¡Ave, Isabella! Rossellini, claro. Hablamos con ella.
La modelo, actriz y cineasta habla a sus 68 años del placer de vivir en una GRANJA, de REDEFINIR LA BELLEZA, de negarse a ser limitada por HOLLYWOOD y de su ROMANCE PANDÉMICO. ¡Ave, Isabella!
Uno de los placeres actuales de Rossellini es cuidar su granja de 12 hectáreas en Bellport. Apodada Mama Farm, el nombre hace referencia a los trabajadores agrícolas, en su mayoría mujeres, y a los animales, en su mayoría hembras, de los que cuidan.A los 55 años, volvió a la escuela para estudiar comportamiento animal y conservación en el Hunter College, y obtuvo un máster en el proceso. «Me gustan los animales y la naturaleza, así que siempre dije que en lugar de tener una piscina y una pista de tenis pondría una granja. No me imaginé el impacto que tenía en mi comunidad.Así que ahora la granja es más bien un proyecto comunitario. Es increíble cómo cambia la vida de un barrio el tener una granja». Durante la COVID-19 la granja le permitió sentirse conectada a su comunidad y a su familia. Su hija, Elettra Wiedemann, es la directora ejecutiva de Mama Farm y vive allí con su hijo de tres años, Ronin; el hijo de Rossellini, Roberto, que es modelo, se quedó allí al principio de la pandemia y la visita a menudo. «[La g ranja] fue un regalo –comenta–. No digo que sea sencillo… Mi mayor reto ahora es cómo hacerla económicamente viable para que no dependa de mi trabajo como actriz». Lo que hace pensar: ¿por qué no ha florecido más la carrera de Rossellini, teniendo en cuenta su talento y su nombre? «Me habría encantado tener una gran carrera en Hollywood, pero cuando me hice actriz todo era más difícil», afirma, en referencia a cómo trataba la industria a los extranjeros y a cualquiera con un acento marcado. «Y que yo también era experimental debido a mi padre». El enfoque de la carrera de Rossellini es intuitivo. «Trabajaba con David Lynch, con Guy Maddin. Simplemente hacía las cosas que me salían al paso y que me interesaban.Tal vez otra actriz estadounidense más tradicional diría:‘Oh, no sé si encaja en mi plan de carrera’, pero yo no tuve nunca en mente desarrollar una imagen».
Durante 14 años, desde comienzos de los 80, Isabella Rossellini representó el ideal de la belleza. Como rostro de Lancôme anunció de todo, desde el icónico perfume Trésor hasta cremas antiedad. Ese lucrativo contrato la convirtió en la modelo mejor pagada del mundo en ese momento. En 1995, a pocos meses de cumplir 43 años, Rossellini fue despedida sin contemplaciones por la marca. «‘No puedes representar el sueño’», recuerda Rossellini que le dijeron. «‘Así que tenemos que recurrir a una persona más joven’». La decisión fue noticia en todo el mundo. «Cuando me dejaron marchar hubo una gran protesta por parte de sus clientas, las mujeres que compraban la crema [antienvejecimiento] –rememora–. Se sintieron ofendidas». Como decía burdamente un artículo del periódico
St. Louis Post-Dispatch: «Isabella Rossellini ha vendido cosméticos de Lancôme por toneladas. Pero después de cumplir 43 años el pasado junio la empresa se deshizo de ella como de una máscara de pestañas seca».
Cuando hablo con Rossellini una tarde de marzo proyecta una calidez inmediata. A pesar de la distancia que nos separa –ella en su casa de Bellport, Long Island, yo en mi apartamento de Chicago– su presencia es envolvente, segura.Va vestida de beis de la cabeza a los pies, una iteración de su monocromático uniforme, sus labios en un contraste de color malva. Reflexionando ahora sobre su historia con Lancôme, Rossellini habla con una comprensión mesurada. «Lancôme refleja la sociedad. La vieja generación de ejecutivos de entonces, la forma en que lo racionalizaron, el mensaje fue: ‘Las mujeres sueñan con ser jóvenes, y la publicidad trata de sueños’». La marca trajo de vuelta a Rossellini en 2016, con 63 años, un movimiento que ella atribuye a la presidenta mundial de marca de la compañía, Françoise Lehmann, que la convenció de volver a bordo. «Isabella encarna la idea de una belleza consumada», dijo Lehmann al anunciar el retorno. Ahora, con 68 años, Rossellini ha vivido una rica vida que ofrece un tipo diferente de sueño, uno en el que las mujeres pueden imaginar sus vidas de forma dinámica, con valentía, más allá de los confines de lo que la sociedad considera bello. Hija de la realeza del cine –la estrella de Hollywood Ingrid Bergman y el autor neorrealista italiano Roberto Rossellini–, ha desplegado una asombrosa gama de creatividad a lo largo de su carrera como modelo, actriz y cineasta. Gracias a la independencia económica conseguida con su fructífera asociación con Lancôme (se decía que su contrato original rondaba los 2 millones de euros al año), así como a la influencia de la visión artística de su padre, Rossellini se dedicó a proyectos más experimentales y atrevidos. Quizá
³
sea más conocida por su papel en la inquietante película de David Lynch de 1986, Terciopelo azul. Sus posteriores colaboraciones con el cineasta vanguardista Guy Maddin le dieron un espacio más radical para explorar sus sensibilidades artísticas. El cortometraje de 2005 de Maddin My Dad Is 100Years Old le permitió interpretar a varias leyendas del cine, incluida su propia madre. En su propia serie de cortometrajes Green Porno, que se estrenó en el Sundance Channel en 2008, Rossellini se disfraza de varios animales para representar sus rituales de apareamiento. Tiene el efecto de una clase loca de biología guiada por la curiosidad y el sentido del juego. Sigue actuando, y menciona un próximo viaje a Europa para un pequeño papel. También ha sido elegida para interpretar a Simca Beck, una de las colaboradoras de Julia Child, en la serie Julia de HBO Max, cuyo rodaje se reanudará esta primavera.
La muerte os sienta tan bien, la archimalvada y malévola extravagancia cómica de Robert Zemeckis de 1992, la alejó de su habitual cine de autor. Luchó para conseguir el papel de Lisle Von Rhuman, una bruja de la alta sociedad cuya vida depende de mantener y celebrar su propia belleza. Zemeckis le dijo que el estudio estaba buscando gente con más nombre para el papel, pero Rossellini se sentía especialmente preparada para interpretar a una seductora que ofrece un elixir para la eterna juventud. «Sabía exactamente cómo interpretarla porque juega con el estereotipo de las mujeres que quieren ser eternamente jóvenes. Así que podía hacerlo, crear ese tipo de hechicera». En la película, Rossellini es un estudio de belleza ornamentada: con el pecho desnudo, salvo por los hilos de joyas que le cubren los senos, con una falda anudada a la cadera que deja ver una generosa abertura hasta el muslo, y una barra de labios carmesí. «Recuerdo que una vez hablé con Jane Fonda, y me dijo que las mujeres nacemos teniendo que interpretar un ideal de belleza que no ha sido creado por las mujeres, sino que es una imitación de la mujer».
Rossellini se refiere a la forma en que el género se convierte en una representación y las mujeres se ven obligadas a replicar una imagen aceptable de la feminidad. «La estupidez de los reportajes sobre la belleza ha sido un reflejo de la misoginia de cómo las mujeres deberían ser estúpidas», dice, implicando a revistas como esta. «‘Oh, ¿qué labial usas? ¿Qué tono? Oh, Dios mío…’.Y esa… esa voz». Se refiere a la voz que a menudo oímos en nuestras propias cabezas, limitando nuestra comprensión de nuestra propia belleza y de lo que la belleza puede ser. «Sabes que se convirtió en la voz comercial, pero podemos hablar de la belleza en términos más amplios que la simple seducción, y en términos de elegancia». Habla con una franca suavidad que es admirable, su ronca voz que recuerda a la cadencia de su madre y el acento de su padre. Cuando se le pregunta sobre cómo la maternidad ha cambiado su relación con su cuerpo, es contundente: «No me miro constantemente como un objeto.Tu pregunta es realmente una pregunta que asume que una mujer critica constantemente su aspecto». En los últimos tiempos, Rossellini se levanta pronto, a las 5:30.Trabaja en la granja. Pasa tiempo con la familia. Estos aspectos de la vida se enriquecen cuando se liberan de las restricciones que suelen imponerse a las mujeres en su juventud. Durante la cuarentena se reunía varias veces a la semana con sus amigas por Zoom para un club de cine en el que discutían el trabajo de un director que habían estado viendo (han hecho Fellini, Visconti y Billy Wilder). «Es agradable ver a mis amigas». Habla despreocupadamente de los hombres que una vez ocuparon su vida romántica, como su exmarido Martin Scorsese y David Lynch, de una forma que habla de su espíritu generoso, de la dinámica de su educación debido al divorcio de sus propios padres y de cómo el tiempo suaviza lo que una vez fue complicado. Cuando su hijo era pequeño, tomó la decisión de posponer la búsqueda de otra relación romántica hasta que sus dos hijos estuvieran en el colegio. «Pasaron 20 años. No tuve un hombre durante 20 años. ¿Y me arrepiento? No», cuenta sobre su decisión de centrarse en su familia por encima de todo. Las relaciones de Rossellini con los hombres no contextualizan su concepción de la belleza ni como ideal ni como experiencia. «Quiero ser elegante, pero no quiero seducir a nadie. No quiero llevarme a nadie a la cama». Para la actriz la belleza no puede sostenerse por sí misma cuando nuestra comprensión de ella se califica en función de cómo nos miran los demás, cómo nos desean. Tiene que ser más profunda que eso, algo que definamos nosotras mismas. «Siempre digo que, para mí, la belleza es una expresión de la elegancia. Y la elegancia es la expresión de un pensamiento», sentencia.
Pero el año pasado, un breve romance pandémico la sorprendió. «No esperaba que a los 68 años pudiera tener una aventura –confiesa–. Tengo que decir que fue muy agradable y muy sorprendente porque a mi edad, después de 20 años sin acompañante, dices que no va a pasar. Así que fue una delicia, pero vuelvo a estar soltera, y estoy contenta de volver a estarlo. La aventura nunca llegó a ser más que una aventura, lo cual fue muy agradable». Rossellini es sincera sobre lo que le aportó la relación. «No es que él definiera mi belleza de ninguna manera, sino que era compañía. Y eso lo echo de menos». Con una reverencia jocosa, se hace eco de una frase del famoso clásico de su madre, Casablanca. «Estábamos atrapados en la época de la COVID-19, en esos primeros meses, en mi casa, y ahora él ha vuelto a la costa oeste, donde vive.Y por eso siempre cito Casablanca. Ya sabes, la frase es ‘Siempre tendremos París’. Y yo le digo a este hombre, ‘Siempre tendremos la COVID’».
“SIEMPRE DIGO QUE, PARA MÍ, LA BELLEZA ES UNA EXPRESIÓN DE LA ELEGANCIA. Y LA ELEGANCIA ES LA EXPRESIÓN DE UN PENSAMIENTO”