado incontable­s portadas e inspirado a artistas y fotógrafos de la talla de Lucian Freud o Mario Sorrenti (de hecho, este último acaba de publicar un libro de gran formato llamado Kate y repleto de retratos íntimos nunca antes publicados de cuando la modelo estaba a punto de alcanzar el estrellato).

El hecho de que Moss lleve largo tiempo en el Olimpo de las modelos se debe a su humildad, según sus amigos. «Todos vemos algo de nosotros mismos en Kate», declara la antigua modelo y actual manager musical Tricia Ronane. «Las mujeres ven que vive una vida normal, tiene un trabajo y es madre, sale con sus amigos y tiene pareja.Vemos cómo hace todo con un aspecto fabuloso por el que no parece preocupars­e mucho. Es un estilo de vida accesible al que todas podemos aspirar». James Brown, estilista afncado en Londres que creció en el mismo barrio obrero de Croydon que Moss y que ha trabajado en la nueva campaña de Decorté, está de acuerdo: «Parece que nunca se esfuerza demasiado en su imagen y, tal vez porque nunca nada le queda mal, parece factible. El público se identifca con ella. Si entramos en una cafetería a por un sándwich se acercan a ella a preguntarl­e qué está pidiendo». ³

Es una cercanía que Decorté y Moss esperan que reporte sus frutos comerciale­s. «Creo que ayuda el que no me tomo muy en serio», opina la modelo acerca de la influencia que tiene en las mujeres de todo el mundo. «Nadie quiere ser esclava de la belleza. No me malinterpr­etes, me gustan los productos más que nunca, cuanto mayor te haces más tienes que ocultar, pero no me obsesionan. Hasta cuando salgo de noche me cuesta ponerme pestañas postizas y todo eso. A veces, [la maquillado­ra] Pat McGrath me dice:‘Venga, chica, deja que te ponga unas pestañas’, pero yo a mí misma nunca me las pondría». A Kate, que aprendió de belleza en sus miles de sesiones de fotos con los mejores peluqueros y maquillado­res del mundo, se le da bien el tema, según Brown: «Nada más aplicarle un producto o un aparato sabe cómo le sienta y te dice:‘El quinto rizo tras mi oreja no está bien’, y siempre acierta». Últimament­e, Moss aprende de su hija Lila, de 16 años, fruto de su relación con Jefferson Hack, cofundador de Dazed Media. «Me enseña de todo –apunta–; Lila y sus amigas siguen todos los blogs y cuentas de Instagram de belleza y me dice lo que tengo que probar y hacer. Hace contouring y todas esas cosas que seguro que en el trabajo también me hacen, pero como siempre estoy hablando no presto mucha atención». El único consejo que tiene para Lila, que acaba de ser nombrada como rostro de Marc Jacobs Beauty, es que aprecie su individual­idad. La modelo asegura que sigue sin creerse que haya podido tener una carrera en la época de Naomi, Linda y Christy. «Nunca he podido compararme a esas chicas –confesa–; no medía metro ochenta, no tenía sus cuerpos. Siempre fui diferente, y por ello me contrataba­n. Para Lila y sus amigas es más difícil porque con la tecnología lo tienen siempre más presente, es cosa de ese factor Kardashian.Tienen inspiració­n al instante pero se las juzga de la misma forma. Aun así, Lila ha visto que no me obsesiono conmigo misma, así que espero que se le pegue». La joven también acertaría si aprendiese de la ética de trabajo de su madre. «Kate tiene un estilo personal increíble y un gran gusto –sostiene el fotógrafo Sølve Sundsbø–. Pero, de la misma manera que Bowie era más que su música, Kate representa más que ser simplement­e una supermodel­o». Además de ser una de las tops más solicitada­s, Moss ha diseñado coleccione­s cápsula para Topshop y Longchamp, también papeles de pared decorativo­s con de Gournay y, tras 28 años representa­da por Storm Models, lanzó Kate Moss Agency. Su elenco consiste casi en exclusiva en modelos con trabajos paralelos interesant­es, como el DJ Luka Isaac, la actriz de Juego de Tronos Gwendoline Christie o la cantante Rita Ora. «Es una mezcla variada –cuenta–, pero somos un grupo, todos trabajamos juntos en cierto modo». Pese a que afrma ser como una madre protectora que sufre cuando su gente no consigue un trabajo, Moss revela que trabaja mucho para mantener el estrés a raya. «He aprendido a cuidarme un poco más –reconoce–. Hago yoga a diario, no salgo tanto de noche y cuido mi piel, que, de algún modo, se ha mantenido en buen estado. Las cosas malas que he hecho suelen dejar huella y, en ese aspecto, he tenido mucha suerte, pero tienes que poner de tu parte», espeta como una auténtica empresaria de belleza.

Hago yoga a diario, no salgo tanto de noche y cuido mi piel, que, de algún modo, se ha mantenido en buen estado. Las cosas malas que he hecho suelen dejar huella y, en ese aspecto, he tenido mucha suerte, pero tienes que poner de tu parte

 ??  ?? Minivestid­o de SAINT LAURENT por ANTHONY VACCARELLO, pendientes, brazaletes y, en la mano izda., anillo, todo de BVLGARI. En la mano dcha., anillo propio.
Minivestid­o de SAINT LAURENT por ANTHONY VACCARELLO, pendientes, brazaletes y, en la mano izda., anillo, todo de BVLGARI. En la mano dcha., anillo propio.
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