Harper's Bazaar (Spain)

¡SOCORRO!

- por Clara S‡nchez

Sentado en una de esas sillas altas para socorrista­s en la playa, sostenía unos prismático­s. Llevaba el pelo corto negro y de punta, una camiseta blanca ajustada que le marcaba los pectorales, bermudas rojas, las piernas afeitadas. Aunque aparentaba muchos menos Quique tenía ya 35 años y una vida detrás no todo lo maravillos­a que hubiese querido. Fue barriendo con los prismático­s la orilla y luego más adentro hasta que se detuvo en una pareja que jugaba a hacerse aguadillas. A esas horas de la mañana la playa ya era un hormiguero.Y él pensaba que aquella gente dependía de él, desde los niños a los ancianos. Pensaba esto sin apartar los ojos de la pareja. Los enfocó mejor. Él conocía a aquel tío. La mujer, una chica de veintitant­os, le empujó la cabeza con la mano y lo hundió. Estuvo abajo unos segundos y cuando salió y estiró el cuello sobre el agua lo pudo ver bien: el pelo negro ensortijad­o, que solía peinarse estirado para atrás, la barba reluciente, la nariz grande como si tuviera que respirar por tres o cuatro y ojos pequeños y vivos de sabérselas todas. Se llamaba Germán.Y Germán era el culpable de que ahora estuviese subido en esta silla tan alta y lo pudiera observar como si fuera Dios.

La chica saludaba con un brazo. No, la chica parecía que pedía ayuda. ¿Le estaría ocurriendo algo a Germán, al mismo que se las había hecho pasar canutas a Quique cuando empezó a no pasarle clientes y a arrinconar­le en el trabajo?

Ahora la chica en el mar no sabía cómo ayudarle a respirar. Lo puso boca arriba e intentaba empujarle hasta la orilla. El problema era que se habían alejado demasiado y que Germán era muy grande y ancho y poco manejable. Germán se lo puso tan difícil que Quique tuvo que hacer terapia para recuperar la autoestima, dejar la empresa en la que llevaba desde que terminó la carrera y cambiar de vida. Se convirtió en un deportista y decidió que se dedicaría a algo que tuviera que ver con salvar a los demás.

Evidenteme­nte Germán se estaba ahogando y la chica gritaba. Un bañista se dio cuenta y empezó a nadar hacia ellos. Nadie tenía la culpa de que Germán no se hubiese cuidado más. Mucha comilona y mucha mala baba. Las aguadillas habían podido con él. Alguien le avisó desde abajo que ocurría algo grave. Quique descendió lentamente los peldaños y se dirigió al grupo de gente que rodeaba a Germán tumbado en la arena. Esperaba no tener que hacerle el boca a boca. Pidió ayuda por el móvil y se abrió paso hacia él. Le tomó el pulso. No había nada que hacer.

¿No va a reanimarle?, gritó la chica llorando. Es inútil, contestó Quique. ¿Inútil?, dijo un bañista, este hombre estaba ahogándose y usted no hizo nada.Ya me encargaré yo de que le quiten el carnet de socorrista. Está bien, pensó Quique mirando fijamente los ojos sin vida de Germán, puede que consigas amargarme la vida una vez más, pero será la última.

Clara Sánchez (Madrid, 1955) ha publicado hasta la fecha 15 novelas, su obra ha sido traducida en 20 países y ha vendido más de dos millones de libros. Ha ganado el Premio Alfaguara, el Premio Nadal y el Premio Planeta por El cielo ha vuelto (2013). Publica ahora Infierno en el paraíso.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain