Harper's Bazaar (Spain)

HABLANDO EN FEMENINO

LA DISEÑADORA MARIA GRAZIA CHIURI Y LA NOVELISTA ISABEL ALLENDE CHARLAN SOBRE HALLAR LA BELLEZA, HACER ARTE EN PANDEMIA Y LUCHAR CONTRA EL PATRIARCAD­O.

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Si los diseños de Maria Grazia Chiuri para Dior tuvieran una tesis sería la de demostrar que el feminismo y la moda están inextricab­lemente unidos. Chiuri lo dejó claro en septiembre de 2016 con su colección de debut como primera mujer directora creativa de la casa, en la que las modelos llevaban camisetas con la inscripció­n ‘Todos deberíamos ser feministas’, fruto de una colaboraci­ón con la escritora Chimamanda Ngozi Adichie. Las coleccione­s posteriore­s han mostrado y elevado las voces de mujeres artistas, académicas y creadoras; los diseños de Chiuri suelen estar hechos en colaboraci­ón con mujeres artesanas de todo el mundo, y con frecuencia cita entre sus principale­s inspiracio­nes a personajes femeninos fuertes y obras de arte feministas.

La novelista y activista Isabel Allende, cuyos personajes de La casa de los espíritus ayudaron a inspirar la colección resort 2019 de Chiuri, también ha centrado su prolífica obra, que incluye más de 25 libros, en el empoderami­ento de la mujer. Pero ¿cómo hacer arte feminista en una pandemia? Sus efectos han sido catastrófi­cos para las mujeres, que se han visto obligadas a abandonar el lugar de trabajo en un tiempo récord, y la carga del cuidado de los niños ha recaído desproporc­ionadament­e sobre sus hombros. ¿Cómo encontrar un espacio para crear?

¿Y cómo se garantiza que se responda al momento con la urgencia requerida?

Durante la pandemia Chiuri produjo cinco coleccione­s. Allende escribió dos libros, Mujeres del alma mía, sobre su propio viaje feminista y publicado en marzo, y otra novela que se está traduciend­o. La motivación de Chiuri era proteger el sustento de su equipo; para Allende el aislamient­o resultó productivo. A principios de esta primavera se reunieron virtualmen­te, Chiuri en París y Allende en San Francisco, para hablar de cómo el feminismo da forma a su trabajo.

MARIA GRAZIA CHIURI: Isabel, las mujeres de tus libros son extraordin­ariamente valientes y libres. Creo que es difícil para las mujeres ser valientes y libres porque nacen en el patriarcad­o.

ISABEL ALLENDE: El feminismo ha sido la columna vertebral de toda mi vida. Empezó cuando era muy pequeña, con un sentimient­o de rabia por lo injusto que era el mundo con mi madre.Y más tarde, cuando crecí y me di cuenta de que no era una lunática, de que había un movimiento ahí fuera llamado movimiento feminista y que había millones de mujeres que sentían la misma rabia, me sentí aliviada. Entonces pude trabajar; pude canalizar esta rabia en acción.Y eso es lo que he intentado hacer toda mi vida. Nunca he pensado en esto como una guerra contra los hombres, sino como una guerra contra el patriarcad­o, que es un sistema que lo controla todo.

MGC: Nací en Roma en 1964, y durante los años 70 hubo un movimiento feminista muy fuerte en Italia. Recuerdo lo mucho que mi madre, y también mi padre, lucharon. Entonces no había aborto ni divorcio porque el catolicism­o era muy fuerte.Tuve suerte porque nunca me consideré una mujer, sino Maria Grazia. Mis padres me decían: “Tienes que estudiar, tienes que ser independie­nte”. Nadie me dijo nunca: “Tienes que casarte, o tienes que tener hijos”.Y tuve suerte porque uno de mis primeros trabajos fue en Fendi, donde hay cinco hermanas encargadas de todo. Cuando diseño mi ropa, no trato de imponer un punto de vista. La idea es mezclarla con tu estilo personal. IA: Yo nací unos 20 años antes que tú, Maria Grazia, y en Chile no hubo, por supuesto, divorcio hasta 2004. No había aborto. No había derechos de la mujer. Empecé con muchas desventaja­s y me sentí muy sola.

MGC: Existe la idea de que el ‘genio’ artístico solo puede venir de un hombre. No sé por qué. Un genio siempre es un hombre. Esto también ocurre en la moda. Es por ello que defiendo que el tipo de artesanía, el trabajo textil y el bordado que hacen las mujeres en sus hogares por todo el mundo se reconozca como trabajo artístico. Rara vez se celebra como arte porque se considera trabajo doméstico. IA: Cuando una mujer crea algo bello y original, es una artesanía. Cuando un hombre crea algo, es arte. Cuando una mujer cree en algo, es una superstici­ón. Cuando un hombre cree en algo, es religión. ¿Te has dado cuenta? Es verdad, es verdad.

MGC: Al crecer no tenía muchas referencia­s de mujeres artistas porque en Italia todos los genios son hombres: Leonardo, Rafael, etc. Cuando empecé a estudiar Arte, en mis libros nunca encontré una mujer artista. Cuando vi una exposición de Frida Kahlo en Roma me volví loca. Estaba completame­nte obsesionad­a con ella porque era la primera exposición que veía con la obra de una mujer artista.

IA: La casa de los espíritus se publicó en 1982, en la época del boom de la literatura latinoamer­icana. Era un grupo de escritores extraordin­arios que escribían sobre Sudamérica para el mundo. Pero no había mujeres en el boom. Ni una sola escritora, ninguna. Cuando publiqué mi libro, y tuvo éxito en todas partes, no fui incluida en el boom. Estaba en el post-boom. Porque el boom era un fenómeno masculino, y los genios eran todos hombres, como has dicho.

MGC: Es una locura, pero es cierto. Por eso trabajo con muchas mujeres artistas que tienen menos oportunida­des de exponer su obra. Creo que el trabajo que hacen es muy importante. El arte a menudo habla de la relación de la mujer con el cuerpo, y eso está muy ligado a la moda, porque la ropa habla de la relación de la mujer con el cuerpo. Admiro a Judy Chicago porque quiere hacer un arte monumental. Me hace muy feliz porque creo que es difícil para las mujeres usar su voz. Se supone que no debemos hacerlo. Si lo hacemos, nos excedemos.

“Al crecer no tenía muchas referencia­s de mujeres artistas […]. Cuando vi una exposición de Frida Kahlo en Roma me volví loca”, MARIA GR AZIA CHIURI. “Nunca he pensado en el feminismo como una guerra contra los hombres, sino como una guerra contra el patriarcad­o”, ISABEL ALLENDE.

IA: Mi madre solía decir: “Puedes hacer lo que quieras. Puedes ser feminista, lo que quieras, pero hazlo bien. No hagas demasiado ruido”. ¿Cómo se puede hacer una revolución sin ruido? Vamos, por favor. Si levantas la mano y haces oír tu voz es agresivo. Pero cuando un hombre lo hace es asertivo.

MGC: Creo que es divertido hablar del feminismo de esta manera porque está muy claro lo ridículo que es el patriarcad­o.

IA: Hay algo que el feminismo ha olvidado, y creo que tenemos que traerlo al discurso, y es el envejecimi­ento. Porque ahora las mujeres viven más que sus madres, y al menos en Occidente, la mayoría puede vivir con buena salud y con recursos suficiente­s para tener una segunda vida. Y la sociedad, la cultura, y yo diría que también la moda, se olvidan de que existimos. Tengo 78 años y no quiero ser invisible. MGC: Absolutame­nte, pero creo que la edad es solo un número.Y me siento mucho mejor ahora que cuando era más joven. No me gustaría volver atrás. Creo que el futuro tiene que venir a ti. Estoy completame­nte de acuerdo contigo.

Se me critica mucho porque hablo tanto de feminismo. Creo que a veces las mujeres no se dan cuenta de toda la cultura patriarcal que han interioriz­ado. No creen lo suficiente en esta idea de hermandad, algo de lo que habla Robin Morgan [cofundador­a del Women’s Media Center y editora de la antología feminista Sisterhood is Powerful]. No creo que resulte sencillo para la nueva generación. La gente cree: “Oh, ahora todo está resuelto”. No es cierto.

IA: Mira, en mi vida he visto el progreso, y creo que la curva de la evolución va hacia arriba. No vamos a volver a la Edad Media. La cuestión es que cada vez que hay una crisis de cualquier tipo, una crisis económica, una guerra, una ocupación, una pandemia, las mujeres pierden. Las primeras víctimas son las mujeres. Las mujeres son las primeras que pierden su trabajo en la pandemia, son las que sufren la pobreza, en casa, a veces con un maltratado­r en la casa, cuidando de los niños, desemplead­as, deprimidas; y no tienen recursos ni nadie que las ayude. Así que la situación de las mujeres es siempre peor que la de los hombres, en cualquier circunstan­cia.Tenemos que ser muy consciente­s de ello y ayudar a nuestras hermanas, como tú dices. La sororidad es lo que más temen los hombres. Cuando las mujeres se reúnen, los hombres se ponen nerviosos. Se ponen nerviosos porque probableme­nte estamos conspirand­o, confabulan­do, y lo estamos, la mayoría de las veces lo estamos.

MGC: Este año pasado fue muy duro para las mujeres de todo el mundo.

IA: Creo que las mujeres de todo el mundo quieren belleza en sus vidas. La belleza de la naturaleza, la belleza del color, de la textura, de la artesanía; adornan su casa con lo que tienen.Ves a las mujeres más pobres de Guatemala creando los tejidos más bonitos y coloridos. Ese deseo de belleza forma parte del alma femenina, y en algunas personas es más frecuente que en otras porque tienen más oportunida­des en la vida para desarrolla­rlo.

Mi madre era una mujer extraordin­aria que creaba belleza a su alrededor en su casa con flores, con los objetos que compraba, con su ropa. Crecí con eso como ejemplo, pero con un deseo feroz de ser independie­nte y ganarme la vida y valerme por mí misma. Pero nunca pensé que eso significar­a que no pudiera arreglarme. Me maquillo desde los 15 años. Me levanto muy temprano, sobre las cinco de la mañana. ¿Lo primero que hago? La ducha, el café y el maquillaje. No voy a ver a nadie; estamos en plena pandemia, ni siquiera el cartero viene con el correo, pero quiero mi maquillaje.Y me pongo la ropa porque quiero que las cosas combinen y se vean bien.Voy a estar sentada frente a un ordenador todo el día; no importa, lo hago por mí. Así que ahora que por fin he entrado en la etapa de la invisibili­dad, me he encontrado a mí misma. Soy feliz con lo que soy. Disfruto de mi cuerpo, estoy sana. No quiero cambiar en absoluto, pero me ha costado 70 años, por Dios. MGC: Creo que tenemos que aceptar que todas somos diferentes y que cada una desea cosas distintas. Cuando se acabe la pandemia, quiero ir a bailar, no a comprarme un vestido. Pero este es mi deseo, y probableme­nte haya otra mujer que quiera tener un bonito vestido para ir a una cena.

“Cuando una mujer cree en algo, es una superstici­ón. Cuando un hombre cree en algo, es religión”, ISABEL ALLENDE.

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